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Carta del Editor

Pensar para uno mismo

En estos días de relativa paz navideña termino de leer “La embriaguez de la metamorfosis”, novela póstuma de Stefan Zweig, en cierto modo explicativa de la decisión que tomó poco tiempo después, suicidarse, ante el avance del Estado terrorista. El libro empieza de manera algo premiosa, pero termina de una forma brillante, con frases y pensamientos geniales, escritos con la habitual elegancia del gran escrito vienés. “Ahora concibo lo maravilloso que es pensar para uno mismo… A lo sumo nos puede derrotar (el Estado), pero ya llevamos bastante tiempo derrotados”. Lo maravilloso, y dificultoso -a veces imposible- que es pensar para uno mismo. Una aventura a la que merece la pena lanzarse, a pesar de las tremendas dificultades que tal propósito entraña (treinta y cinco años de vida del periódico MELILLA HOY, dentro de pocos meses, es una muestra patente de la dificultad de ciertos propósitos).

La Navidad nos ha traído una gran noticia: el acuerdo Unión Europea-Gran Bretaña. Gran noticia de presente y de futuro. Un pacto Bruselas-Londres alcanzado en el último momento, un acuerdo comercial -plasmado en casi 2.000 páginas, que serán traducidas a los 24 idiomas oficiales de la UE- y que entrará en vigor el 1 de enero de 2021. “Las empresas británicas tendrán acceso ilimitado al mercado europeo de la UE, 450 millones de personas, y las empresas europeas podrán seguir comerciando con el Reino Unido en las mismas condiciones que en la actualidad”, publicaba el viernes el diario El País.

El texto del acuerdo, que deberá ser firmado por los 27 Gobiernos de la UE, no atañe al Peñón de Gibraltar, dado que España consiguió que cualquier acuerdo sobre la relación futura del Peñón con la Comunidad Europea estuviera sujeto a la aprobación de nuestro país, así que las dos partes siguen negociando bilateralmente para intentar evitar una frontera dura en Gibraltar, como la que existe ahora en la fronteras terrestres de España con Marruecos, dos países oficialmente “amigos” pero que, a juicio de la mayoría de ceutíes y melillenses, parecen -por parte de Marruecos- todo lo contrario, crudamente enemigos.

Porque la mala noticia para melillense y ceutíes durante estos días navideños la ha proporcionado, una vez más, el Gobierno de Marruecos. Mala noticia que puede tener un aspecto positivo: el de reorientar nuestro futuro económico hacia España y Europa, entrando en la Unión Aduanera Europea y manteniendo nuestras históricas ventajas fiscales, digan lo que digan los funcionarios, políticos y empresarios afectados que, con buena o mala fe -pero con demasiada ignorancia, en mi opinión- defienden lo contrario.

Había gran expectación este año sobre el tradicional discurso de Navidad del Rey Felipe VI, discurso precedido de supuestas presiones y discrepancias entre el Rey y su Casa Real, por una parte, y Pedro Sánchez y su complejo Gobierno, por otra. Lo esperable era que, con ese ambiente previo, el discurso fuera suave y generalista, y así fue. “El Rey -como resumía el diario El País- centró su discurso en la pandemia y no mencionó a su padre”, excepto en una mención de tipo general: “Los principios éticos obligan a todos sin excepción “. Felipe VI fue proclamado Rey ante las Cortes Generales el 19 de junio de 2014. Han transcurrido ya más de seis años y el Rey ha demostrado una sensatez y un equilibrio muy necesarios en tiempos difíciles, como son estos, en los que los socios que mantienen al Gobierno Sánchez claman por la República, esto es, por el fin de la Monarquía Constitucional, sobre la que se sustenta la unidad de España, precisamente lo que los comunistas en el Gobierno no quieren que suceda.

El Rey está más próximo a la deontología -del griego déon, deber- que a la teleología -del griego télos, propósito o fin- y, en cualquier caso, no se muestra en absoluto de acuerdo -como hace algún gobernante- con la famosa y cínica frase del genial Groucho Marx: “Si no le gustan mis principios, tengo otros”.

Posdata
Se acercan las vacunas anticovid. Yo creí que iba a existir un casi universal consenso a favor de ser vacunados, por aquello de la seguridad en peligro y el miedo a la enfermedad. Pero creo que me equivocaba: cada vez hay más personas, médicos incluidos, que aseguran que, por mucho que les digan y les amenacen con incluirlos en listas negras, no se van a vacunar, hasta que no se demuestre, en los demás – “conejillos de indias”- que la vacuna es eficaz y no dañina. El denominador común de los descreídos de la vacuna: que se la pongan antes todos los miembros del Gobierno y sus infinitos asesores y colocados.

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