Imaginen por un instante que España todavía está sometida por un dictador que también se ha dedicado con interés e indiscutible éxito al narcotráfico internacional. Imaginen solo por un instante la tragedia inevitable que estallaría en los hogares y las calles de nuestro país si ese dictador se llamara Mariano Rajoy, por poner un ejemplo tonto. Un déspota cierto, no imaginario, de poder absoluto y conciencia putrefacta que ordena a su ejército y a su adoctrinada policía disparar a matar. Una orden que, efectivamente, cumplen con mucho celo y que acaba en tres meses con la vida de 122 opositores al régimen después de acorralarlos en una mala esquina. Imaginen por un instante que ese bastardo, que dispone además de 1.800 millones de dólares escondidos en ese laberinto de las sociedades bancarias y de las multinacionales, decide una noche detener a empujones y en camisón a las alcaldesas de Madrid y de Barcelona, Manuela Carmena y Ada Colau, solo porque no le ríen las gracias y mascullan la necesidad de cambiar al hombre que las somete con dureza extrema para cambiar igualmente su país sometido. Imaginen por un instante que aquí hay gente que apoya lo de allí. Y que un día muy oscuro llegan al poder. Imaginen la miserable Venezuela en el soleado sur de la gran Europa. Imaginen todo lo que les he contado antes de tomar una decisión porque después no podrán imaginar. Ni siquiera tener un sueño.
