Se reformó la reforma laboral del PP o, al menos, los aspectos más lesivos, según Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y compañía, que se aprobaron en 2012. El Congreso de los Diputados convalidó, por un solo voto de diferencia, el decreto ley que recoge el nuevo marco de relaciones laborales pactado por la coalición y los agentes sociales (muy divididos en el caso de la patronal). El resultado tiene un sabor agridulce para sus protagonistas, que lo salvaron por la mínima con el apoyo de Ciudadanos y varias formaciones minoritarias y sin la mayoría de sus aliados en la investidura. Parece que, de momento (para ver cuánto más puede sacar cada uno), nuestro débil Gobierno y esas fuerzas se conjuran para seguir siéndolo (aliados) lo que queda de legislatura.
Finalmente, la convalidación del decreto contó con 175 votos a favor, 174 en contra y ninguna abstención. Los diputados de UPN Sergio Sayas y Carlos García Adanero rompieron la disciplina de grupo dictada por la dirección de su partido y cambiaron su ‘sí’ por un ‘no’. La votación, que bien pudo ser rechazada, se decidió por un esperpento con el voto del diputado del PP Alberto Casero, que según él se equivocó al votar, intentó rectificar el error presentándose en el Congreso, pero no lo consiguió.
Cualquier reforma laboral debería tener el objetivo de crear empleo, pero se aprueba, con el apoyo de Ciudadanos ( que parece estar dando sus últimos coletazos), una reforma de la reforma del PP que no aporta nada nuevo para que se cree más empleo; que se aprueba con el consenso, que tanto gusta al PSOE, entre los mal llamados “agentes sociales” que son cada vez más “chiringuitos sociales” que no representan ni a trabajadores ni a empresarios; que tiene una de sus patas principales en la prevalencia de los convenios sectoriales sobre los de empresa, lo que, en la práctica, impedirá la creación de empleo y, por desgracia, también creará más paro (si a los empresarios se les obliga a hacer subidas generalizadas, tendrán que despedir gente y se lo pensarán mucho antes de contratar a nuevos empleados); que va a luchar contra los contratos temporales sucesivos, pero que no dice cómo van a luchar contra éstos en el lugar donde más se producen: la administración pública y especialmente en la sanidad.
Eso sí, Pinocho Sánchez salva un nuevo “match ball (pelota de partido)”, aprueba una ley que muchos de sus socios nacionalistas/separatistas no querían y consigue (evidentemente por el interés particular de cada una de las formaciones, incluidas Podemos y el PSOE) que le sigan manteniendo en su frágil sillón de poder.
A través de la digitalización controlan cada vez más nuestras vidas
Dos noticias preocupantes por lo que más adelante comentaré:
1) El secretario general de Instituciones Penitenciarias, Ángel Luis Ortiz, aseguró el pasado viernes que la presencia de drones que sobrevuelan las cárceles en España se ha convertido en un «problema» que afecta a la seguridad de las mismas.
En declaraciones a los periodistas, tras una visita oficial a Ceuta, Ortiz afirmó que se ha advertido la utilización de drones para intentar introducir sustancias u objetos en las cárceles, «un asunto que tiene carácter general».
2) Debido a la crisis sanitaria originada por el Covid-19, los medios de pago incrementaron su proceso de digitalizados, para evitar tocar el papel, y en algunos países del mundo ya no existe el efectivo o se convirtió en el medio menos usado.
Por otro lado, las tarjetas de crédito, débito o aplicaciones de pago dominaron el terreno y se prevé que de cara a 10 años monopolicen el mercado.
En muchos países de Europa y Asia no se deben sacar billetes o monedas de la billetera para pagar cuestiones cotidianas como un producto en una tienda o el transporte público y se los denomina «países cashless”.
En la Unión Europa hay un país donde todas las transacciones económicas se hacen con tarjetas o dinero electrónico y se trata de Suecia. Tal vez esto haya sucedido tan rápido allí porque tienen uno de los sistemas tecnológicos más avanzados del mundo, lo cual permite el acceso a todos sus ciudadanos.
La digitalización, las nuevas tecnologías, la robotización o cualquier sistema que nos ayude a mejorar nuestro nivel de vida son, en principio, buenas para nuestro mundo. Pero si nuestros gobiernos, los bancos, hacienda o quien controle la tecnología, saben dónde estamos, con quién estamos, cuánto nos gastamos y en qué, cuánto dinero tenemos, a dónde viajamos, qué enfermedades tenemos y hemos tenido, qué nos gusta y qué no, etc.; Entonces, la tecnología es un medio más para tenernos controlados (lo que más gusta a los políticos con tendencias dictatoriales), debe controlarse y tenemos que poner límites para garantizar nuestra privacidad. No podemos convertirnos en el protagonista de la película “El show de Truman” (protagonizada por el genial Jim Carrey), al que manejan, sin que él lo sepa, como un muñeco o una marioneta.
