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Los 100 primeros días del nuevo Gobierno Local

El Estado soy yo, dicen que dijo el rey francés Luis XIV, en abril de 1655. Sánchez, que se sepa, no lo ha dicho, pero me parece evidente que, para él, Sánchez está por encima del Estado
para carta

El 28 de mayo de este año se celebraron las elecciones autonómicas y locales en España, Ceuta y Melilla incluidas. Dentro de unos días se cumplirá ese plazo de 100 días que es costumbre dar como de cortesía a los gobiernos entrantes.

En nuestra ciudad las denuncias de la ya casi extinta Coalición por Melilla ralentizaron todos los pasos necesarios para que se produjera el cambio de gobierno que, tras grandes turbulencias por lo del voto por correo, el voto popular había decidido. Así llegamos hasta agosto, el gran mes de las vacaciones, que ha venido precedido de unas inesperadas elecciones generales en el caluroso 23 de julio, que se han cerrado con resultado inesperado, según auguraban las encuestas serias. La pronosticada mayoría absoluta PP-Vox no se ha producido y el resultado electoral ha dejado un panorama político diabólico, con el Gobierno Frankenstein asomando, de nuevo, en el horizonte.

Las consecuencias de ese resultado electoral nacional para Melilla -también para Ceuta- son de enorme importancia. En Ceuta ya se ha visto, con el PSOE negándose, ahora, a gobernar con el PP. En Melilla se verá inmediatamente, empezando porque varios puestos de la Administración Nacional en Melilla -donde el peso del Estado es enorme- que Juanjo Imbroda pensaba adjudicar a próximos de su partido a los que no ha conseguido colocar en la Administración Local, ahora suenan más bien imposibles de colocar en la Nacional. Empezando por el puesto de cabeza de la Delegación del Gobierno en Melilla. El espectro fantasmagórico de que Sabrina Moh continúe como delegada no es, ahora, ninguna quimera. Tampoco será desdeñable el malestar dentro del PP por parte de los no colocados en puestos claves de la Administración Central, malestar/decepción que nunca harán público, pero que, dada la naturaleza humana, existirá, sin duda.

En fin, los 100 días de cortesía al nuevo Gobierno Local están cerca de cumplirse. Las vacaciones de agosto, no tanto. Las imperiosas necesidades de acción gubernamental -numerosos nombramiento aparte- no las debe seguir esperando la sociedad melillense muchos días más.

 

Sánchez y Frankenstein

Según Aristóteles hay siete formas de practicar la demagogia, y todas las cumple Sánchez, el que ha creado el Gobierno Frankenstein. La primera forma es la falacia. No es necesario entrar en detalles. La segunda es la omisión o la media verdad. Tampoco hacen falta detalles. La tercera es la alteración del significado, por ejemplo, decir que hay “una amplia mayoría social a su favor”. La cuarta es el uso tendencioso de las cifras, algo así como sumarse los votos de Junts, antes de negociar, para simular el triunfo. La quinta es el control del lenguaje, como “los cambios de posición” de Sánchez. La sexta es la demonización del adversario. Hay demasiados ejemplos sanchista. Y la séptima es el falso dilema, que da a elegir entre el demagogo y el mal (Alberto García Reyes, en ABC, el miércoles)

Frankenstein es ahora el personaje que crea un Gobierno monstruoso y dañino, basado en el personaje central de una novela de Mary W. Shelley, Victor Frankenstein, un amante de la química que intenta y logra Infundir vida a la materia inerte. Lo que crea es un monstruo miserable, que inspiraba horror. Había lanzado al mundo un engendro depravado que, despreciado por todo el mundo, se deleitaba causando males y desgracias. Dudó Frankenstein en comprar su propia paz -crear otro ser, femenino, para que el monstruo no estuviera solo y que dejara a Frankenstein tranquilo- al precio quizá de poner en peligro la existencia de todo el género humano. Pero se arrepintió, destrozó la nueva criatura que estaba formando y sufrió el asesinato, por el monstruo sin nombre, de sus seres más queridos. Frankenstein murió antes que el monstruo. Este, una vez muerto su padre creador, murió también, “pues el zarpazo del remordimiento no dejará de hurgar en mis heridas hasta que la muerte las cierre para siempre”.

Sánchez, a diferencia de lo del monstruo de la novela, no parece arrepentirse de nada. Todos contra la derecha, así que la matemática electoral nos dice que Sánchez se mantendrá como presidente . “Otra cosa será la dificultad de gobernar luego con tan estrecha y precaria correlación aritmética”, como escribe Ignacio Camacho.

 

Ceuta y el Estado

La victoria del PP en las recientes elecciones generales es insuficiente, es una evidencia. El comportamiento del monstruo creado por Frankenstein -el presidente del Gobierno en funciones, en este caso- se acaba de evidenciar, una vez más, con lo que ha hecho el Partido Sanchista de Ceuta: prohibirle gobernar con el PP, a pesar de que ya había acordado gobernar con el presidente ceutí, Juan Vivas. El presidente ceutí ha declarado, con total acierto, que la seguridad de Ceuta es “una cuestión de Estado”. El monstruo de Frankestein, pongamos que hablo de Pedro Sánchez, no entiende de esas cosas ‘triviales’, como la seguridad del Estado. El Estado soy yo, dicen que dijo el rey francés Luis XIV, en abril de 1655. Sánchez, que se sepa, no lo ha dicho, pero me parece evidente que, para él, Sánchez está por encima del Estado.

 

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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