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Columna Castrense

Por qué son tan necesarios… (II) (Dedicado a nuestros hombres y mujeres de la mar)

Mar gruesa en Alborán, olas de más de siete metros y a pesar de eso, leemos en la prensa o vemos en el telediario que un puñado de hombres y mujeres de la Infantería de Marina Española han salvado de una muerte segura e inmerecida a un fantasmal grupo de personas que, engañadas, embarcan hacia el infierno, en “primera clase”, hacia un puerto desconocido, donde a buen seguro, sólo les aguarda el miedo, la desesperanza y casi con seguridad, la muerte.
Rescatada la tripulación de un pesquero de altura vasco frente a las costas de Somalia por un equipo de la Fuerza de Guerra Naval Especial de nuestra Armada, sin que ni la tripulación de dicho barco ni los secuestradores, ya puestos a disposición judicial, hayan sufrido daños físicos.

Bien pudieran ser éstos los titulares de cualquiera de nuestras mañanas, pues no nos costaría mucho creer que reflejan la realidad de nuestros hombres y mujeres de la mar, pues de hecho, no es sino la realidad.

En España, en muchos pueblos y ciudades, especialmente costeros, celebran el Día del Carmen, día de los hombres y mujeres que buscan en el mar un lugar donde asegurarse un porvenir; un medio, a menudo hostil, donde recoger la “cosecha” que Poseidón les permite, tras echar las redes o la caña, en la fe de que ese vaivén continuo de su vida a bordo se torne en un futuro tranquilo “en tierra”, junto a los suyos, después de muchas noches de incertidumbre y de vigilia de éstos en la, por fortuna, cada vez menos habitual falta de información sobre sus héroes embarcados;noches de soledad, donde el fervor a la Virgen del Carmen era y es, a menudo, lo único que calmaba y calma sus inquietudes y temores.

Pero en nuestras Fuerzas Armadas, en España, tenemos otro tipo de pescadores; ellos no van en busca de peces, sino de la gloria o de la satisfacción, al menos, de encontrarlas en el sacrificio diario (y son muchos, pero que muchos los días que pasan a bordo) y en el cumplimiento de sus cometidos (que en la mar se vuelven a menudo complicados); van enbusca de esa tranquilidad interior que les dé el derecho de poner la proa hacia el puerto y arribar a éste, en la seguridad de que sus familiares y amigos son sabedores de su valía, de su dureza…de sus arrestos.

Salve, estrella de los mares,
de los mares iris de eterna ventura
salve fénix de hermosura
madre del Divino Amor.

Y a hombros sacan a su Virgen, remangándose los pantalones, para que ella no toque el agua al caminar, como su Hijo; esos hombros que soportan, además del peso de la talla que marcha sobre sus cabezas, el peso de la responsabilidad, cada uno a su nivel y es que en la mar, todos piensan, todos deciden, en cada actuación, pero siempre de forma coordinada por aquel en quien depositan su seguridad, su vida; por quien comanda su nave, en la soledad que tiene quien debe ordenar cosas que, en ocasiones, no se entienden, son impopulares o exigen de nosotros un plus de entrega; aquel que vela, desde el puente de Mando por la “vida” de su nave y la de su tripulación
La soledad del Mando, que se encarna a la perfección en la de un Comandante de un buque, civil o militar, que recluido en su continua reflexión, valora sin cesar cada uno de los incontables e imponderables factores que inciden en la singladura, sabiéndose el único y total responsable de todos los que “pueblan” el barco; siendo plenamente consciente de que no hay lugar para la duda, no hay espacio para el error, lo que en ocasiones pudiera percibirse como un alejamiento de cuantos trabajan a diario bajo sus órdenes, mas es bien todo lo contrario, pues éste es su verdadero “seguro de vida”, su “póliza perfecta”, sin “letra pequeña”, sin “afán de lucro”, sin dobleces, sólo con espíritu de servicio, pues Mandar es Servir.

Su aspecto gélido, a veces lejano
parece que vive sobre un pedestal
pero no encontraréis servidor igual
pues tiene siempre su ayuda amano.

Guía sus vidas con temple y acierto
sus hombres no dudan en obedecer
pues bajo su Mando nada hay que temer
con rumbo seguro alcanzamospuerto
El santanderino Juan de la Cosa, el granadino Álvaro de Bazán, los vascos Blas de Lezo, Juan Sebastián el Cano yChurruca,el pacense Núñez de Balboa;o Gravina… Juan de Austria…Colón…y otros muchos héroes de España que encontraron la gloria en su vida en el mar o a través de él; pero no hay que irse tan lejos para adivinar que en cada salida, en cada travesía, el trabajo de muchos ellos hace de sus vidas un incierto equilibrio entre el riesgo y esa fatal atracción por ese medio, cuna de la vida y en ocasiones, de muerte.

No se entiende la historia de España sin la aportación de nuestros Marinos, civiles y militares, que han buscado con ahínco extender nuestra forma de ser allende los mares o defender nuestros intereses y nuestras propias vidas en el campo del honor, a menudo en condiciones muy desiguales, pero que han tornado en favorables, en razón a su pericia, imaginación, valor y temple.

Gestas que, lejos de olvidarse, se escriben con letras de oro en los anales de nuestra historia, para nuestro orgullo e incluso para la admiración de muchos de nuestros entonces rivales, que han sabido ver, hasta en nuestras escasas derrotas, el valor del esfuerzo, lo especial de nuestro carácter, lo singular de nuestra bizarría, lo inmortal de nuestro sacrificio.

No se entiende España sin su contribución, en base a ese espíritu aventurero que les impregna a todos ellos y que nos asegura un porvenir como nación, única y sin igual, dentro de este mundo cambiante y en ocasiones, de futuro incierto, pero que con hombres y mujeres de su valía, nada debe temer.

A nuestros hombres y mujeres del mar, en especial a nuestros hermanos de la Armada Española y de la Compañía de Mar de Melilla, en el día de su Patrona, La Virgen del Carmen, con el deseo de que ésta, con su manto protector, les asegure siempre arribar a puerto seguro.

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