Decía Séneca: “No hay un viento favorable para aquel que no sabe dónde va”. Y yo digo que en la música no importan los sonidos, sino el silencio que queda después de ellos. Desde Babel no nos entendemos, precisamente porque quisimos llegar al cielo sin pensar que estábamos dentro de él.
Por eso y por otras cosas, los derechos andan torcidos. Me refiero a los derechos humanos. Decían los siux que los “rostros pálidos” eran solo hombres y ellos eran seres Humanos. No sé si esa opinión solo procedía de unas tribus “salvajes”, como les solían llamar, ya que no tenían un concepto mucho más actualizado de lo que también solían llamar “civilización”. No lo sé. Pero lo que no ignoro, porque la historia me lo enseñó, es que cuando aquellas tribus de apaches, comanches, arapajoes, siux, etc., corrían, como soles vivos, por aquellas inmensas praderas, donde el bisonte tenía su hogar, millones de ellos vivían y ayudaban a vivir a aquellos pieles rojas, que solo cazaban el animal que necesitaban, transformándolo en alimento, virilidad y belleza y, además, solían pedir perdón a la manada por ello. Pero cuando llegó hasta ellos Búfalo Bill y todo aquel enjambre de cazadores, sin más escrúpulos que sus propias ambiciones, montañas de cuerpos desnudos de animales se pudrían bajo el sol, al ser despojados de sus pieles, el único valor que para ellos tenían aquellos hermosos seres vivientes, que la vida los alentaba y la Naturaleza los cuidaba… Todo el mundo tiene derecho a tener derechos. Pero no todo el mundo sabe tenerlos.
No sé, si será cuestión de genes o de genios, hombres públicos, educadores, que hagan
comprender con sus ejemplos y sabiduría, que tener no es saber. Hay quien tiene mucho y sabe muy poco. Por lo tanto hay que procurar dar un cambio a este sistema que solo busca tener. Tener de todo, hasta derechos, sin saber que los derechos no se tienen si no se ganan con las obligaciones. Ellas se encuentran más cerca de los humano, que las simples concesiones gubernamentales o religiosas, que como bien se viene demostrando, lo único que ha conseguido, es hacer de la criatura humana, un ser amontonado en rebaños y secuestrado prácticamente durante toda su vida, en un sin fin de necesidades y palabras ofertadas por esa fina tela de araña llamada “libertad concedida”. En esta deslumbrante confusión, los vientos no nos son favorables, porque en realidad no sabemos donde vamos. Y las palabras se adueñan de los sentidos, dejando nuestros silencios en un vacío oscuro y desalentador, entre ruidos de máquinas y sobresaltos de destructivos… Pero a pesar de todo ese enredo, los Derechos Humanos existen. Vienen escritos en la primera luz que se da la criatura cuando viene a este mundo. Y vienen, porque no es de él. Son como una emanación del espíritu unificado a ese otro Único Espíritu que todo lo conmueve y lo escudriña: Lo alienta y lo conoce:
“Lo que la boca calla Dios lo sabe
Lo que la mano toca Dios lo siente
Estamos tan desnudos como el ave
Que se torna, volando, transparente”.
Porque Dios es también eso: la desnudez de la criatura. Despojada de toda esa vestimenta que le arrebató su razón y le confiscó su vida. Y de nuevo, la parábola del Hijo Pródigo sonará en todos los confines de este mundo. Buenos dias y Buena suerte
