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Tribuna Pública

“Lo que vamos a votar”

Los días pasan con una rapidez que a todos nos sorprende y ya estamos como aquel que dice, en la campaña electoral de estos comicios municipales y autonómicos. En realidad hace muchos meses que estamos en campaña. No hay más que ver todo lo que se dice, todo lo que se opina y todo lo que se vaticina ante la cita del próximo 24 de Mayo.

Es evidente que un ciclo comienza. No digo yo que tiene que empezar un nuevo ciclo, como muchos opinadores afirman, pero sería tonto no pensar que hay como una especie de sensación entre los ciudadanos que los retos de todo tipo que los partidos, principalmente los de opciones reales de gobierno, se acentúan. Todos o casi todos dan por hecho que la aritmética parlamentaria en Comunidades y Ayuntamientos variará de forma inexorable.

Yo creo sin embargo, después de observar con atención el panorama que tenemos que, sin bien es cierto que los electores pueden otear nuevos horizontes, los últimos acontecimientos y situaciones vividas en los mal llamados " partidos emergentes", estabilizan de nuevo la situación hacia el voto, digamos que " tradicional", de los partidos de alternancia en el gobierno.

Ha pasado ya, creo yo, las alegrías mediáticas de quienes a base de ocurrencias y experimentos, propugnaban un salto sin red en la gestión de la cosa pública. Ha pasado el tiempo de la busca en caladeros de votantes de los partidos digamos " tradicionales ", principalmente el Partido Popular, con objeto de atraer su voto. No importa para ello si se presentan – Ciudadanos en un claro ejemplo- con ambigüedad y renegando de su ideología concreta, socialista en muchos extremos. El partido en cuestión ya ha hecho un acuerdo meridianamente expreso de facilitar la investidura de la candidata a la presidencia de la Junta de Andalucía doña Susana Díaz, pese a las proclamas de una extraña " regeneración " política que no se explica y desde luego, yo con mi natural torpeza no he sabido comprender.

Estas elecciones son fundamentales para la estabilidad, normalidad institucional y sedimento de las políticas que han de desarrollarse en los próximos años. De ahí que pasado el sarampión de rechazo, auspiciado con notable irresponsabilidad por orates radiofónicos y televisivos, los electores nos encontremos con analizar ya más sosegadamente, las propuestas de los partidos. Si me he referido antes a Ciudadanos no es por sumarme a una descalificación de un adversario electoral, sino porque el otro partido emergente, Podemos, aún no se ha explicado con claridad sobre sus verdaderas intenciones y propuestas y de momento, la única medida visible ha sido la dimisión y huida del señor Monedero por desacuerdo insalvable con la dirección del partido. Dimisión que, como en toda formación totalitaria, no la explica el dimitido sino el guía de la presunta nueva revolución.

Meché referido al partido de don Alberto Rivera (vulgo Albert), porque su formación presenta unas muy notables diferencias de principios que no de matiz, con las que mantiene el partido popular. Aquí no cabe invocar desencanto, hastío, enfado, apelaciones a las verdaderas esencias, incorporaciones de miembros antiguos del partido popular, para justificar un programa. Conviene que comparemos el ideario de esta formación y examinamos lo que en la página web de la misma se explica con claridad meridiana. Sepamos que es una fuerza " socialista y liberal progresista " (sic), en contraste con el carácter de " centro reformista" del partido popular. Naturalmente que cada cual puede definirse como quiera, pero lo que no se puede es hurtar una información de principios según y donde una formación se presenta.

Un programa electoral, creo yo vamos, no es un Rosario vago de ocurrencias y experimentos, porque entre otras cosas ni la Nación ni la ciudad, Melilla están para eso. No voy a recordar, por economía de espacio y para no marear al lector, las propuestas relativas al IRPF de la formación del señor Rivera, ni las relativas al IVA, ni las medidas relativas a los impuestos de sucesiones y patrimonio, ni la reforma administrativa de España, en sí misma contradictoria y que no garantiza la viabilidad total de la misma. Todo ello merece un análisis sosegado y puntual que escapa al objeto principal de estas líneas.

A dónde yo quería llegar es que la zozobra, la inestabilidad, las ocurrencias y la apelación al desencanto no es nada recomendable para intentar convencer a los electores. Ciertamente, queda mucho por hacer. Pero como no se hace es desde la inestabilidad, la ambigüedad el oportunismo y los experimentos. Melilla, más que ninguna ciudad y comunidad donde elegiremos a nuestros representantes, no está para enmiendas a la totalidad ni para jugar con las frustraciones o los resentimientos de algunos.

Yo no rompería una trayectoria con ensayos que pongan en peligro la estabilidad y la consolidación de lo conseguido, aún a sabiendas que el reto del nuevo gobierno, que salga de las urnas y que todos los visos apuntan a que será del partido popular, es enorme porque los melillenses desean una sociedad mejor, alejada de tensiones y con la esperanza que da lo ya conseguido, frente a la incertidumbre inexplicada de lo que otros pretenden conseguir.

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