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El Alminar

La figura de Juan el Bautista

Juan el Bautista era un profeta, un anunciador que predicaba en el Jordán y tenía una amplia comunidad de seguidores. El evangelio de Mateo, capítulo 3, nos lo presenta como un hombre que: usaba un vestido de piel de camello y una correa de cuero alrededor de la cintura (cíngulo), y su comida eran langostas y miel.

Confesaba pecados, atendía a la gente y luego los bautizaba en el Jordán. Imprecaba a los fariseos, a los saduceos y al tirano Herodes. Sus advertencias eran muy directas: El hacha está ya puesta en la raíz de los árboles. Todo árbol que no de buen fruto será cortado y arrojado al fuego.

Jesús, el Cristo, se acercó hasta él para ser bautizado, pero el Bautista reconociéndole le dice, en Mateo 3, 14-15: Soy yo quien debo ser bautizado por ti, ¿y vienes tú a mí?. -¡Déjame hacer ahora, pues así es como debemos nosotros cumplir toda justicia!-. Es Mateo el único que ofrece esta enigmática y no resuelta respuesta. Parece una afirmación categórica, en defensa de La Ley, la de Dios o Mosaica , que Jesús viene a cumplir y no a abolir. Incluso Él mismo se sitúa por debajo de ella y obliga a que ambos la cumplan.

Este evangelista ofrecerá un testimonio más, es un testimonio que también recogerá Lucas. En Mateo 11, 1-4: Mientras tanto, Juan que había tenido en la prisión noticia de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a preguntarle: ¿eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?. Jesús les respondió: id y contad a Juan lo que habéis visto y oído. Mateo refiere pues un contacto entre ambos, la impaciencia del Bautista por su prisión, y el conocimiento del rabí Jesús de la situación de Juan. Mateo cuenta que una vez ejecutado Juan, sus discípulos tomaron el cadáver y lo sepultaron (pero no menciona lo sucedido con al cabeza, que con posterioridad sería objeto de veneración). “Al enterarse Jesús, se alejó de allí en una barca, a un lugar desierto, él solo”. Mateo 14, 13. Esto solo lo referirá Mateo.

Marcos utiliza casi el mismo texto que Mateo, pero lo sitúa al inicio de su evangelio, lo que le confiere una importancia aún mayor. Omite cualquier referencia posterior a que Jesús tuviera algún conocimiento o contacto tras el encarcelamiento de Juan, o incluso noticia de su muerte. Ninguno de los dos evangelistas hace mención de la filiación de ambos, que según aclarará Lucas, eran primos por parte de madres, que no de padres. El caso es que el primero es el anunciador y el segundo el enviado. Hay relación entre ellos e incluso la gente los confundía. En algún momento llegarán a pensar que Jesús es Juan resucitado, lo que atormentará al tirano Herodes. Debían parecerse, incluso físicamente.

Lucas, el tercero de los evangelistas, creará un bello cuento. Al inicio de su evangelio narra el nacimiento de Jesús y de Juan (sin intervención de los padres), lo que convertirá en humo la genealogía humana de Jesús, descrita a través de los padres. Cuenta el encuentro entre las madres, se supone que hermanas y vincula desde el nacimiento a ambos niños, tanto en tiempo como en espacio. Se precederán en todo. Retomará luego el texto común y narrará el bautismo en el Jordán de modo similar. Describe con mayor amplitud el papel de los emisarios de Juan y añadirá este elogio por parte de Jesús, en Lucas 7, 28: Porque os digo, entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan. Lucas no menciona la muerte del Bautista, pero sí una afirmación del propio Jesús por el que sabemos que Juan ni comía pan, ni bebía vino. El otro Juan, el evangelista, es un teólogo y un místico, por lo que ya no añade o quita datos significativos. Sin lugar a dudas, Juan ya presenta a Jesús como “el Mesías”, el ungido.

La leyenda del Bautista
La leyenda del Bautista es inmensa. Recorrió el orbe greco-romano desde una punta hasta la otra. Sus reliquias eran y son tan veneradas como las del propio Cristo. Las iglesias y templos dedicados en el mundo cristiano son inabarcables, e incluso tiene un día de conmemoración, al mismo nivel del de su primo, al que anunció. El nacimiento del Bautista abre el verano y el de Jesús el invierno, los dos con categoría de solsticio.

Al menos dos iglesias-catedrales, la de Amiens en Francia y la de San Silvestre en Roma, afirman tener el auténtico cráneo de Juan el Bautista. Sin embargo, también en la gran mezquita omeya de Damasco, hay un relicario con la cabeza del Bautista, al que los musulmanes llaman Yahia. Los mayores conservadores y coleccionistas de reliquias del mundo fueron los bizantinos, pero con los saqueos llevados a cabo primero por los cristianos romanos, y luego por la caída de la ciudad en manos del Imperio Otomano (1453), la mayor parte de estas reliquias desaparecieron, o se repartieron por el mundo. En Estambul se conserva un brazo del Bautista e incluso el hueso superior del cráneo. Reliquias parecidas afirman poseer iglesias y monasterios de todo el orbe cristiano.

Se trata de un gran personaje, objeto de gran veneración, absolutamente desconocido y oscuro desde el punto de vista histórico, aunque de gran definición teológica.

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