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El rincón de Aranda

Las bigotadas de Silvestre, no fueron incompetentes

melillahoy.cibeles.net fotos 1363 Juan Aranda web

Hace unos días, en una página de Internet, en las redes sociales, alguien publicó la antigua y famosa fotografía del General Silvestre, de Comandante General de Melilla, montado a caballo en la Plaza de España. A continuación hubo personas que hicieron comentarios sobre la calidad de la fotografía, y sobre el personaje.

Sobre esto último hubo un señor que se refirió a él como incompetente, y solapadamente lo culpó del desastre, y de las muertes de nuestros soldados. Como a mí no me agrada discutir en esos foros, ya que hay personas que creen, como dice el refrán: “El buen paño en el arca se vende”, y mucho menos enmendar plana alguna a nadie, disculpándome, solo le indiqué que se leyera el libro: “El Derrumbamiento”, de Augusto Vivero, (1922); “Historia Secreta de Annual”, de J. Pando, (1999); y “La Marina de Guerra en África”, (1928).

Yo pienso que sobre la vida militar, o la hoja de servicios, del General Silvestre, cualquiera puede acceder a ellas por los medios modernos que existen; pero para saber el sufrimiento, y la pena que padeció aquél Héroe, porque fue un verdadero Héroe, en aquéllos aciagos días del “Desastre”, viendo que toda su estrategia militar caía como las fichas de un dominó colocadas en fila, por culpa de la incompetencia de politicastros y militarotes, se debe leer un mínimo sobre lo que se publicó entonces, “a pié de obra”. Me refiero a Vivero, que en 1922, cuando aún sonaban los disparos en las distintas posiciones, y España seguía con la ayuda al Protectorado: “El Hueso del Yebala y la Espina del Rif”, que Francia tuvo a bien “concederle”, al final, (“Abd el Krím y la Guerra del Rif”. David S. Woolman. 1971).

Si como dijo ese señor sobre la “prepotencia e incompetencia”, de Silvestre, debería saber que para él cada indígena valía por tres soldados españoles: uno que se ahorra España, otro que pierde el enemigo, y otro que nos sirve contra éste. También que con sus “bigotadas”, tuvo un rasgo de humildad, cuando el pintor granadino, López Mezquita, quiso pintarlo como un caudillo entrando en el Fondac y dijo: “Habiéndome propuesto desde mis nombramientos de Comandante General de Ceuta primero, y ahora de Melilla, en esta mi segunda etapa en África, ser un soldado a las órdenes del Alto Mando, y no destacarme, ni ser motivo de notoriedad alguna, le hago merced de interrumpir su trabajo”. También el 17.07.1920, cuando los agricultores de la Circunscripción de Melilla, en los postres del banquete con que lo agasajaron, alguien indicó que debiera pedirse para él, la Gran Cruz del Mérito Agrícola, y respondió: “Cuanto se hace en Melilla, y en el Protectorado, es por iniciativa del Alto Comisario, Ilustre General Berenguer. Los demás somos sus entusiastas colaboradores. Por consiguiente, si los agricultores creen que existen méritos para ello, propongan también al Alto Comisario; será el único modo de que yo no rehuse el inmerecido galardón”.

En una reveladora carta que Silvestre envió a Berenguer, el 29 de mayo de 1921, solicitando, más bien implorando, ayuda para la población indígena, decía: “……… En Guelaia, Beni Said; Beni Ulixex, Beni Tuzin y Tensaman, se ha sembrado todo, pero en Quebdana, Ulad Setuyut, Beni Buyaji y Metalza, no, porque gran parte de la cebada facilitada por el Gobierno han tenido que emplearla para comer, que era la necesidad más apremiante,……..”. Esa misma carta, que se debió leer en el Congreso, jamás se hizo, pero el “Heraldo de Madrid”, la publicó el 12.11.1921.

Hay gente que porque sabe leer y escribir, cree que sabe leer y escribir, y la verdad es que, a veces, no es así. Y como me autolicencié en la “Universidad de las Ágoras Públicas”, quiero decirle a ese señor, si es que me lee: ¡¡Lea, caballero, lea, joder!!, porque aunque dicen que el saber no ocupa lugar, yo creo que por mucho que tengamos en nuestro cacúmen, siempre se puede aumentar. Y tenga en cuenta que pienso exactamente en lo que dijo Jean-Baptiste Poquelin Molière, el que falleció vestido de amarillo, y que los actores de teatro le tienen tanta jindama a ese color: “Desapruebo lo que dices, pero defendería hasta la muerte tu derecho de decirlo”.

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