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Ideología enfermiza y esclava

Una ideología política es un juego ético de ideales, principios, doctrinas, mitos o símbolos de un movimiento social, institución, clase o un grupo grande que explica como la sociedad debería funcionar.

Enfermos y esclavos de ideología se encuentran aquellos que profesan una idea política, afiliados y cegados a unas siglas, que no les permiten ver la realidad y que votarían aún yendo en contra de sus intereses.
Estoy convencido de que la fidelidad a las distintas ideologías, que uno puede comprobar, desgraciadamente, como una afinidad sectaria, tiene mucho que ver con la ignorancia o, por decirlo de una manera más suave, con la falta de capacidad para encontrar respuestas adecuadas.

Porque encerrar el pensamiento humano en ideas de hace más de un siglo resulta decepcionante desde el punto de vista intelectual, es decir, la falta de creatividad en el pensamiento tiene relación con la fidelidad a una ideología determinada.

Incluso, por increíble que parezca, puede decirse que ha sido precisamente el excesivo culto a la razón defendiendo una idea, el que ha provocado una ausencia total de pensamiento.

De ahí que la obsesión por la ideología sea algo habitual en una sociedad mayoritariamente relativista, y cuando se han arrasado los dogmas más elementales, predomina una obsesión por la ideología.

Esto se hace evidente cuando uno observa que los partidarios de cada ideología suelen argumentar que la que ellos profesan es la más racional, sin caer en la cuenta de que el racionalismo, defendido por cada ser humano concreto, ha sido una vía directa hacia el relativismo que padecemos y así, se hace imposible cualquier debate: todo es lo mismo, todo es válido igualmente y la razón permite defender una cosa y la contraria.

De ahí surge algo realmente nefasto para la actividad política, pues la impide, y es el sectarismo. No hay argumentos. Todo se basa en consignas. Cada uno está dominado por su obsesión ideológica.

La Historia ya nos ha enseñado que las ideologías de la Modernidad no pudieron resolver todos los problemas humanos y que todas tienen sus errores; algunas son pura falsedad y sus consecuencias las han sufrido millones de personas.

Yo confío en la capacidad del ser humano para que, partiendo de eternas seguridades reales, pueda llegar a conclusiones novedosas y positivas, sin perder de vista que los límites de la razón pueden hallarse más lejos de lo que pensamos siempre que no se impongan las conclusiones de antemano, lo que suele ser otro de los errores de partida de las ideologías que hoy obsesionan a tantos.

Los que siguen una ideología votan a esa idea enmarcada en partidos políticos, aunque sean consciente de que le están engañando, van contra sus intereses o del interés general, son esclavos de ellas.

En el lado contrario están los que podríamos llamar “resultadistas”, no son ideólogos, votan resultados a la gestión del que gestiona y no tienen reparos en votar a cuatro partidos distintos en otras tantas elecciones.

Recientemente Pablo Motos de “El Hormiguero” entrevistaba a José Ramón de la Morena, periodista deportivo de la Cadena Ser y Onda Cero, y este comentaba que siendo de izquierda, en las elecciones del 4M en Madrid reconocía que había votado a Ayuso, argumentando que él buscaba que era lo mejor para su país y para su pueblo (Brunete).

Yo me quedo con los segundos, con los “resultadistas”, los primeros los “idealistas” me generan desconfianza.

España afronta un tiempo decisivo y el sectarismo dominante solo ayudará a empeorar las cosas. Creo que conviene tenerlo en cuenta.

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