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Ventana pública

Sobre Fernando Arrabal y los profetas en su tierra

Fadela Mohatar

Cuando aún resuenan los ecos de la estrafalaria decisión de renombrar dos pabellones del Centro de Creación Matadero en Madrid, arrojando al desprecio las grandes figuras de Max Aub y Fernando Arrabal, me vienen a la cabeza los comentarios del maestro José María Antón Andrés, que esta misma semana presentaba la que sería su última apuesta sobre las tablas como director de su amado Teatro de Estudio Concord. “El teatro español es de los más fecundos del mundo y tiene tanto poder para enseñar, que decidí que sería un buen vehículo para trabajar la literatura”.

De hecho, cierra con Max Aube, el próximo abril, su dilatada carrera de 38 años ininterrumpidos regando el universo del teatro en Melilla.

El arte consigue emocionarnos, provocar y remover nuestro interior; su poder de transformación nos hace sentirnos vivos y por eso reclamamos cultura para crecer, para comunicarnos, para soñar.

José María Antón, en su más lúcido otoño, nos reclama seguir sirviéndonos de las letras y el drama para transmitir enseñanzas. Sus sabias recomendaciones cobran hoy más actualidad a propósito de la, afortunadamente reconsiderada, decisión de purgar de los espacios públicos a personajes universales que tanto tienen que ver con esa magia.

Fernando Arrabal, en su Melilla natal, merece poder ver en vida cómo la fuerza de su talento, reconocido en todo el mundo, laureado y agasajado por afines y contrarios, encuentra rendido homenaje.

Él escribió al Ayuntamiento de Madrid, denunciando que ambos habían sido “fulminados y rematados” tras el desgraciado incidente con Matadero y reclamando que Max Aub “merecía su presencia en su amado Madrid”.

Fernando Arrabal también merece su presencia en su amada Melilla. Con mayúsculas.

El gobierno de la Ciudad Autónoma gestiona la recuperación y destino de un espacio histórico en Melilla la Vieja dedicado a su figura y la petición a Fernando Arrabal para que honre a su ciudad natal permitiéndonos custodiar parte de su legado.

No debemos perder la oportunidad de que Melilla atrape parte de la obra de un creador único, en el más amplio sentido de la palabra. Y que deje de ser, en su propia tierra, como él mismo dijo, “un poco famoso y totalmente desconocido”.

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