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Columna abierta

La extrema derecha avanza en Europa

Para comprender este fenómeno político es importante distinguir con claridad entre la extrema derecha tradicional y la nueva extrema derecha. La extrema derecha tradicional es esencialmente antidemocrática y no cree en el principio de la soberanía popular. Además, posee un fuerte vínculo con la tradición fascista y está prácticamente marginada del escenario político actual.

Por el contrario, la nueva extrema derecha es nominalmente democrática y asume los valores de las democracias liberales, pero, sin embargo, solo los miembros del grupo étnico autóctono de una sociedad deben ser considerados miembros de pleno derecho de dicha sociedad. Por tanto, la amenaza de la nueva extrema derecha no radica en la supuesta eliminación de las instituciones y las libertades democráticas, sino en la posible adopción de propuestas discriminatorias y excluyentes de una parte de la población de la sociedad (claramente contrarias a las mismas raíces del proyecto integrador europeo).

En cualquier caso, la nueva extrema derecha está realizando un enorme esfuerzo por no ser confundida con la extrema derecha tradicional, lo que ha supuesto una mejora en la imagen y un mayor apoyo. Por ejemplo, Marine Le Pen, la presidenta del Frente Nacional (Francia), ordenó la expulsión de su partido de un militante por aparecer en una foto haciendo el saludo nazi, y declaró que “el Frente Nacional no admite en su seno este tipo de comportamientos inadmisibles que recogen una ideología repugnante”.

También conviene señalar que estamos ante una nueva forma
de populismo. El populismo clásico ensalza a las “honestas” clases populares frente a la “corrupta” clase política, es decir, al hombre pequeño frente a los grandes hombres; sin embargo, el nuevo populismo apela tanto a las clases populares como a la comunidad nativa interclasista frente a los enemigos internos (los políticos) y los enemigos externos (los inmigrantes).

Pero, ¿cuáles son las causas del auge de la extrema derecha en Europa? Europa «viene sufriendo» un desplazamiento a la derecha desde los años 80 por dos motivos: la «inseminación de la derecha clásica» por el llamado neoliberalismo, que ha dado lugar a su vez al neoconservadurismo, en un contexto de inseguridad e incertidumbre creciente; y la incapacidad de la izquierda para dar respuesta al desamparo de las clases medias y populares hundidas por la crisis. Además de la crisis de los refugiados ha sido utilizada por los grupos ultraderechistas para determinar los chivos expiatorios que población buscaba delimitar. Como consecuencia, se han ido desplegando todos los tópicos del discurso de estos movimientos.

Mientras que la mayoría de los europeos está desprotegido ante los tsunamis financieros, el número de multimillonarios aumentó de 145 en 2009 a 342 en 2015, según cifras de Frontier Economics. Ante el descenso del bienestar social, la reducción de salarios, los empleos precarios y los recortes del gasto público, opciones políticas de extrema derecha han canalizado la frustración de las clases populares. Ese es uno de los temas de fondo que ha causado el hecho que en Reino Unido haya ganado el Brexit.

La inmigración de árabes.La llegada de inmigrantes de Medio Oriente a Europa es un gran factor que explica el auge de estos partidos racistas. “Los conservadores consideran que los inmigrantes traen problemas económicos y quitan puestos de trabajo a los europeos. Otros consideran que Europa no está para perseguir a los que ‘tienen malas costumbres y a los que roban’, generando así mitos y leyendas. No se puede entender el ‘Brexit’ sin el elemento xenófobo”.

Ante el avance de estas fuerzas por el Viejo Continente es inevitable preguntarse si han tocado techo o pueden seguir creciendo, y cómo frenarlas. Europa, en crisis y atacada por varios frentes, atraviesa uno de sus momentos más delicados y tiene que redefinirse. “La Europa social de derechos, libertades y desaparición de fronteras está retrocediendo”.

La convivencia multicultural, por su parte, se traduce en muchos suburbios en tensiones sociales o violencia. La gente se siente, sobre todo, insegura. Y es entonces presa fácil de los demagogos ultraderechistas, que prometen retablecer el orden y la seguridad. Las sociedades europeas se encuentran hoy en una encrucijada. Deben decidir cuán enérgicamente están dispuestas a defender la libertad y la tolerancia, frente a la amenaza ultraderechista, la del terrorismo fundamentalista y de la intolerancia religiosa.

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