Dice el diccionario de la RAE que la palabra “prospectiva” deriva del latín “prospicere”, mirar. Y viene a significar “al conjunto de análisis y estudios sobre las condiciones técnicas, científicas, económicas y sociales de la realidad futura con el fin de anticiparse a ello en el presente”, … …esta es una rara y difícil habilidad que, por citar un ejemplo, los meteorólogos conocen y en el que con modernos modelos de ordenador capaces de manejar miles de datos tratan de saber el tiempo a medio y largo plazo con cierto margen de acierto. La realidad social de Melilla es tan compleja que no se circunscribe a simples fuerzas meteorológicas como el poniente o el levante, y es por ello que necesita de esa “mirada” inteligente capaz de interpretar los signos de dichas condiciones sociales, culturales y económicas que, casi inconscientemente, van dirigiendo el rumbo futuro de una Ciudad intercultural como la nuestra. No se trata de una labor de adivinación, sino de elaboración intelectual de consecuencias lógicas que se pueden ir deduciendo de las líneas y de los caminos que se van trazando por las fuerzas generadoras y las reactivas o erosivas, pero, para ello se necesita de personas con una aguda “visión” en la mirada, capacidad e inteligencia innata que permita la prospectiva correcta y acertada dentro del abanico de futuros plausibles. Esta especial habilidad es un arte que se puede aprender si has ido de la mano de grandes maestros como pudieron ser Pierre Bourdieu. Michel Foucault, Jacques Lacan, Françoise Choay, Miguel Rojas Mix, Mohamed Métalsi, Abdelwahab Meddeb, Adonis, Juan Goytisolo, Mohamed Choukri, Jacques Derrida,Clifoord Geertz, Edward Said, Sami Nair, Edgar Morin, Alain Touraine,Gilles Deleuze, Félix Guattari,François Lyotard etc., y así un numeroso listado de grandes pensadores que coincidieron en algún momento de sus vidas con la de Mustafá a lo largo de sus años de estancia en Tánger, París, Granada y que él supo –gracias a esa memoria prodigiosa de varios gigas que le caracteriza- guardar y atesorar en el ámbito de su personal saber humanista. Y todo ello a propósito de una vida que se desenvuelve en el conocimiento profundo de las culturas mediterráneas desde un pensar positivamente “afrancesado” y por tanto, cargado de libertad, laicidad y respeto por las religiones en su razón de igualdad y que es capaz, como ha demostrado en su reciente libro: “Ciudadanía plural y mezcla de culturas en Melilla en la era de la globalización”, de ir de los conceptos generales y de la teorías universales que discurren por las amplias avenidas del pensamiento a las ideas concretas de la experiencia vivida en las callejuelas de Melilla o Tánger. Este pensar es absolutamente necesario en los tiempos de dificultad y de cambios a los que estamos sujetos porque es el único que puede darnos una perspectiva alejada de nuestra realidad y siempre que se respete en su libertad, pues es fácil que aquellos aspectos “extraños” o “anquilosados” que se ha establecido y normalizado quieran perpetuarse en su pasar desapercibidos y en no desear siquiera ser reconocidos o nombrados. Esperemos que esta labor difícil de llamar a las cosas y las personas por su nombre sea debidamente reconocida y protegida por las autoridades correspondientes y que su periplo en Melilla sea agradable. Porque, como decía uno de mis maestros: “Un hombre bien comido es siempre un hombre bueno, y un hombre bien bebido, es siempre un hombre sabio” y ése sí que es capaz de mirar más allá de las simples apariencias.
El urbanista Akalay seduce con su amabilidad, con su trato respetuoso, de hombre educado en Tánger internacional y Paris. Tras su humanismo sin límites Akalay esconde igualmente un esteta y un hombre de preclara inteligencia. Lo considero no solamente como colega estimado sino como amigo. Siempre me es grato charlar con él con ocasión de nuestras tertulias en Melilla.
