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Colección Ventana al mundo

I.- Humanismo y Economía

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Debo comenzar afirmando que el papel de la cultura en nuestro tiempo es un asunto clave en los comienzos del nuevo siglo. No se trata solamente de acceder — desde el nivel de sabiduría alcanzada hasta ahora por la Humanidad — a un amplio conocimiento junto a proclamar valores fundamentales y de alcance universal de la cultura en nuestro tiempo, ….
…sino también y sobre todo de llevarlos a la práctica de forma coherente y continuada al servicio del bienestar, la paz y el progreso de todos. A tal fin se requiere fundamentalmente una sólida visión global, interdisciplinaria y a largo plazo que logre inspirar las múltiples acciones locales de todos los ciudadanos en el marco global de nuestro planeta.

Desde esa visión global de la cultura, literaria y científica, así como de un humanismo en el marco de una posible futura civilización de lo universal, urge contribuir al diálogo hasta lograr una activa convergencia global de las muchísimas identidades culturales que conviven en el mundo. Para ello es desde luego esencial respetar plenamente la dignidad humana y los valores éticos de convivencia y de paz, siempre convergentes entre todos los hombres de buena voluntad, a cuyo fin lo que importa es el reencuentro y el diálogo universal de culturas y creencias que aporten razones sólidas para la esperanza.

Una mirada retrospectiva sobre la historia de la Humanidad muestra los indudables inmensos logros materiales y culturales conseguidos a lo largo de una muy difícil trayectoria a través de muchos siglos. Sin embargo, también muestra cuantas veces ha sido gravemente quebrado ese quehacer por culpa de la ignorancia, del egoísmo y de los más bajos instintos, en un mundo cargado de intereses en conflicto.

Y ahora, más concretamente, estamos ante un futuro que anuncia de forma perceptible el final de una era y el amanecer de una nueva cultura de perfiles aún inciertos. Efectivamente no estamos tan sólo ante una difícil encrucijada debido a la muy grave crisis financiera aún activa, sino ante una nueva coyuntura política, económica, social y cultural de gran alcance. También y muy probablemente, estamos ante la más ambiciosa y difícil transición hacia una sociedad interdependiente, orientada hacia una inexorable globalización en todos los órdenes. En consecuencia y gracias al cada vez más fácil acceso a la información, base del conocimiento, comienza a existir afortunadamente una creciente conciencia por parte de los ciudadanos sobre esta nueva realidad. Sin embargo, al mismo tiempo se observa también la búsqueda renovada de la propia identidad así como una mayor resistencia a tantos cambios.

Parece ser que antes nos bastaba con saber que cultura es, al decir del diccionario, el "conjunto de conocimientos que posee una persona como consecuencia de ejercitar sus facultades intelectuales", o bien "un modo de vida, conocimientos y desarrollo artístico, científico y económico de un pueblo o de una época", como garantía del verdadero Humanismo. En cambio, hoy en día es imprescindible comprender que población, medio ambiente, economía, desarrollo sostenible, trabajo, industrialización, tecnología, política y valores, son, entre otras muchas más, variables inseparables de la cultura así como de la ecuación que está en el centro de las incertidumbres sobre el futuro de los hombres. Ello es así tanto más que la complejidad de sus mutuas interacciones obliga a tratar estos elementos en su conjunto. El reconocimiento de la globalización o mundialización de los más diversos fenómenos, así como el sentido de responsabilidad ante el futuro se han generalizado y son clave en la búsqueda de un nuevo humanismo que logre engendrar una "real utopía" que alimente una autoridad moral para poder hablar en nombre de lo más noble del espíritu de los hombres.

Por lo que se refiere a la cultura, su globalización actual ocurre de forma preponderante en materia de ciencia y de tecnología. También es cierto que se va abriendo paso una civilización de lo universal, sobre todo desde los usos y costumbres occidentales. Sin embargo, este proceso globalizador de la cultura está aún dramáticamente falto de la necesaria visión y práctica integradora de las ciencias con las humanidades, así como de la economía dentro de un enfoque más universal.

La cultura propiamente humanista, que se relaciona sobre todo con la filosofía y el estilo de vida, con las creencias, con las bellas artes, con la literatura o las lenguas, no es primordialmente finalista y no está, por lo tanto, prioritariamente al servicio del desarrollo económico. Las humanidades son, más bien, el indispensable caldo de cultivo de la investigación científica y de la creatividad en general. Estas últimas son, a su vez, la fuerza innovadora que da origen a una tecnología, puesta luego al servicio del bien o del mal por los hombres. La necesidad ahora imperativa es tratar de lograr que la tecnología contribuya a un bienestar humano y social generalizado y sostenible para las próximas generaciones mediante el cultivo de valores éticos. La cooperación activa de los científicos e intelectuales a esta tarea no se puede hacer esperar, tanto más que un humanista sin conocimientos científicos y tecnológicos básicos es, en cierto modo, un analfabeto, de la misma manera que un economista, un ingeniero o un científico sin la debida cultura humanista puede llegar a ser una persona incluso peligrosa en sus actuaciones profesionales.

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