Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Logo de Melilla hoy

El rincón de Aranda

Los hebreos zapateros, y Alberto el latero

melillahoy.cibeles.net fotos 1145 Juan Aranda web

Cuando el Rastro era el típico Zoco, donde se podía encontrar desde un tornillo herrumbroso, una dentadura usada, hasta un burro con “matauras”, todo para la venta, conocí a un señor alto y fornido, que era lañador, o latero.

Esto último era y es como popularmente se conoce a las personas que desempeñan este oficio, que para muchos es humilde y para otros una obra de arte. El único latero que había en el Rastro era él. Su “taller”: cuatro palos y una lona de sombrajo, que lo tenía al lado de la carbonería de Pepe, junto a la muralla del Colegio de Artes y Oficios, o Tiro Nacional. Se llamaba Alberto, y era el hebreo atípico que, aparentemente, sin practicar del todo su religión, parecía un doctor en La Torá. A pesar de los pocos dientes, manchados debido al tabaco que masticaba, poseía una sonrisa tan agradable que inspiraba confianza y ternura a todo el mundo, en especial a las mujeres, por ser un tanto pendón piropeador. Mientras que éstas hacían la compra en los puestos de verduras y frutas cercanos él, junto a su hijo, se enfrascaba con el soldador, calentado en un anafre de carbón, -de las vías del tren-, en tapar con estaño los agujeros de las ollas y cazos, que les dejaban para su arreglo. Siempre admiré su maestría con la tijera para cortar hojalata. Sus manos, que parecían dos guantes de boxeo con las palmas abiertas, no le impedían hacer filigranas con toda clase de chapa. Era el típico artesano que lo mismo fabricaba un jarro para la leche espumosa que vendían los cabreros, ordeñando sus cabras por las calles, que una olla para el cocido. El hijo, un muchacho gigantón, cuyo nombre era el de su padre, Alberto, solía llevarme a coscoletas entre los puestos, por todo el Rastro. Nuestros padres, cuando eran unos niños, llegaron a conocer el resurgimiento del ensanche de Melilla: "… ¿Recuerdas Paco, cuando vino Alfonso XIII a Melilla?". Esta frase se la oí a Alberto, comentarla con mi padre, su amigo; y hoy la leo en un periódico de la época, la crónica del día 7.01.1911 en la que dice, entre otras cosas, que el Rey D. Alfonso XIII, a bordo del yate “Giralda”, atracó en el incipiente puerto de Melilla.

Junto a Alberto había otros “talleres”, pero éstos eran de otra clase de artesanía: los zapateros remendones; que en su mayoría eran hebreos. Las montañas de cubiertas de ruedas de coches junto a ellos, el olor del caucho, y el humeante té, sin colar, mañanero de las 11, con la yerbabuena, son un recuerdo para todo aquél que vivió en Melilla con la intensidad que emanaban aquellos “gloriosos” años grises de la dictadura y del silencio político. José, un hebreo muy serio, era el que parecía ser el mejor zapatero de todos. Aquéllos zapatos remendados por los hebreos del Rastro, con sus medias suelas de goma de coche, servían para correr, brincar, jugar al fútbol y dar patadas a las piedras, tenían el lógico inconveniente de cuando la hormona somatotropina-peptídica (qué palabreja más rara), debido a la escasez de “jamancia”, bastante ralentizada por aquellos años, que ordenaba el crecimiento de nuestros pequeños cuerpos con cuentagotas, este calzado pasaba a los hermanos menores, o vecinos y amigos más allegados, y tan necesitados como el donante. Como el endurecimiento del alma es debido a la voluntad de olvidar los pasajes más gloriosos y bonitos de nuestra vida, a mi me gusta no olvidar jamás nada de lo ocurrido en mi niñez. Mi padre y Alberto, siempre comentaban lo de un señor que tenía un hotel, o pensión, llamado “Asia” en la C/ Margallo, bautizado así en honor del regimiento del mismo nombre, donde el propietario prestó su servicio militar. También estuvo rotulada con el nombre de “Asia”, una calle muy nombrada en dicho barrio y, sin asegurarlo, creo que puede ser una de las paralelas a la de Toledo, en honor de los varios regimientos que a finales de 1893 estuvieron destacados en nuestra ciudad, y acampados en el mismo lugar. Otro nombre que apenas se comentaba en Melilla era el Río de la Olla, mas bien lo que todos conocemos como el Barranco del Polígono, donde nuestros hebreos zapateros y mi amigo Alberto, el latero, tenían situados sus humildes negocios. Cuando la lluvia grita con fuerza en Melilla, las calles García Cabrelles, Lope de Vega y Sor Alegría, se convierten es un verdadero río que desemboca en la Avenida.

Loading

Más información

Scroll al inicio

¿Todavía no eres Premium?

Disfruta de todas
las ventajas de ser
Premium por 1€