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Los menores de la calle se unen en familia para vivir su Aid el Kebir

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(Autor: José Palazón)

Los niños y adolescentes no acompañados abandonaron por unas horas las calles de Melilla para celebrar su propio Aid el Kebir en la mezquita del Cementerio Musulmán. El ritual transcurrió en un ambiente muy familiar, ya que tanto pequeños como mayores estuvieron jugando, hablando y riendo durante buena parte de la celebración, a pesar de no poder evitar extrañar a las personas que dejaron atrás cuando emprendieron su viaje en busca de una vida mejor. La asociación Harraga fue la organizadora de esta Fiesta del Sacrificio. La Pascua Grande concedió algo de paz a los pequeños, adolescentes y jóvenes extranjeros no acompañados que habitan en las calles de la ciudad. Por unas horas, la preocupación dejó de ser qué iban a comer en un rato, cómo iban a conseguir la comida o qué frío haría por la noche para dormir a la intemperie.
Cerca de 50 muchachos se juntaron en la mezquita del Cementerio Musulmán para disfrutar de su Aid el Kebir con la familia numerosa que se ha ido gestando a lo largo de meses y años en las calles de Melilla.
Aunque algunos chicos no pudieron evitar acordarse a ratos de aquellos a los que dejaron atrás cuando emprendieron su viaje en busca de una vida mejor, las activistas de Harraga llevaban días preparando esta fiesta con mucho cariño e ilusión para que los pequeños y los jóvenes de la calle pudieran disfrutar, como el resto de los habitantes melillenses de confesión musulmana, del tradicional sacrificio del borrego.
La ayuda de otras entidades, como la ONG Voluntariado Islámico de Acción Social (VIAS) o Jóvenes por Melilla, además de la colaboración de algunos ciudadanos anónimos, fue crucial para costear el cordero y para que los chicos repusieran energías con un buen desayuno previo a la matanza del animal.
Antes de ejecutar el sacrificio, algunos de los niños aprovecharon para jugar y divertirse con el borrego. Les daba igual que fuera peninsular o marroquí: estaban contentos porque iban a poder celebrar su fiesta. Llegado el momento, fue un mayor el que ejecutó la matanza mientras el resto del grupo observaba en corro. Los chavales comenzaron a entonar su rezo al ver al animal desangrarse, felices de haber podido cumplir con su ritual religioso.
Hasta que el cordero estuvo preparado, los pequeños y los mayores estuvieron jugando en la entrada de la mezquita. Algunos chicos pidieron a las activistas de Harraga sus teléfonos móviles para conectarse a Facebook y ponerse en contacto con sus familiares. Otros aprovecharon para escuchar algo de música. Lo que sí hicieron fue reír juntos, sin preocuparse de lo que vendría después cuando volvieran a las calles.

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Irene Quirante

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