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Pan y circo

Lo de la Final de la Copa del Rey de Fútbol no tiene nombre y se ha convertido en una costumbre que se repite, sin que se tomen medidas ni los responsables sean sancionados como se merecen. Se entiende que el resto de países de nuestro entorno nos mire con desprecio, cuando ven que se permite ultraje semejante a nuestras instituciones, durante un partido de fútbol en el compiten dos equipos españoles, por un trofeo que entrega el titular que le da nombre.

Si no nos respetamos a nosotros mismos, ¿cómo nos van a respetar los demás?
No se puede consentir que se insulte de manera tan vil y abyecta a nadie y menos a Su Majestad el Rey de España en su propio país. Mientras, a su lado, Don Arturo Más se regodea y sonríe cínicamente, satisfecho por la bravuconada de dos aficiones embrutecidas y hábilmente manipuladas por unos ¿políticos?, que solo miran por su propio interés y enriquecimiento, como a la vista está. Y no me refiero solo a los políticos catalanes; me refiero sobre todo, y lo más grave, a los políticos nacionales.

Con ese acto indigno no se ofende únicamente al Jefe del Estado o al himno de la nación, representantes de todos los españoles por encima de ideologías, siglas, colores o procedencia; nos insultan a todos: andaluces, vascos, catalanes, valencianos, de cualquier comunidad, ciudad, pueblo, villa o caserío, sin que nuestros dirigentes hagan nada por evitarlo. Me consta que muchos vascos y catalanes se han sentido también humillados, ya que en su mayoría se consideran lo que son, españoles. Y para ellos es incluso más doloroso, porque ni siquiera pueden exteriorizar sus sentimientos ante una minoría de energúmenos que les hacen la vida imposible, con el beneplácito de unas autoridades corruptas y condicionadas por intereses espurios. A las cuales les viene muy bien que los susodichos energúmenos les ayuden, con sus burradas, a crear una cortina de humo que esconda sus actividades, poco o nada lícitas. Ya se sabe: pan y circo. Puesto que se sabía lo que iba a ocurrir, y ya que nadie tiene los suficientes redaños para impedirlo, ¿no habría sido más sensato que ese partido se disputara en un campo neutral, que no fueran Barcelona ni Bilbao? En Madrid o Sevilla, pongamos por caso; en ninguno de estos lugares se habría dado un espectáculo tan bochornoso, para nosotros mismos y de cara a la comunidad internacional.
¿Y por qué Don Arturo Más no se ha negado a que este evento se celebrara en “su” país, si dice que no es España? Pues no, se ha celebrado en Barcelona, con lo cual todos los beneficios que genera un acontecimiento deportivo tan importante, empezando por el arrendamiento del estadio a la Federación Española de Fútbol, se han quedado allí. ¡Ah!, pero “la pela es la pela”, ¿no, Don Arturo? Encima…Siento vergüenza y pena. Vergüenza, por una clase política que, con honrosas excepciones, nos manipula, nos roba, nos engaña y ridiculiza, además de provocar desunión y enfrentamiento entre los españoles. Pena, por un país como el nuestro rico en paisajes, en gastronomía, en cultura y en Historia, pero sobre todo rico por sus gentes, que han sabido superar las adversidades y desgracias muchas veces provocadas por la mala gestión de sus gobernantes. Hay unos versos del Cantar de Mio Cid que demuestran que en nuestra querida España no hay nada nuevo bajo el Sol: “¡Dios, qué buen vasallo, si hubiese buen señor!”

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