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Prensa vital. Derrota y escándalo sanchista

MELILLA HOY 26 02 2024

La Semana. MH, 26/02/2024

Por: J.B.

 

En una artículo del Director del diario Marca, publicado el pasado sábado, hablaba Juan Ignacio Gallardo sobre la profesión periodística, que él entiende (y yo) es “un instrumento necesario para el correcto desarrollo de la sociedad”, y se quejaba, con mucha razón, de la creciente pérdida de credibilidad y de cómo se pisotean los principios mínimos elementales de la profesión con la irrupción de las redes sociales que buscan, en muchos casos, el aplauso fácil, frívolo y vacío, cuanto más bochornoso mejor, para conseguir un mísero “like”.

Es cierto que algunos medios de comunicación se han subido al carro y la labor periodística se ha convertido en una carrera por ver quién publica la noticia más impactante, con independencia, en algunos casos, de su veracidad. También han surgido, probablemente por la corriente que se respira en nuestra sociedad que nos mete en la cabeza el objetivo de trabajar poco y cobrar mucho, los “periodistas funcionarios”, que no investigan, no desarrollan, no comprueban la veracidad de sus fuentes o transmiten sin más lo que otros les hacen llegar. Esta corriente que menciono es mala para el periodismo y peor para el periodista, ya que deja de ser un “instrumento necesario para la sociedad” para pasar a ser el instrumento de otros o, lo que es peor, un elemento intrascendente. Tenga muchos o pocos medios, el periodista debe escribir cosas que aporten algo a quien le lea y debe alejarse lo más posible del “rueda prensismo” (cubrir ruedas de prensa). En Melilla Hoy se hace cada vez con más fuerza y, aunque he de reconocer que a veces no se consigue, es evidente el empeño en ir en la dirección correcta.

La existencia de prensa y medios de comunicación libres es, con todos sus defectos, lo único que diferencia una democracia de una dictadura.

Debería la Ciudad Autónoma, aparte de las campañas publicitarias, establecer, para los medios locales de comunicación, unas subvenciones similares a las que reciben cada año las agencias de transporte

Son también muy importantes en Melilla (por razones obvias), por ejemplo, las agencias de transporte, que ahora están en el ojo del huracán por la compra de algunas de ellas (la mayoría de las que operan en Melilla) por parte de un inversor que tiene un contencioso con la Ciudad Autónoma por el pago del IPSI. Las agencias de transporte de Melilla reciben, por ser un servicio esencial, una subvención anual de la Ciudad Autónoma (de más de 600.000 €), a afondo perdido (en función de los despachos que hagan), que debería ser un modelo a imitar con los medios de comunicación de Melilla.

La existencia de prensa y medios de comunicación libres es, con todos sus defectos, lo único que diferencia una democracia de una dictadura

Debería la Ciudad Autónoma, aparte de las campañas publicitarias, establecer, para los medios locales de comunicación, unas subvenciones similares a las que reciben cada año las agencias de transporte. Basadas en criterios objetivos como la difusión, la antigüedad o el número de empleados, serían un gran paso para la salud de una democracia, la española y la melillense, cada vez más amenazada por el poder político que quiere controlarlo todo. Desde aquí se lo propongo a mi amigo y Consejero, Miguel Marín, para que lo ponga en marcha junto con las ideas y proyectos que explicó en su reciente entrevista en Melilla Hoy. Los medios de comunicación de Melilla (también los del resto de España) son tan importantes o más que las agencias de transporte.

Derrota y escándalo

 A nadie sorprende el escándalo de las mascarillas (durante la pandemia ya se sospechaba que había algunos, evidentemente cercanos al poder (PSOE), que se lo estaban llevando crudo) que ha salpicado al PSOE de Pinocho en uno de sus peores momentos (aquellos en los que Sánchez se crece porque aplica sin miramientos el famoso dicho: “De perdidos al río”).

 

Sánchez se encuentra con el escándalo de las mascarillas, de cuyas supuestas comisiones puede una persona normal, que sepa sumar uno más uno, sospechar que se beneficiaron el PSOE y Sánchez y que no se quedaron en los bolsillos de los perceptores primeros

Cuando aún retumba el batacazo que se ha pegado el PSOE en las elecciones gallegas (antes de las elecciones, cuando pensaban que podían evitar la mayoría absoluta del PP, decían, en el partido sanchista, que eran un plebiscito nacional), silenciado en lo posible por todos los medios afines a Pinocho y sobre las cuales se ha instaurado la “omertá” ( la consigan dentro del gobierno/PSOE es: no se habla de ellas, como si no hubieran existido), Sánchez se encuentra con el escándalo de las mascarillas, de cuyas supuestas comisiones puede una persona normal, que sepa sumar uno más uno, sospechar que se beneficiaron el PSOE y Sánchez y que no se quedaron en los bolsillos de los perceptores primeros.

El caso Koldo amenaza con llevarse por delante a Ábalos y a Sánchez…

En el PSOE están tratando de extender un cortafuegos para evitar que la presunta trama de venta de mascarillas durante la pandemia, en la que estaría implicado Koldo García Izaguirre, el asesor del ex ministro José Luis Ábalos, le salpique. Delegan todas las explicaciones públicas en Ábalos, secretario de Organización del partido entre 2017 y 2021, que fue la mano derecha de Sánchez cuando dirigía el ministerio de Transportes.

En el PP sitúan a Pedro Sánchez como el «líder máximo» de la «organización criminal» responsable del presunto cobro de comisiones millonarias por la adjudicación de contratos para la compra de mascarillas. «Sin duda no habría sido secretario general del PSOE primero y presidente del Gobierno después sin la ayuda de esta trama: los cerebros que hicieron que ganara las primarias [de su partido] son los cabecillas», aseguró el pasado sábado Elías Bendodo, vicesecretario general de Política Autonómica y Municipal del Partido Popular.

Lo dicho sobre la prensa y los medios de comunicación: si no existieran o no fueran independientes (en este caso del aparato sanchista), el escándalo de las mascarillas nunca habría salido a la luz y Pinocho seguiría alardeando de su “limpieza”, de su superioridad moral o nos habría convencido de que, pese a la debacle del PSOE en Galicia, él había ganado las elecciones gallegas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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