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“Mi premio es la satisfacción que me llevo de poder ayudar a la gente en Barrio Chino”

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De los cuatro pasos fronterizos que enlazan Melilla con Marruecos, el de Barrio Chino es probablemente el que pasa más inadvertido para los melillenses al estar destinado al tránsito peatonal y, sobre todo, a los porteadores marroquíes que viven de llevar grandes bultos al otro lado de la valla. Sin embargo, esa frontera supone un verdadero sustento económico para muchos comercios y las arcas públicas de Melilla, y también para quienes cargan con la mercancía, que gracias a esta labor pueden llevar el pan a sus casas. Abdeselam Mimon Mohamed conoce muy de cerca este peculiar paso fronterizo porque lleva seis años prestando servicio en él como guardia civil, buscando de forma permanente el equilibrio y el orden público que la penuria y la muchedumbre amenazan con romper a cada segundo. Este melillense acaba de recibir uno de los premios Fundación Legado Alfonso XIII que la Guardia Civil ha entregado este año a siete agentes de toda España por servicios de especial relevancia. Así se considera el trabajo que Abdeselam Mimon realiza a diario en Barrio Chino, donde se ha convertido en toda una institución y un referente para porteadores, comerciantes y sus propios compañeros del Cuerpo. Abdeselam Mimon lleva 24 años en la Guardia Civil, una cuarta parte de ellos en el paso de Barrio Chino. En realidad podría estar en un puesto mucho más tranquilo, como conductor del capitán de Compañía, pero este agente ya demostró hace tiempo que está hecho de una pasta especial cuando renunció a ese trabajo de relativa comodidad en la Comandancia porque no podía quedarse tranquilo al escuchar a través del walkie los gritos, lloros y lamentos de las porteadoras ante el caos de esa frontera.

En realidad, él decidió empezar a trabajar en la Guardia Civil cuando tenía 20 años para ayudar a su ciudad en algo que considera trascendental: que los pasos fronterizos funcionen de una manera ágil para beneficio de todos. “La vida de la ciudad es la fluidez en la frontera. Que haya fluidez en la frontera es fundamental para las dos partes. Aquí tenemos una responsabilidad y un trabajo que cuando hay fluidez salen todos beneficiados y cuando no funciona bien, pierden todos”, afirma convencido justo a diez metros de la puerta de Barrio Chino, que ha vivido un antes y un después en los últimos años gracias, sobre todo, a la implicación de este agente.

Abdeselam cree que este objetivo de la fluidez adquiere una mayor importancia cuando de ella depende que miles de familias de aquí y de allí puedan llevar algo de dinero a sus casas. Sobre todo las porteadoras, que son en muchos casos mujeres mayores e incluso discapacitadas que deben dar al menos un viaje o dos cargando pesados bultos a sus espaldas para poder llevar un poco de pan a sus casas. Este agente es consciente de ello y por eso lleva seis años dirigiéndose cada mañana a primera hora al paso fronterizo de Barrio Chino, ubicado justo a los pies del monte Gurugú, donde la sola presencia de este agente tan cercano calma la tensión de los porteadores.

MELILLA HOY pudo comprobarlo ayer ante un considerable tapón de porteadoras en el carril que tienen junto a la carretera que lleva hacia la puerta de la frontera. Al percatarse del problema, Abdeselam se dirigió con paso calmado y se metió dentro para ir coordinando el tránsito. En apenas unos segundos, lo que estaba paralizado comenzó a circular como cuando se deshace el nudo a la manguera y el agua vuelve a fluir. Los nervios y chillidos cesaron por completo casi por arte de magia con la intervención de este agente, que se ha hecho imprescindible en la frontera tanto para la Guardia Civil como para los propios porteadores, aunque él, por su humildad, no lo quiera reconocer.

Ayudar a todo el mundo
Porque Abdeselam Mimon Mohamed, además de controlar el paso y buscar que no se desequilibre la balanza en el caos diario en el que vive Barrio Chino, también ejerce como ATS, mediador, psicólogo y hasta de “abogado de los pobres” durante las horas que pasa en aquel submundo que empieza a partir de la rotonda de los tres stop. Su trabajo como agente de la Benemérita siempre va más allá del deber asignado y por eso no es extraño que todo el mundo recurra a él cuando tiene un problema, hasta para pedirle consejos personales.

Y este guardia civil se muestra encantado de poder echar una mano a quien más lo necesita. “La satisfacción que me llevo yo aquí es la de ayudar a la gente, a los más desfavorecidos. La verdad es que ese es mi premio, más que el que me acaban de dar”, afirma Abdeselam justo una semana después de haber estado en Madrid recogiendo un galardón que hace justicia a tanta entrega en un paso fronterizo para el que prácticamente no hay voluntarios para prestar servicio. Ya lo dijo hace unos días tras ser recibido por el delegado del Gobierno al afirmar que “Barrio Chino es un trabajo que todo el que llega, no vuelve”.

En cambio, él es allí está abonado porque “ayudar a esta gente es muy gratificante espiritualmente hablando”. “Esto me da una satisfacción interior y una alegría, además del sufrimiento y el sacrificio que supone”, afirma Abdeselam Mimon mientras trabaja en una frontera donde su esfuerzo se centra, sobre todo, en atender a las mujeres mayores que se ven en inferioridad frente a los porteadores jóvenes varones. Este guardia consigue casi siempre equilibrar la balanza que supone la competencia entre las 2.000 o 3.000 personas que pasan diariamente mercancía por Barrio Chino.

Uno de sus retos es inculcar la solidaridad entre todas las partes que intervienen en el comercio atípico para que el paso fronterizo no estalle en mil pedazos. Él mismo se propuso este objetivo después de la muerte de una porteadora en noviembre de 2008, un trágico suceso que marcó un punto de inflexión en el Barrio Chino.

Abdeselam recuerda bien aquel día, el peor de todos, y después del cual decidió intervenir para intentar cambiar las cosas: “Reuní a todo el mundo y les di una charla aquí. Les dice que esto no podía seguir así y que la Guardia Civil está a diario en la frontera para el orden público, pero que era necesario que ellos se implicaran también siendo solidarios y ayudándose mutuamente”.

De momento, ya ha conseguido grandes cosas, como por ejemplo, que los dueños de las mercancías hagan colectas para comprar medicinas para algunos porteadores que están enfermos y no ganan lo suficiente para costearse los tratamientos. Una vez, incluso ayudaron a que una porteadora sin recursos pudiera operarse de una hernia en Nador hace un par de años, algo de lo que Abdeselam Mimon está especialmente satisfecho.

“Comparto el premio con ellos”
Pero de momento, el que más pone de su parte es él, que además de organizar el paso, también ha implantado mejoras en las condiciones de los porteadores. Por ejemplo, empezó a regalar hace años los patines de sus hijos para que porteadores deslizaran los bultos en vez de cargarlos sobre su espalda. Hoy el uso de las ruedas está completamente extendido en Barrio Chino, donde Abdeselam ha creado con sus propias manos una zona para que los porteadores puedan descansar a la sombra.

Para ello, plantó hace un par de años varios eucaliptos ante la risa incrédula de quienes pensaban que no llegarían a crecer. Hoy, gracias a sus cuidados, son árboles de varios metros bajo los que ha instalado unos bancos que ha fabricado con palés de madera. “Es el Parque Hernández de Barrio Chino”, comenta riéndose este guardia civil al que le surgió la idea en un día de verano de calor sofocante, y que observa con alegría cómo él mismo ha conseguido crear un pequeño oasis de tranquilidad en medio del barullo que forman tantas personas necesitadas.

Admite que nadie más allá del Barrio Chino sabía que eso lo había hecho él porque quería permanecer en el anonimato, pero ahora ya le resulta difícil desde que ganó el premio Fundación Legado Alfonso XIII, instaurado en 1922 para reconocer los servicios humanitarios más distinguidos realizados por componentes de la Guardia Civil.

Estos últimos días le han llovido las felicitaciones de los porteadores, a los que Abdeselam Mimon admira por el esfuerzo que hacen. “Habría que darles un premio a ellos más que a mí. Se merecen el premio de la lucha diaria, del trabajo, del sacrificio… Que para ganarse cinco euros tengan que cargar 50 kilos, eso merece un premio. Así que yo comparto el mío con ellos también y se lo he dicho a todos”, afirma de manera totalmente natural, sin artificios y de forma sencilla, como es él en su vida personal y profesional.

Porque este agente recuerda que la Guardia Civil hace en la frontera “una labor humanitaria” ayudando a estas personas a que se puedan ganar la vida y a sentirse un poco más valorados como personas. Por eso insiste en que es necesario “humanizar un poco el Barrio Chino” para que los objetivos de la prensa que tanto van por allí no se detengan simplemente en el morbo de siempre, sino que busquen el componente humano de esas personas que tratan de alimentar a sus familias. “No piden dinero, solo están pidiendo un camino para poder salir. Nosotros estamos para eso y para lo que podamos ayudarles”, recuerda Abdeselam Mimon, el agente al que todo el mundo busca y quiere en el Barrio Chino, el lugar donde quiere estar destinado “hasta que el cuerpo aguante” para sentirse realizado ayudando a los débiles, su principal meta.

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Redacción

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