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In Memoriam

“Sin Novedad en el Blokao, mi Teniente” (emocionado recuerdo a nuestro amigo Arturo Valero Ester)

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“Sin novedad en el Blokao, mi Teniente”. Con estas rotundas palabras recibía probablemente el Caballero Legionario de Primera Suceso Terrero López al Teniente Agulla, cuando éste acudía al Blokao “el Malo”, conocido como “Blokao de la Muerte”, en socorro de un puñado de héroes legionarios, allá por mediados de septiembre de 1921. De igual modo, en este caso literalmente, así lo recibía dicho héroe en la representación teatral de aquella inenarrable gesta de La Legión en tierras cercanas a Melilla, en las proximidades del Atalayón.

Hace casi veinte años que nos conocimos, Arturo, en aquella primavera del año 1994, con motivo, precisamente, de los preparativos para recuperar esa joya de la mística legionaria, “El Blokao de La Muerte”, drama histórico, obra de otro legionario ejemplar como era el Capitán Caballero Legionario Leandro Alfaya Rey, verdadero paradigma de lo que debe ser un Oficial de la Legión; entregado, polifacético como pocos y clarividente en el conocimiento de las virtudes y capacidades del motor que impulsa a ésta: el Legionario. Muchos de los que hoy componemos el Tercio (los que visten o han vestido la verde camisa abierta) os conocimos a los dos entonces.

No podemos imaginar alivio alguno para tu ahora viuda, Angelines, así como para tu numerosa prole, hijos y nietos, además de otros familiares y numerosos amigos, que te hemos acompañado en tu última misión, en tu último desfile; desfile junto a tus hermanos legionarios, que entonando el “Novio de La Muerte” te han ayudado a presentarte ante Dios para rendir cuentas de tu paso por este mundo; cuentas de fácil escrutinio, en tu caso, no nos cabe la menor duda, a la vista de los inconsolables rostros de todos ellos, de todos nosotros, en esa triste mañana de invierno, aún, en Melilla.

Hace casi veinte años que os conocíamos a los dos, Leandro y Arturo, Arturo y Leandro, y desde el primer momento se constataba que había una química especial entre nosotros, quizás por las ansias de todo aquel plantel de actores noveles, de conocer de vosotros tantos aspectos y costumbres de esos tiempos pasados de nuestro Tercio, tiempos que no pudimos vivir; tantas historias que ya no os podremos sonsacar; tampoco podremos preguntar más por vosotros, aunque estamos seguros de que ahora, otra vez juntos en el Cielo, os reencontraréis en un fundido abrazo legionario.

No podemos imaginar alivio para todos ellos, para todos nosotros, hoy, mañana o quizás, pasado mañana; pero tampoco tenemos duda alguna de que, con el tiempo, en pocos días, vendrán a nuestras mentes muchos y extraordinarios recuerdos de los momentos en que tuvimos el privilegio de compartir muchos momentos contigo, querido Arturo. No tuvimos, muchos de nosotros el honor de coincidir contigo en el Servicio a España en las filas legionarias, pues cuando te conocimos, ya habías pasado a la reserva; no tuvimos el honor, o quizás sí, pues qué era sino Servir a España y a La Legión, el rememorar, con aquella representación teatral, las gestas del pasado de sus Legionarios, el rendir un sentido y merecido homenaje a los que con su sacrificio eterno, desinteresado y quizás desmedido, en el campo de batalla, en al campo del honor, nos habían marcado la senda que seguir; senda que tú mismo habías seguido durante tantos años vistiendo la camisa verde y el gorrillo legionario.

Hace casi veinte años que nos conocimos, pero este pasado viernes nos dejaste huérfanos; huérfanos de tu elegancia, simpatía, caballerosidad, lealtad, amistad, pundonor y amor a España y a tu querida legión, a tus queridos Legionarios. Ya no podremos ir más a ver cómo estabas en la habitación del Hospital Comarcal o llamar a tu familia por teléfono para ver cómo evolucionabas, Arturo; ya no. Ahora es el momento de pasar página y superar este trance que no por natural, resulta difícil de entender; ahora es el momento de preguntar por vosotros, sus familiares, y por cómo estáis, en vuestro desasosiego, en vuestro desconsuelo. Nuestra tranquilidad es que somos sabedores de vuestra fortaleza, de vuestra unión, que a buen seguro traerá muy pronto esos recuerdos tan alentadores de un magnífico esposo, padre, abuelo, suegro, amigo.

Recuerdos de cómo destilabas continuamente ese estilo legionario, chapado a la antigua, al dirigirte ante un superior; el cómo, sin pretenderlo, dabas ejemplo a los Legionarios, tus compañeros de reparto, con los que no habías coincidido en el Tercio, cuando interpretabas un papel tan exigente como el del Caballero Legionario de Primera Suceso Terrero, con tus sesenta y pico y derrochando energía en cada escena, matizando con tus maneras legionarias una interpretación que nos retrotraía a unos tiempos pasados, donde esos modales y ademanes eran seña de identidad de los Legionarios, contribuyendo a que lo sigan siendo, gracias a Dios, en la actualidad.

Nos dejas algo más de un año después de que nos dejara Leandro y, como él, lo has hecho mirando a la muerte cara a cara y rodeado de los tuyos en tu habitación, como la Escuadra de gastadores que custodia a su Cristo, en torno a tu cama; difícil sería encontrar mejor escolta en tu último periplo.

Arturo, nos dejas en cuerpo pero nunca en espíritu, ya que tu recuerdo sigue y seguirá vivo entre nosotros, grabado de forma indeleble en la memoria de cuantos tuvimos el privilegio de conocerle.

Descansa en Paz.

En nombre de quienes te conocimos; en nombre de quienes te admiramos; en nombre de tantos …
Tus amigos del Tercio

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