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Tribuna Pública

Último informe del Real Instituto Elcano: seis precisiones y un acierto

Un nuevo informe del Real Instituto Elcano ha puesto sobre la mesa una vez más el deficiente conocimiento de las realidades sociológicas y políticas de dos ciudades españolas desde hace más de cinco siglos, Melilla y Ceuta. Los últimos años, debido esencialmente al auge del terrorismo de base islamista, el desarrollo de procesos de cambio en el Magreb, con las conocidas primaveras árabes y la propia inestabilidad en una zona cercana a Europa como es el Sahel o en cierto termino, Oriente Medio, han puesto sobre el tapete la preocupación existente, suponemos, en determinados centros de decisión en nuestro país, en torno a estas dos ciudades norteafricanas que, si seguimos lo expuesto en los análisis que se hacen al respecto, constituirían dos problemas de dimensiones incalculables. Insisto en un detalle, hablamos de dos ciudades de ochenta mil habitantes. Este parece ser el problema, algo absurdo.

El último informe del Instituto Elcano, coordinado por Féliz Arteaga, investigador de este centro de estudios y análisis, suponemos que en nómina, persiste en el mantenimiento de los mismos tópicos que, sobre Melilla y Ceuta, se han ido extendiendo en los últimos años, fruto en cierto modo, del desconocimiento de dos realidades algo más complejas de lo que aparentan en los análisis practicados. Este informe incide en algunos de ellos. Vamos a comentar seis de esos tópicos, fruto del desconocimiento, imagino, de quienes han elaborado el informe. Resulta algo cansado incidir en estas cuestiones, pero creo, sinceramente, que son pertinentes.

Comienza el informe considerando que Melilla y Ceuta “han representado un problema en las relaciones con Marruecos debido a sus periódicas reivindicaciones de soberanía”. Bien en ese caso el problema no son ni Ceuta ni Melilla sino esa reivindicación, ilegal, desde el punto de vista del derecho internacional. Melilla y Ceuta no son el problema. El problema es el nacionalismo rampante de la monarquía marroquí que incide en la reivindicación de las dos ciudades. Ello ha generado un conflicto en las relaciones entre los dos países pero, insisto, no por la existencia de Melilla y Ceuta, sino por las pretensiones marroquíes. El contencioso es unilateral.

Afirma el informe que “el comercio atípico representa un coste elevado para Marruecos en términos de perdida de ingresos arancelarios y de impuestos indirectos”. Creo que Arteaga confunde los términos. Lo que perjudica a Marruecos es la persistente obsesión del rey dictador alauita de impedir la creación de una aduana en la frontera de Melilla y Ceuta, pues de ese modo se solucionaría el problema. Nada ni nadie, excepto el rey dictador de Marruecos, impide a Marruecos ejercer su derecho a cobrar aranceles. Segunda conclusión, Melilla y Ceuta no perjudican a Marruecos, le perjudica el rey marroquí y su inadecuada política económica, errática en todo el país, por cierto.

Tercer punto de discordia. Afirma el análisis que “la viabilidad económica de Ceuta y Melilla se ha apoyado hasta ahora en un subsidio estatal elevado”. Bien, la pregunta es clara, ¿son los fondos de compensación interterritorial del Estado y los fondos europeos subsidios? Le recuerdo al señor Arteaga que Andalucía recibe más de siete mil millones de fondos de compensación interterritorial. El único subsidio directo en ambas ciudades es el plus de residencia que, por cierto, también existe en otras partes del país y en otras actividades, por ejemplo, los militares que sirven en el extranjero. ¿Es eso un subsidio? Creo que se confunden los términos.

Considera el informe, con relación a la población musulmana, a la que él denomina de origen marroquí que “el primer y único recuento sistemático de la población de origen marroquí data de 1986”. No es cierto. Mucho antes y durante la transición, se hicieron censos a través de las tarjetas de estadística y también desde la Dirección Provincial del Ministerio de Trabajo. Ni esos censos ni el de 1986 fueron exactos en la medida en que siempre existió una población flotante, entonces y ahora. Por cierto, calificar de origen marroquí a personas de viven en Melilla y Ceuta desde hace tres, cuatro y hasta cinco generaciones, me parece exagerado.

La quinta apreciación del informe se las trae. Primero porque está mal redactado, miren; “a corto plazo parece descartado que la población de origen marroquí favorezca mayoritariamente la demanda de Marruecos respecto a la soberanía sobre las ciudades”. Creo que Arteaga lo que quería decir es que no se espera que a corte plazo la población musulmana de Melilla y Ceuta defiendan la integración en Marruecos. Ni a corto ni a largo porque la españolidad de Melilla depende de un título jurídico y no de los que diga la población en un determinado momento. Si así fuera, la población de origen marroquí de Cataluña, unas cuatrocientas mil personas, podrían pedir la integración de esa región en Marruecos, absurdo. Confunde el informe pues algunos conceptos de derecho internacional.

Por último, un dato escalofriante. Afirma el informe que “los problemas económicos, demográficos y políticos tienen carácter estructural por lo que se pueden retrasar sus efectos pero no evitarlos”. ¿En serio? ¿Existe pues una ley natural o física que nos impide a los humanos adoptar cursos de acción para mejorar nuestras vidas? Es una afirmación tan estúpida que no merecería comentarios. Conviene recordar que parte de los problemas de las dos ciudades se deben a la adopción de decisiones inadecuadas desde 1956 aproximadamente, se pueden rastrear a lo largo de estas décadas. Por cierto, una de ellas, adoptada en su día por un Gobierno socialista, en concreto, dejarnos fuera de la Unión Aduanera. Y es que como dice el informe “es un anacronismo de difícil solución”. Por fin acierta en algo el informe, y es que es un anacronismo, efectivamente. Ahora, que no tenga solución…

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