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¿Por qué nos interesa apoyar a Ucrania? Slava Ukraini.

En los últimos días los diferentes medios de comunicación están informando sobre un potencial inicio de la contraofensiva, que Ucrania lleva meses preparando. Citan dos ataques simultáneos y muy distantes. Uno en Bakhmut, en el este del país, en una zona donde se han estado registrando violentos combates desde hace ya meses. Otro en el sur, en la zona de Zaporiyia, probablemente buscando la costa en Melitopol y el aislamiento de Crimea por vía terrestre.
Es obvio que Ucrania no puede permitirse dos direcciones de ataque principales al mismo tiempo, ya que carece de los medios de todo tipo precisos para ello, por lo que uno o ambos ejes de ataque deben ser considerados como secundarios, hasta que se disponga de más datos contrastados. Me permito sugerir que ambos esfuerzos podrían ser secundarios, al menos por el momento, ya que se están realizando en las direcciones que cualquier observador, incluso no muy experto, podría haber pronosticado. Los mandos rusos, también, y por ello han fortificado fuertemente ambas direcciones, especialmente hacia el sur.
Si tuviera que mirar la bola de cristal, diría que la ofensiva hacia el este en Bakhmut no lleva a la consecución de objetivos estratégicos a medio plazo, ya que la proyección hacia el sur, hacia Mariupol, exigiría una maniobra muy difícil y de gran estilo, dejando atrás por el oeste importantes núcleos de población y con una logística demasiado alargada. Tan solo un derrumbamiento claro de las defensas en el este permitiría ese tipo de acción.
La ofensiva hacia el sur, hacia Melitopol, podría ser más fácil desde el punto de vista logístico y de cercanía relativa del objetivo estratégico, pero las al parecer muy bien preparadas defensas rusas la harían difícil. Ucrania no se puede permitir otra larga guerra de desgaste, como la de Bahkmut, por carecer de los medios necesarios, por la siempre importante moral de la población y por la necesidad de presentar resultados alentadores a unos gobiernos y poblaciones occidentales, en general tendentes al pacifismo a ultranza. Luego elaboraremos algo más sobre esta idea.
La maniobra que tendría resultados inmediatos y de gran alcance es un ataque hacia el este desde Kherson, pero se encuentra con el importante obstáculo del río Dniéper, ahora más ancho por la rotura de la presa de la central hidroeléctrica de Kajovka. No tengo, en absoluto, datos que confirmen mi hipótesis, mi deseo si ustedes quieren, pero sería un golpe maestro el que las fuerzas ucranianas pudieran pasar el rio en fuerza. De la información abierta disponible se deduce la práctica imposibilidad de esa opción, ya que no existen puentes permanentes y, que se sepa, tampoco disponen las fuerzas ucranianas de una cantidad suficiente de otros medios de paso. En la Segunda Guerra Mundial, el ejército Rojo sufrió cientos de miles de bajas intentando cruzar el Dniéper para avanzar sobre territorio ocupado por los alemanes. Pero las fuerzas ucranianas nos han sorprendido antes, ojalá lo puedan hacer de nuevo.
Llegados a este punto volvemos a la idea de por qué es importante para occidente, quizás incluso vital, seguir apoyando a Ucrania hasta que consiga, al menos, la mayoría de sus objetivos estratégicos. Y por qué debemos presionar a nuestros gobernantes para que no cedan a la tentación de satisfacer a los menos informados y a los más débiles de carácter, a los que buscan la paz a cualquier coste, sin entender que esa paz de hoy es a costa de nuestra libertad de mañana. Recordemos el principio de la Segunda Guerra Mundial y el supuesto apaciguamiento concedido a Hitler.
Existen varias razones, que expondré muy brevemente, por las que apoyar a Ucrania resulta de nuestro propio interés.
La victoria rusa empoderaría a Putin y le incitaría a seguir ampliando el ‘imperio ruso’ hacia el oeste. ¿Hasta dónde? Hasta el máximo que le permitamos, pero entonces tendríamos que hacerlo con nuestra sangre sobre el suelo a defender. La historia nos enseña, una y otra vez, que ceder a las exigencias de la fuerza es un camino que no tiene otro final que nuestro dolor futuro. Si occidente no apoya, sigue apoyando, a Ucrania, la derrota es segura y la guerra estará más cerca de nuestras fronteras.
Una victoria ucraniana ayudaría a disuadir a otros dictadores de emprender aventuras que rompen el equilibrio y la paz mundiales, que pretenden imponer la razón de la fuerza sobre la fuerza de la razón. Citemos a los Talibanes sobre buena parte de la población afgana, en particular d las mujeres. O China sobre Taiwán, tras haberlo hecho ya con el Tíbet. O tantos otros ejemplos actuales e históricos.
La victoria ahorrará miles de millones a los países occidentales, ya que es posible que Rusia nunca recupere la fuerza que ha gastado contra Ucrania. Su ejército ha sufrido más muertes en combate en Ucrania que en todas sus guerras desde la Segunda Guerra Mundial, combinadas. El Ministerio de Defensa británico estima que el 97 por ciento del ejército ruso está ahora comprometido con Ucrania. Por cada tanque, avión y división de infantería rusa que los ucranianos eliminen, la OTAN tendrá que gastar mucho menos para disuadir la agresión rusa en las próximas décadas.
Los costos de una victoria rusa en Ucrania serían astronómicos. Después de absorber Ucrania, Putin probablemente absorbería a Bielorrusia en una confederación Rusia-Ucrania-Bielorrusia. El recreado Kievan Rus amenazaría las fronteras de Moldavia, los estados bálticos, Rumania, Eslovaquia y Polonia.
La tercera Guerra Mundial, en contra de lo que muchos escriben, estaría mucho más cerca si Rusia derrota a Ucrania. Y también lo estaría si Chin, animada por la potencial derrota occidental en Ucrania, se animara a ocupar Taiwán y luego, por qué no, hacer del que ellos llaman ‘el mar del sur de China’ su lago particular, sojuzgando así todo el sureste de Asia.

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Gonzalo Fernández

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