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Libertad económica

La factura de la luz y el populismo

Son días difíciles para los populistas y demagogos que solían estar en la oposición. Los mismos que salían a la calle a manifestarse hace unos años por una subida de la luz del 8% en “el día más frío del año”, ven como durante su gobierno y ante la ola de frío más intensa de los últimos años, el precio de la luz sube un 27%. “Ningún gobierno decente debería tolerarlo” apuntaba uno de los hermanos Garzón en diciembre de 2017, actual ministro de consumo de un gobierno, siguiendo su lógica, indecente.
El mercado eléctrico es un mercado fuertemente intervenido. El 60% del precio de la luz son costes regulados y fijados por el Gobierno (peajes de energía, peajes de potencia, impuesto eléctrico, contador, IVA del 21%), por lo que el Gobierno tendría margen más que de sobra para contrarrestar ese aumento en el precio con bajadas en los costes regulados. ¿Por qué no lo hacen? Pues porque no les importa lo más mínimo si usted puede pagar la luz o no. Incluso asumiendo que los costes fijos y regulados fuesen indispensables, podrían aplicar un IVA reducido a la luz, contrarrestando gran parte de la subida que se ha producido.

La apuesta por las energías renovables está bien, pero son energías intermitentes, lo que significa que su capacidad de generación disminuye ante condiciones climáticas adversas. En el escenario actual, la energía solar y la eólica no aportan casi nada. El factor de utilización de la energía eólica no llega al 17%, cifra aún menor para la energía solar. Cuando las renovables fallan, la producción se compensa con las energías base (nuclear, hidráulica, gas natural y el carbón). Ante el aumento de la demanda mundial, los precios del gas han aumentado, y eso sumado a que las renovables no pueden generar suficiente electricidad por las condiciones climatológicas, hace que el precio de la factura de la luz aumente. La solución ante esta situación no viene por intentar intervenir el precio de la electricidad (que apenas representa el 30% de la factura), sino por reducir el IVA y la parte de costes fijos y regulados, predominante en nuestra factura de la luz. El problema es regulatorio. De hecho, desde 2008 el precio de la energía ha venido cayendo, y lo que se ha hecho desde la Unión Europea es aumentar subvenciones y primas, es decir, cargar la factura de la luz con enormes costes que no tienen nada que ver con consumo y generación.

Hay que apostar por un mix competitivo y flexible que permita cubrir las puntas de demanda. No tiene sentido mantener las centrales nucleares fuera de funcionamiento mientras en países limítrofes como Francia funcionan a pleno rendimiento.

Va a ser un inicio de año difícil para muchos. A la subida de la factura de la luz se sumarán las subidas al gasóleo y el biodiesel, el IVA a las bebidas azucaradas, la subida en el impuesto de matriculaciones, la subida en las primas de seguros, la subida en los impuestos a los envases plásticos de un solo uso y a los residuos, y la subida de las cotizaciones para los autónomos. A esto se suman las terribles condiciones en las que nos encontramos: el número de empleados en ERTE aumentó en diciembre y la tasa de paro de España es la más alta de Europa.

Por muy mal que pueda sonar todo, no se preocupen. El Gobierno tiene las prioridades claras: el presupuesto del Ministerio de Igualdad (único en tanto en cuanto solo existe en España) se ha duplicado, y el nombre del Instituto de la Mujer se ha cambiado a Instituto de las Mujeres. Por fin un gobierno preocupado por los problemas reales de la gente.

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