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Atril ciudadano

Los pecados políticos y sus demonios

Viendo el panorama político actual, no hace falta elucubrar demasiado para llegar a esta conclusión: Ni Rajoy ni Iglesias han deseado que los españoles tengamos un Gobierno estable a estas alturas del año; al contrario, han preferido vetar y bloquear la única posibilidad de alianza que se ha presentado, dado que no forman parte de la misma ninguno de los dos.

Creen que poniendo trabas a los partidos coaligados será imposible que la investidura salga adelante, que es, precisamente, lo que desean, y, entonces, habrá que convocar nuevas elecciones, cuyos resultados les serán favorables, pues piensan obtener un número mayor de votos con los que podrán formar Gobierno. Pero se van a llevar un chasco tremendo, porque los españoles no están ciegos, y saben de qué pie cojea cada uno de estos dos partidos. Muy ciegos deberán estar los ciudadanos para volver a tropezar en la misma piedra y caer en el mismo hoyo, porque de obtener más votos el PP, necesitará la ayuda de Ciudadanos o del PSOE para gobernar. Es poco probable que Sánchez acepte esa petición. Y si se la pide a Ciudadanos, puede que Rivera acepte, pero a un precio más alto, y quién sabe si estará dispuesto Rajoy a pagar el precio que le pida. La situación está muy complicada y es muy preocupante.

Pero, a pesar de que nos hallamos en una situación extremadamente compleja y difícil, los españoles no podemos cerrar los ojos y mirar hacia otro lado, porque, aunque queramos desentendernos para no ver lo que está sucediendo, sí nos damos cuenta de que, tanto Rajoy como Iglesias, se han rendido ante los siete demonios que tientan a las personas incitándolas a cometer siete de los pecados sociales más repugnantes que se dan en la vida política, pecados con los que han ofendido a este país y a sus ciudadanos quebrando sus ilusiones y rompiendo el sueño de sus vidas.

Por diferentes motivos, los dos se han sometido a Belcebú, que les ha prometido la fama, prebendas y honores, la buena vida y dinero. Han escuchado a Asmodeo, el demonio de las violaciones sociales, de la injusticia, todo tipo de aberraciones y demás bajas pasiones, que les brinda la ocasión de ser los dueños del poder para cometer estos pecados y quedar exentos de castigo. Pero también rinden culto a la avaricia de Mammon, el demonio que tienta al poderoso para conseguir riqueza y satisfacer a toda costa ese enfermizo afán, porque cree que el fin justifica los medio. Y se han postrado ante el demonio Belfegor, el que inculca la pereza, la desidia y la indolencia a quienes solo tienen miras para satisfacer su ego. Han rogado al demonio Amón, que les inyecta la ira para incitar al hombre a la rebelión, imponer en él la enemistad, la inquina y el encono, en lugar de abogar por la amistad, el amor y el diálogo como forma de consenso y unidad. Cegados por Leviatán, que hipnotiza con su envidia, pretenden hacerse con el poder para tiranizar a los generoso y solidarios hombres y mujeres, a los que no habían tiranizado cuando todavía no eran poderosos. Y siguiendo los dictámenes de Lucifer, diablo de la soberbia y la prepotencia, persiguen, oprimen y humillan a quienes se niegan a obedecer sus absurdas ideas y proclamas, y castigan a los que levantan la voz pidiendo justicia.

No nos queda, pues, más que esperar para ver qué depara el destino a este país , que, por primera vez en su historia democrática, se halla inmerso en un oscuro pozo, sin que por el momento se vislumbre una luz que indique el modo de salir de él. Mas no pensemos en milagros, esperemos que el sentido común de los españoles llegue a imponerse, y que se restablezca pronto el ritmo de la normalidad en la esfera política, que es lo que necesita este país, porque se lo merece.

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