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Carta del Editor

La ucronía pasa de ficción a realidad en España

Leo que la diputada electa por Melilla, Maricarmen Dueñas, y los dos senadores, Sofía Acedo y Juan José Imbroda, recogieron a finales de esta semana sus credenciales como parlamentarios, pero me parece que todos los partidos están ya pensando y trabajando en la repetición de las elecciones, así que esta etapa parlamentaria les va a durar poco.

La ucronía es un género literario, una especie de novela histórica alternativa, en las que la trama transcurre en un mundo desarrollado a partir de un punto en el pasado en el que algún acontecimiento sucedió de forma diferente a como ocurrió en realidad.

Se considera que la primera ucronía la escribió Tito Livio en su "Historia de Roma desde su fundación", en la que relata una hipotética guerra entre el imperio de Alejandro Magno y Roma en el siglo IV a.C. Ucronía española es, por ejemplo, la de Jesús Torbado, premio Planeta en 1976 con su libro "En el día de hoy", que empieza con un ingenioso "En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército faccioso, han alcanzado las tropas republicanas sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Firmado: El presidente de la República. Azaña". Otra ucronía española, con el mismo argumento, es la de Fernando Vizcaíno Casas, en su libro "Los rojos ganaron la guerra", con un subtítulo en la portada muy explicativo: Cómo hubiera podido ser el futuro -nuestro presente- si Franco hubiera perdido la guerra civil.

Con esa ucronía, según Fernando Vizcaíno y su humor, hubieran ocurrido cosas muy curiosas. El paseo de la Castellana de Madrid habría pasado a llamarse avenida de Rusia; la calla de la Princesa, de José Stalin; la plaza de España, plaza de la URSEE; la ciudad de Gijón, donde nació Santiago Carrillo, se llamaría El Gijón del Carrillo; la calle madrileña de San Bernardo, calle del Camarada Bernardo; y así un largo etcétera de modernizaciones. España sería, tras el correspondiente cambio constitucional, la Unión de Repúblicas Socialistas del Estado Español (URSEE), presidida por la camarada Dolores Ibárruri, y estararía integrada por cinco repúblicas: Iberia, Euzkadi, Catalunya, Archipiélago Canario y Territorios Marroquíes, cada una de ellas con un comisario-presidente autónomo. El presidente del gobierno, Juan Negrín, en el que reside el poder ejecutivo, es el comisario general y sus ministros son comisarios de departamento, lo mismo que los gobernadores civiles, que son comisarios provinciales del partido único, y los alcaldes comisarios locales del Partido Comunista. Quedan prohibidas todas las manifestaciones externas y públicas del culto católico. El Estado hará que las empresas públicas vayan absorbiendo las empresas privadas, especialmente las alimentarias, hasta la completa extinción de lo privado. El 98,5% de la población laboral activa pertenece al Partido Comunista y al Sindicato Socialista Unificado, el único permitido. El número de reclusos se ha reducido a sólo 370.719, de los cuales únicamente el 82% lo son por razones políticas. La gente, antes los españoles, se dedica a la búsqueda de alimentos para subsistir, ante las difíciles exigencias cotidianas que la intensa propaganda oficial no puede evitar, de manera que, en el tercer aniversario de la URSEE, ya es inocultable que para ella, famélica, pobre y en tan equívoca posición frente al mundo, apenas hay horizontes. Además, se crispan cada vez más las relaciones de la República Autónoma de Catalunya con el gobierno central.
¿Tiene algunas semejanzas esta ucronía, estas ficciones, con la situación de la -todavía- España actual? Me temo que sí y que, tal y como vamos, pueden llegar a ser muchas más las semejanzas. Los cambios de nombres de calles, los intentos de ruptura de España y su conversión en varios países distintos, la posibilidad de un presidente comunista o un Frente Popular mandando en el país, los ataques al catolicismo y a cualquier manifestación popular católica, el dominio de lo público sobre lo privado, el crecimiento del comunismo (disfrazado de populismo), el radicalismo político que convierte a los adversarios en enemigos y que nos acerca cada vez más al guerracivilismo, la repetición publicitaria de eslóganes populistas prometiendo lo imposible, el empeoramiento de la situación en Cataluña, los primeros indicios del empobrecimiento interior y exterior en el que España (si conserva este nombre) puede caer. Demasiadas semejanzas, demasiados peligros como para estar más que preocupados.

Al día de hoy no se vislumbra otra solución política que no sea la repetición de las elecciones, tanto en Cataluña como en toda España. Leo que la diputada electa por Melilla, Maricarmen Dueñas, y los dos senadores, Sofía Acedo y Juan José Imbroda, recogieron a finales de esta semana sus credenciales como parlamentarios, pero me parece que todos los partidos están ya pensando y trabajando en la repetición de las elecciones, así que esta etapa parlamentaria les va a durar poco. Por supuesto que, si su partido vuelve a ganar las elecciones y ellos son de nuevo elegidos como cabezas de lista, pueden recuperar sus escaños, pero eso está por ver y ya no es momento de llorar por lo que se pudo y se debió hacer -modificar la ley electoral- pero no se hizo.

Posdata. Ha pasado una semana más y sigue sin resolverse el caso de terrorismo del que fuimos víctimas. No sólo eso, sino que nos llegan susurros de que el que ordenó los actos terroristas amenaza con repetirlos, a través de terceros, como las dos veces anteriores. Seguimos teniendo confianza en los investigadores de la Policía Nacional, pero haremos llegar una petición formal de protección al Delegado del Gobierno en nuestra ciudad, y vuelvo a insistir en que los delincuentes, sobre todo los o el instigador, por muy poderoso y protegido que se crea, ni va a quedar impune, ni nos va a acallar. Puede estar seguro de eso, el miserable.

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