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Más seguridad en el puerto y el aeropuerto

Melilla quiere, necesita y merece más seguridad para su puerto y aeropuerto que la que tienen ahora, porque son infraestructuras estratégicas e imprescindibles para el desarrollo social y económico de la ciudad El suceso del polizón del aeropuerto ha generado tal alarma y perplejidad entre la opinión pública melillense, que va a ser difícil que se pueda recuperar a corto plazo la confianza en la seguridad de una infraestructura crítica como ésta para un territorio extrapeninsular como es Melilla. Ayer conocimos el dato, más de 330.000 personas pasaron por el aeropuerto en 2016, que sumados al movimiento de empleados y del resto de trabajadores de esta instalación, podría incluso superar el millar de personas diario. No hay que olvidar que además del aeropuerto civil, aquellas instalaciones también albergan el aeropuerto militar y otras dependencias de seguridad, como es la perrera de la unidad del Servicio Cinológico de la Guardia Civil e incluso el helicóptero de este cuerpo que custodia nuestra valla desde el aire.
La importancia de la seguridad en esta infraestructura estratégica y crítica es más que evidente, especialmente cuando hablamos de un aeropuerto que ejerce un papel clave para nuestra conectividad con el resto del territorio nacional. Si imprescindible es para cualquier ciudad que su aeropuerto funcione como un reloj suizo en todos sus aspectos, para Melilla lo es aún más, porque los aviones son nuestras autopistas para llegar a Madrid o Málaga rápidamente. También porque la confianza de la población es imprescindible para el transporte aéreo, especialmente en esta ciudad, que sabe por desgracia lo que es una tragedia en este ámbito.
Por todo este cúmulo de razones, no es difícil suponer que hará falta tiempo y más que una reunión del delegado del Gobierno con los mandos de la Policía y la Guardia Civil para que la población pueda volver a tener confianza en la seguridad del aeropuerto después del grave fallo ocurrido hace menos de una semana. Sobre todo cuando, como decía días atrás Mustafa Aberchán, a los viajeros se les inspecciona de forma exhaustiva antes de entrar al avión, mientras por la puerta de atrás y sin que nadie lo detecte, se cuela un individuo que podría haber causado, si hubiera querido, un daño irreparable.
Lo lamentable, y también preocupante, es que esto ocurre a diario en el puerto con los magrebíes, menores o adultos, que quieren llegar a Europa a toda costa como polizones. Lo mismo que hemos apuntado en líneas anteriores con el aeropuerto se aplica también al puerto, por donde el año anterior pasaron más de 800.000 viajeros y miles de vehículos. Es mucho lo que nos jugamos con el transporte marítimo como para que cada día haya que estar detrás de decenas de inmigrantes, alguno de los cuales terminan colándose, como sucedió este martes, cuando un joven fue sorprendido bajo el capó de una furgoneta que desembarcaba en el puerto de Málaga procedente de Melilla. En este caso, cabe la misma pregunta que muchos se han hecho con el polizón del aeropuerto: ¿y si su intención hubiera sido llevar explosivos en vez de llegar de forma irregular a Europa?
Melilla quiere, necesita y merece más seguridad para su puerto y aeropuerto que la que tienen ahora, porque son infraestructuras estratégicas e imprescindibles para el desarrollo social y económico de la ciudad. Pero al mismo tiempo, aquellos partidos de la oposición que están poniendo, con razón, el grito en el cielo, deberían reflexionar sobre su falta de coherencia a la hora de hacer esta reivindicación mientras por otro lado están pidiendo derogar la Ley de Seguridad Ciudadana, intentando dejar a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado con menos herramientas para poder actuar e intervenir cuando de verdad es necesario. Porque encima, por si no fuera poco con lo ocurrido en el aeropuerto, resulta que el polizón fue puesto ayer en libertad y muchos dudan que el viernes aparezca por dependencias policiales para hacer efectiva su expulsión, como suele ocurrir con quienes incumplen la Ley de Extranjería. Parece claro que este capítulo del aeropuerto debe marcar un punto de inflexión en un grave problema antes de que nos termine estallando en las manos.

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