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La muerte de 115 personas por, con, o de COVID, merece más respuestas

Ya se dijo desde este espacio de opinión, que sería recomendable dar información –con las debidas medidas protectoras de su identidad-, sobre el estado vacunal de los fallecidos, así como de la cepa de virus causante de los mismos, o de los condicionantes de salud que tenían dichas personas fallecidas; mantener ese mutismo no sólo no llevaba a nada, sino que además era contraproducente en los esfuerzos -por ejemplo el de la vacunación- que se emprendían por la administración responsable.

Los datos son fríos, pero también objetivos e inamovibles en sus conclusiones, por ello que Melilla cuente en lo que va de febrero, nada menos que el 10% de las muertes que la epidemia nos ha causado, es un dato demoledor.

A la sombra de este trágico dato, lo que era una recomendación ha pasado a ser una necesidad, que por fin ha sido así contemplada por las autoridades de salud pública, en su última comparecencia pública del viernes pasado, facilitando algunos de estos datos; sea bienvenida aunque a mi juicio es tardía, y confío que no haya sido obligada –su previo acceso a la información lo permite-, ante el dato de los tres fallecidos aparecido este mismo viernes.

La información dada aunque esperada, confirma cuestiones principales para la población y su actitud en la epidemia, sobre todo ante la vacunación y su potentísimo papel en la prevención de los casos graves y las muertes.

En esa misma comparecencia se echaron de menos, las nuevas líneas en la estrategia de vacunación, y que la misma consejera reconoce al felicitarse por los resultados de la vacunación en los centros escolares; la fase de vacunación a demanda se ha agotado –sin que ello signifique de deba suspenderse totalmente-, y ahora prima la búsqueda activa de las personas a vacunar –o pendientes de dosis de recuerdo-, sean los centros docentes, los lugares de trabajo o incluso los domicilios, en especial las personas en riesgo máximo por su mal estado de salud.

Además es insuficiente la información facilitada, y ante la desconfianza que la situación pudiera estar causando entre la población, hubiera sido deseable incluso la presencia de responsables del INGESA, y ello como forma de completar dicha información, e intentar hacer comprender a la población lo que está ocurriendo, para enviar un mensaje de tranquilidad y confianza a la población.

Ligaba en la anterior colaboración la transparencia a la buena acción de gobierno, y su ausencia –o al menos su parquedad- en Melilla ha sido una constante, lo que es un error por no generar la confianza o incluso dar lugar a desconfianza, y ello impide alcanzar un objetivo imprescindible en cualquier estrategia dirigida a la ciudadanía, el lograr su sensibilización.

En la gestión de lo público, los ciudadanos les piden a sus gobernantes transparencia y coherencia –incluyendo la autocrítica y la autocorrección-, con decisiones pegadas a la realidad que logren su confianza; pero ello sólo es posible desde el liderazgo, una virtud que aúna aptitud y actitud, y que en gran medida es natural –o la tienes o no la tienes-. Desde hace tiempo se atisba que –al igual que otras áreas del gobierno local-, nuestra salud pública ha carecido y carece de liderazgo, y ello ha marcado la evolución de la crisis sanitaria en nuestra ciudad.

Se ha hecho clásica y unánime la idea, de que el reto de la pandemia en España se ha debido de afrontar con el peor gobierno posible, y ello puede extenderse perfectamente a Melilla.

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Redacción

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