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La alborada

Intelectuales y política

Pocas cosas hay tan obscenas como ver a un botarate dando lecciones de moralidad, algo parecido a lo que hizo recientemente Juan Goytisolo al recibir el premio Cervantes de manos del jefe del Estado, en la prestigiosa Universidad de Alcalá de Henares.

Y es que el intelectual en general ha ido adquiriendo en las últimas décadas un aura de combatividad desconocida en otras épocas, aunque en realidad, todo lo más, lo que realmente hacen este tipo de personas es o bien someterse al dictado del poder político o bien colaborar con él, generalmente para poner la cultura al servicio de ese mismo poder, algo realmente repugnante y que muestra, entre otras cosas, que a pesar de la democratización cultural que se ha producido en España tras cuarenta años de dictadura, la democracia cultural brilla por su ausencia.

A ello han coadyuvado con profusión los intelectuales, en particular los de izquierdas, en la medida en que han trabajado incansablemente mano a mano con el poder político hasta desvirtuar el sentido último de la cultura que no es otro que hacer libres tanto al creador de cultura como al consumidor. Nada de ello ha sido posible y la cultureta teledirigida desde el poder ha emponzoñado el ámbito creativo hasta cotas insoportables y encima, algunos intelectuales van impartiendo lecciones sobre lo correcto y lo incorrecto, sobre lo bueno y lo malo, lo aceptable y lo inaceptable. Por supuesto lo suyo es lo bueno, claro y lo de los demás, pura mierda, en la más amplia acepción del termino. Llega a tal nivel su endiosamiento que se creen portadores de un mensaje prometeico y aleccionador, como el tal Goytisolo, ese gran conocedor de la obra de Cervantes a la que, por cierto, no presto la más mínima atención en su discurso progre, al servicio de la ideología y del poder, no lo olvidemos.

Me da igual si la obra de Goytisolo es buena o mala, si sus intenciones son saludables o no, o si porta realmente un mensaje para toda la civilización, cual mesías redentor. Lo único que me importa, como melillense, es que este tío insultó a mi ciudad hace unos años. Goytisolo se exilió en Paris en la década de los años cincuenta huyendo de una dictadura a la que despreciaba, en España. Pese a ello no tuvo empacho en alabar a otra, en este caso la de turbante y velo, la marroquí, pues ya sabemos sus afinidades por la cultura arabo-islámica. Ello y por supuesto su idiocia, le llevaron a defender a un criminal como Hassan II en 1975, cuando estaba acechando a las puertas del Sahara Occidental. Los saharauis le importaban un pito, aunque fueran musulmanes también, pues hay dos varas de medir en su errático pensamiento. También defendió la marcha verde y por último, la entrega de Melilla y Ceuta a Marruecos al considerarlas dos colonias. En definitiva, es un inmoral por apoyar a un dictador, un indecente al hacerlo por la marcha verde, a la que dedicó un capítulo en una obra colectiva financiada en 1976 desde el Majzén y por supuesto, es un desleal, al haber atacado así a dos ciudades españolas ubicadas en el norte de África. Inmoral, indecente y desleal, a pesar de los premios recibidos.

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