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La situación política en España

Hoy es Domingo de Ramos, se conmemora el día que Jesucristo entró en Jerusalén y señala el comienzo de la Semana Santa cristiana… y el de las vacaciones, ese ansiado objeto de deseo de tantos y tantos españoles. Melilla, muy probablemente, se quedará aún más desierta de lo que habitualmente está y Málaga -la ciudad refugio de los melillenses huidizos- recibirá un aluvión de melillenses viajeros, acogidos a precios del transporte muy baratos y motivados a salir por una triste y profunda sensación de profundo desagrado por la situación general de nuestra ciudad.
En fin, ánimo para los melillenses que aquí se han quedado, nos hemos quedado, y que disfruten de estos días de buenos recuerdos históricos.
La historia, dijo Hegel, es tesis, antítesis y síntesis, las tres fases del proceso evolutivo del espíritu humano. La primera fase, tesis, es la afirmación para el desarrollo del conocimiento y la acción (espíritu subjetivo). La siguiente fase es la antítesis, crítica o contradicción de lo anterior (espíritu objetivo). La tercera fase es la síntesis generada por la crítica de la antítesis. Es el proceso de superación de la contradicción (espíritu absoluto).
La tesis, en el caso melillense, es que la ciudad está muy mal, sensación subjetiva generalizada. La antítesis es que hay otras muchas ciudades que están peor, sensación contradictoria objetiva. La síntesis, el proceso de superación, es concluir que la situación de Melilla tiene que cambiar profundamente y que el 28 de mayo debería ser el primer gran paso en ese sentido.
Desde luego, España tampoco va por el buen camino. Ni en lo político, ni en lo económico. Un economista tan sólido como Daniel Lacalle escribía el viernes que esa eterna sonriente -como la delegada del Gobierno en Melilla- que es la ministra Yolanda Díaz “dispara la precariedad laboral: los contratos indefinidos pasan a la mitad y los más breves al doble”, justo lo contrario de lo que la comunista dice perseguir, exactamente lo opuesto a lo que España necesita.
Escribió Metternich: “La posteridad me juzgará. Es el único juicio que deseo, el único que me interesa, el único que no conoceré jamás”. Para unos, como Napoleón – al que venció- fue el mayor mentiroso del mundo. Para otros, fue el estadista que salvó a Europa central y a Austria de todas las acometidas de Oriente y Occidente. Para todos fue un hombre sumamente inteligente, como demuestra en la frase que se le adjudica y que encabeza este párrafo. Me temo que la posteridad no juzgará bien a muchos de los políticos melillenses de los últimos tiempos. Tampoco de muchos de los políticos nacionales sociocomunistas, que están destrozando nuestro país.
Miguel Platón definía muy bien la situación política española en su artículo de ayer: “Lo de ahora es un gobierno sanchista respaldado por una mayoría parlamentaria Frankenstein. Es decir, no son demócratas, sino que actúan en un marco democrático que no paran de debilitar, en sintonía con socios de ultraizquierda, separatistas y filoterroristas cuyo objetivo declarado es derribar la Constitución. Es decir, la democracia. Es decir, España”

Las consecuencias del comunismo
El gran periodista Indro Montanelli, en uno de sus libros, “Personajes”, incluyó una entrevista con “El Campesino, Valentín González. Tras la victoria final de Franco fue el único jefe rojo que se quedó en España, escondido en un pueblecito entre Almería y Málaga, del que huyó en una lancha a Melilla, de aquí a Orán, de allí a El Havre, para tomar un vapor que Rusia había enviado para recuperar a sus emisarios fugitivos de España. En Rusia fue recibido con honores y terminó en desgracia, fue detenido y procesado y desapareció… hasta que una piltrafa de hombre hambriento con ropas harapientas logró cruzar de noche la frontera ruso-turca, entregándose a la policía de Teherán y declaró: “Morir hubiera sido para mí la cosa más agradable. He querido vivir, en cambio, para dar a conocer al mundo la verdad sobre el infierno soviético”.
Reapareció El Campesino un año después, en París, con pasaporte persa a nombre de Caprilla, contó su odisea en los campos de concentración ruso en un proceso en París y lo entrevistó Indro Montanelli, gracias a las gestiones de Gorkin, que no era, a pesar de su apellido, eslavo, sino “un intelectual socialista español que, tras una larga permanencia en Rusia, regresó curado y asqueado” y que era entonces el mentor de El Campesino, quien era – escribe Montanelli- un anarquista por nacimiento y constitución, cuya historia “deberían aprender de memoria los anarquistas de todo el mundo, antes de sentirse solidarios con los propagandistas de Moscú”. Los males del comunismo son históricos… aunque con tendencia a eternizarse, con políticos como Pedro Sánchez, por ejemplo.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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