Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Logo de Melilla hoy

CARTA DEL EDITOR

Muertos en vida, Ramadán y elecciones

melillahoy.cibeles.net fotos 924 ilustr d

Dos vidas paralelas, la de Boabdil y Pétain, que nos hacen reflexionar sobre lo efímero de la fama, lo relativo de la existencia, la futilidad, a veces, de los sufrimientos autoalimentados, lo relativamente fácil que puede llegar a ser, como le acaba de ocurrir a Jordi Pujol, pasar de ser un vivo "molt Honorable" a un muerto en vida, pasar de ser visto como el faro moral de Cataluña a ser considerado un mezquino contador de, muchos, billetes, un vulgar trincón.

¡Uff, qué calor húmedo! Para intentar combatirlo intensifico mi hábito de leer y descubro a un gran escritor, el malagueño Antonio Soler, vía uno de sus libros, "Boabdil, Un hombre contra el destino", una biografía magnífica del último y atormentado rey nazarí, señalado por un destino trágico e inevitable, amigo de un natural enemigo, Gonzalo Fernández de Córdoba, el que fuera más tarde conocido como El Gran Capitán, quizás el mejor militar de la historia española. Boabdil derrocó a su violento padre, rey de Granada, fue la esperanza de su reino y terminó su vida como rey tras rendirse ante los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, tratando de evitar el trágico final que esperaba a los granadinos en el caso de continuar una batalla inevitablemente perdida. Pasó de ser considerado una esperanza popular a ser tratado como un perdedor y un traidor, que pasó los últimos años de su vida exiliado en Fez, aunque hoy la historia -gracias, entre otros, a escritores y biógrafos como Antonio Soler- le contempla sobre todo como una persona sensible que sufrió mucho, incapaz de superar lo que siempre consideró, él mismo, como un cruel destino inevitable.
Paralelamente leo una biografía sobre el mariscal francés Philippe Pétain, escrita por el norteamericano Herbert R. Lottman, con la habitual catarata de datos a los que los historiadores anglosajones nos tienen acostumbrados. Pétain fue un héroe durante la I Guerra Mundial, el militar al que se le adjudicó el máximo mérito de la victoria de Verdún, lo que le convirtió en un ídolo popular nacional. Durante la II Guerra Mundial las tropas alemanas de Hitler vencieron a las francesas y Francia recurrió a su héroe, que se vio en la necesidad de pactar con el vencedor, salvar lo que se pudiera del territorio francés (Vichy) e intentar evitar el colapso total francés, país del que, a diferencia de lo que hizo De Gaulle, Pétain se negó a salir, consumando su tragedia, ya anciano y siempre consciente de que se iba a considerar como traición lo que él creía su deber como patriota francés. Fue condenado a muerte como "colaboracionista", aunque pasó los últimos nueve años de su larga vida (murió a los 95 años) en prisión. Pasó de héroe a villano. Fue un gran militar con honor y un político que careció de la experiencia precisa en aquel tiempo, y esa la percepción que de él perdura hoy en día.
Dos vidas paralelas, la de Boabdil y Pétain, que nos hacen reflexionar sobre lo efímero de la fama, lo relativo de la existencia, la futilidad, a veces, de los sufrimientos autoalimentados, lo relativamente fácil que puede llegar a ser, como le acaba de ocurrir a Jordi Pujol, pasar de ser un vivo "molt Honorable" a un muerto en vida, pasar de ser visto como el faro moral de Cataluña a ser considerado un mezquino contador de, muchos, billetes, un vulgar trincón. "El catalán más importante de los últimos 50 años se ha inmolado… para intentar salvar el pellejo de sus hijos… se ha convertido en un muerto en vida que camina irremediablemente hacia su extinción definitiva en el lugar reservado al olvido", escribía la periodista Carmen Rigalt en una columna de El Mundo -el diario que destapó el escándalo Pujol- el miércoles pasado. Y ha sido el mismo Artur Mas, el político que le debe todo, incluyendo su deriva independentista, a Pujol, el que se ha encargado de anunciar públicamente su destierro. Además, da toda la impresión de que Pujol tampoco va a lograr salvar el pellejo de sus hijos.
Quizás si Pujol hubiera logrado que Mas consiguiera a tiempo, antes de que se hiciera público y resultara imborrable el escándalo, la independencia de esa España que, según ellos, "les roba" (no sé si tanto o más que Pujol, según los independentistas) ahora el muerto en vida seguiría siendo el Honorable faro moral de Cataluña, pero… no ha habido suerte (para Pujol y Mas), aunque sin embargo es más que muy probable que sí haya habido suerte para España, incluyendo a la mayoría de los catalanes.
Esfuerzo sí han tenido que hacer, bien que en un tono menor, los musulmanes practicantes melillenses y ceutíes, porque su ayuno de Ramadán ha durado un día más que el del resto de los musulmanes del mundo, españoles incluidos. ¿La razón? Pues que a los imanes de Melilla -y de Ceuta- les paga el Ministerio de Asuntos Religiosos de Marruecos (peor sería que les pagara Arabia Saudita, me dicen algunos amigos locales) y como, aún en contra de las tesis (no sé cómo se atreve a hacerlo la cruel realidad) de Podemos y Pablo Iglesias, todavía se mantiene la curiosa costumbre de que el que paga manda, es el Rey de Marruecos, a su vez jefe espiritual de los musulmanes marroquíes, el que decide cuándo termina el Ramadán, y decide siempre que no termina cuando otros lo dicen. El curioso resultado es que cuando todos los musulmanes españoles festejaron el Aid El Fitr el lunes, los melillenses y ceutíes lo hicieron el martes, día en el que nuestra ciudad vivió un cierre casi total de establecimientos, la ausencia casi total de tráfico (qué pena para el capitán América no poder perseguir a alguien ese día, ni filtrar información, ni hacer una imputación falsa de algún delito), la escasez de movimiento en general en nuestra ciudad, convertida en una especie de solaz temporal, con tintes fantasmales.
Poco esfuerzo, sin embargo, me parece que va a tener que hacer Juan José Imbroda para que su partido le presente como cabeza de lista a las muy importantes elecciones locales de mayo del próximo año. No se vislumbra oposición alguna dentro del PP al manifestado deseo del líder y la coletilla de Juan José Imbroda de que se presentará si su partido lo acepta no deja de ser más que un evidente adorno, aunque se pueda argumentar, como es el caso, que es "Madrid" el que oficialmente tiene la capacidad de nombrar al candidato electoral, en este caso a la presidencia de la Ciudad Autónoma. ¿Es él el mejor candidato posible para el PP y, lo que es más importante, para Melilla? Pues, dadas las circunstancias y a día de hoy -todavía lejano de la fecha electoral- , sí me parece claro que lo es, y si pesan más los deméritos ajenos o los méritos propios creo que eso es, en las presentes circunstancias, relativamente insustancial. Pero dicho eso, me permito insistir en lo que escribí y mantuve hace cuatro años, hasta poco antes de las anteriores elecciones locales: el mandato de la mayoría de los ciudadanos melillenses a Imbroda (el que tiene más posibilidades de ganar, o a quién termine gobernando) no es, no va a ser, que siga haciendo más de lo mismo, sino que se produzca una verdadera renovación, un mejor aprovechamiento de los recursos melillenses disponibles (que no son tan escasos), un apoyo decidido a la pequeña y mediana empresa local, una adecuación profunda de lo oficial a la realidad melillense actual, que es muy diferente de la que fue.

Loading

Más información

Scroll al inicio

¿Todavía no eres Premium?

Disfruta de todas
las ventajas de ser
Premium por 1€