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Atril ciudadano

Sin fronteras

Esto que escribo es verdad. No es un sueño que tuve y como me gusta recordar me quedo estancada en mis recuerdos. Son tantos como los años que tengo y no quisiera tener. Este se me coló en mi cerebro y fue muy indiscreto lo que me pasó. Yo era aún joven y empecé a trabajar. Aquello no era trabajar pero había que hacerlo.

Fui a ver a un médico nuevo, era un sustituto iba a estar por poco tiempo pero de todo lo que le llevaba algo le gustaría y así un poco de aquí y un poco de allí pues me algo me rentaría.

Yo soy muy creyente rezo siempre y así lo hacía. Llame a su puerta y temblaba, ¿Cómo sería? Los había como ángeles con bata blanca y otros mejor no recordar, lo dejare para otro día. Salió dicho sujeto ¿Qué tal señora? ¡Qué alegría! Vaya, la entrevista prometía. Cuanto le agradezco tantas muestras… Pensé para mí ¡que no son muestras que son de venta! Pero que se creen los laboratorios que esto es tan grande como las de la península. Venga a mandar papeles amen de jabones, leches, antialérgicos, antibióticos para niños y para mayores…
Siéntese señora me dijo con sonrisa de galán. Dª Adelaida es usted tan bella como amable. ¿No tiene prisa? Mirándome a los ojos me preguntaba, mientras yo tenía la pierna preparada. No, tengo la muchacha en casa. Le voy a pedir un favor. ¡Hable! y pensé para mi ¡a ver qué favor porque yo me lanzo! Como Ud. va usted de consulta en consulta y todos llevan tan buenos laboratorios, los medicamentos que usted vea arrumbados por las consultas y que sabe Dios donde acabaran, le rogaría que me los recogiera usted y me los trajera. Pensé ¿quién es este, farmacéutico o estraperlista de muestras? Me quede observándolo mientras el santo varón sacaba unas arrugadas revistas. Oiga Don Antonio, ¿para qué quiere tantos medicamentos? Mi querida señora es Ud. una santa. Se acerco a mí, y yo pensé ¡querida y santa, ampárame Dios mío! Me dijo soy médico sin fronteras, son para los niños. Y mostrándome la revista me dijo este ya balbucea. Esta es mi mujer, ella también lo es. Nos turnamos 6 meses aquí y 6 meses allí. Y Ud. que va de frontera en frontera, ¿no están nunca juntos? A veces sí, pero es que tenemos que trabajar hay que comprar radios, fonendoscopios, libros de nuevos avances… Mire este viejecito perdió los pies y un pakistaní que es ortopédico le hizo unos pies. Este otro es médico, es de Jerusalén. Mire las monjas, estos son periodistas.
¿Le gustaría hacerse socia? Pero es que yo ahora manejo poco dinero. ¡Bah! Pero no se preocupe con un par de euros… No puedo hacerme socia pero eso sí, todos los meses mando 2 mensajes a médicos sin fronteras, son 4 euritos.

Fui a verlo varias veces más y la última vez que fui ya no estaba allí. Con la enfermera me dejo una nota que decía: “Amanda y yo la recordaremos de por vida”. Siempre rezo por todos ellos. El corazón me palpita cuando escucho que hay bombardeos. En un poblado murieron hombres, mujeres, niños y médicos de Médicos sin Fronteras. Dios mío, ¿cómo se puede ser tan malvado? ¿Qué será de don risitas? como lo apodaba yo. No lo veré más Dios mío. ¡Que no haya muerto era tan noble y bueno! Seguí llevando medicamentos a las hermanas de la caridad.

Recuerdo tantas cosas y otras más. Los medicamentos empezaban a escasear, me hacían firmar unos papeles y gracias a muchas risitas salí adelante. Siempre digo que quiero escribir mis andanzas que todo no fue malo hubo bueno y regular. Pero todo me hizo madurar. “Allá donde os giréis está el rostro de Dios” El Corán.

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