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Libro, libertad y manipulación

La libertad vino de un libro, el Nuevo Testamento, que, vía la alfabetización de masas, tuvo “consecuencias radicales, incluso revolucionarías, en la estabilidad del Imperio romano”. Después, a partir del Renacimiento, como argumenta Ortega y Gasset -que solo es uno, no dos, como cree alguna ministra progre- fue cuando “por primera vez, el libro es sentido socialmente como necesidad”, no sin pasar amargas situaciones y múltiples quemas y penalidades de sus autores.

Cuentan que Tomás de Aquino dijo: Temo al hombre de un solo libro. Don Quijote -como escribió Luciano Canfora en su pequeño “Libro y Libertad”- leyó mucho y terminó proyectando el mundo libresco sobre el real. Su biblioteca, que constaba de un centenar de volúmenes, fue quemada, acusada de haberle vuelto loco. Su figura -gracias a Cervantes- es inmortal.

Otro ejemplo: Galileo, que poco antes de ser condenado y medio escondido murmuró: e pur si mouve (y sin embargo, se mueve), recordando a Copérnico. En 1633 le obligaron a abjurar de la teoría copernicana -de la que nació la física moderna- pero eso no le salvó de que el Santo Oficio prohibiera su libro Diálogos, le condenara a la cárcel y le impusiera que durante tres años “por penitencia saludable recites una vez por semana los siete salmos penitenciales”.

Es el saber histórico el que es proscrito en muchos lugares del mundo, por ser políticamente peligroso, lo que prueba la validez del famoso aforismo de Lotman: “la historia intelectual de la humanidad puede considerarse una lucha por la memoria”.

Francisco de Quevedo también luchó lo indecible contra la censura, sorteándola con su genialidad. En su famoso “Los Sueños. La hora de todos y la Fortuna con seso”, el dios Júpiter trata de corregir a la alocada Fortuna y ordena que “se hallen todos los hombres con lo que cada uno se merece”. Súbitamente, ricos y pobres intercambian sus papeles sociales, pero se generan tantos nuevos males que el propio Júpiter manda que la rueda de la Fortuna vuelva a ejecutar sus giros tan caprichosamente como antes. Pedro Sánchez, si tiene tiempo entre Falco y Flacón, e interés por saber (lo que parece harto difícil, por no decir imposible) debería leer a Quevedo. Y también a Adam Smith y su “Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones”. La tiranía económica está llamada, más pronto o más tarde, a desembocar en tiranía política, dijo el fundador de la economía moderna. Pensando en Pedro Sánchez, si le hubiera conocido.

Heterodoxos
El adjetivo proviene del griego heteródoxos. Se aplica, dejando aparte la religión, al discrepante de la doctrina fundamental de un sistema político, filosófico, etc., y al disconforme con hábitos o prácticas generalmente admitidos.
Marcelino Menéndez Pelayo escribió en 1876 su monumental “Historia de los heterodoxos españoles”, una especie de magistral y fascinante historia de España vuelta al revés. Afortunadamente sigue habiendo heterodoxos en España, desde Prisciliano.
Fernando Sánchez Dragó, recién fallecido, ha sido “el último heterodoxo (la libertad como emblema)”. Hizo de su vida literatura y de la literatura su vida. Falleció el lunes, 10 de abril, a los 86 años. Gárgoris y Habidis es su libro más célebre, “un soplo de libertad en la España de la transición”. Menéndez Pelayo lo habría incluido en su libro, de haber coincidido en el tiempo

También lo habría hecho con Isabel Díaz Ayuso. Acaba de declarar que el PP es “una casa abierta que necesita renovación e incorporar a los mejores” “Creo que nadie es el mismo cuando lleva mucho tiempo en el cargo”, añadió. Aviso a navegantes.

Por cierto, se acerca el 24 de abril, cierre del plazo para comunicar las listas electorales. A más de un líder -no me refiero a Isabel- les gustaría evitar cualquier cambio importante y comunicar las listas el día después de las elecciones… pero es imposible, claro (para los demás)

Posdata
Yo fui el responsable original de que Jesús Delgado Avoid terminara siendo diputado en la Asamblea de Melilla. La actividad política de Jesús Delgado no ha podido ser más despreciable, ni más antidemocrática, ni más traicionera. Ha hecho políticamente todo lo contrario de lo que los que le votaron querían que hiciera y para lo que le votaron. El daño que ha causado a la mayoría de melillenses con su inmensa traición política, es enorme.
Afortunadamente, su andadura política terminará el 28 de mayo. La Junta Directiva del Colegio de Médicos de Melilla le ha denunciado por lo que hizo cuando presidió el Colegio. La presunción de inocencia existe, es cierto. Ya veremos lo que los jueces -más bien tarde que pronto- sentencian, pero los melillenses, en las urnas, le van a sentenciar como se merece, sin duda.
Me sumo a los manifestados deseos de Juanjo Imbroda y de Mustafa Aberchán de que “no haya voto por correo”. Nuestra ciudad y la democracia -el Gobierno del pueblo- ganarían mucho con esa medida.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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