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Ventana al mundo

Humanismo y Economía (IV): Responsabilidad socio-cultural de las empresas

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La evolución de la economía de libre mercado nos ha enseñado durante las recientes décadas que el éxito de una empresa ya no se puede medir tan sólo por sus resultados comerciales, pese a ser ello muy importante. La grave crisis financiera de nuestros días, con sus consecuencias tales como el déficit público y el creciente gran desempleo,…
… obligan a un replanteamiento de la formación junto con un urgente reciclaje de los directivos empresariales así como de los respectivos miembros de los Consejos de Administración de las empresas, de tal modo que se pueda establecer el deseable Gobierno Corporativo a fin de que esas empresas se conviertan no sólo en motores de la economía y núcleos vitales de una prosperidad material, social y de convivencia democrática, sino también portadoras de la justicia y protección social, además de la humanización del trabajo, la solidaridad, la cooperación, el progreso tecnológico, el saber humano y la libertad en democracia. Todo ello se requiere tanto más ante el actual proceso irreversible de globalización, lamentablemente centrado aún sobre todo en redes de las grandes empresas multinacionales, mientras que la verdadera globalización de un mañana ya próximo deberá ser altamente beneficiosa para lograr una Humanidad realmente solidaria desde numerosos valores y metas comunes, con creciente respeto a las diferencias étnicas y a las respectivas raíces culturales.

De lo que se trata en esencia es precisamente que todos los empresarios deben transformarse en verdaderos líderes empresariales con un sentido social, innovador, cultural, tecnológico y ecológico, impregnados de valores éticos, de tal modo que logren garantizar el futuro y la rentabilidad de sus respectivas empresas a largo plazo, tanto más en el marco de la difícil coyuntura actual. Todo ello exige ciertamente visión, realismo, decisión y valores profundamente arraigados. En todo caso, bien puede decirse que cuando falta visión, es decir perspectiva global y a largo plazo desde la concreta realidad local, cualquier empresa humana está condenada a fenecer. Del mismo modo que, frente a las vanas ilusiones voluntaristas es imprescindible apoyarse en los datos y hechos concretos con realismo, también es preciso tener el valor de actuar con decisión, arriesgar lo necesario y perseverar frente a las vacilaciones tentadoras: Siempre con coherencia entre los valores proclamados y los realmente ejercidos, sobre todo en estos tiempos de dudosa perseverancia. Así se garantizará también la imprescindible cooperación (partnership) entre trabajadores, directivos, empresarios y consejeros de cada entidad empresarial.

Esa compleja y a menudo inmensa tarea es la propia de todo directivo y ejecutivo empresarial. Al fin de cuentas, la dirección empresarial es la tarea de servir al desarrollo humano desde la concreta iniciativa, preferentemente privada, de una empresa y gracias a la creación continuada de riqueza con equidad, libertad, madurez profesional, noble corazón y capacidad de sacrificio. Ello implica, a su vez, que tales directivos sean capaces de eficacia organizativa dentro de un marco siempre democrático, con amplios sistemas internos de comunicación, junto con una política continuada de apoyo decidido y práctico en favor de la innovación y de la creatividad en libertad. A su vez, condicionante de todo ello es, sin embargo, un enfoque intercultural e interdisciplinario desde las humanidades, la ciencia y la tecnología en la formación continuada para la promoción de todos los profesionales competentes y plenamente dedicados a la empresa, como ya lo he comentado antes.

Tales son a mí entender, a muy grandes rasgos, algunos de los más importantes objetivos a los que debemos aspirar como razones profundas para una sólida esperanza de futuro en la medida en que los altos directivos empresariales así como los miembros de los consejos de administración tengan plena conciencia de su deber y grandes posibilidades de ejercer con éxito la responsabilidad social en la empresa (RSE). Por lo tanto, en éstos tiempos difíciles es imprescindible lograr entre todos la transición hacia una Economía impregnada de Humanismo como máxima garantía para encaminarnos a un futuro de óptimo desarrollo económico y social, realmente sostenible. Ello servirá además para la fundamental formación y estímulo de los potenciales jóvenes emprendedores, los cuales han de tomar en sus manos el relevo de cara a un mundo que tiene en ellos una de las más importantes razones para la indeclinable gran esperanza de un nuevo y brillante amanecer.

En ese sentido, las fundaciones privadas, expresión paradigmática de lo mejor del sentido de responsabilidad y de colaboración de las empresas con la sociedad son, cada vez más, instrumentos al servicio de la gobernabilidad en los más diversos campos. De ahí también puede surgir muy pronto el deseable trialogo para la cooperación entre gobiernos, empresas y la sociedad civil en sus múltiples expresiones institucionales. Ello debe contribuir tanto a la gobernabilidad del mundo como a atajar la pobreza, tarea que debe ser prioritaria en nuestros días, entre los muchos problemas urgentes de alcance global, dadas las preocupantes disparidades económicas en aumento entre países así como en el interior de los países. Lo cierto es que aún tenemos un largo camino por recorrer para que la actual sociedad de la información llegue a ser la sociedad del conocimiento que con no poca petulancia muchos pretenden ya hemos alcanzado a convertirnos, por no hablar de lo muchísimo que nos falta para acercarnos a. la sociedad de la sabiduría, de la solidaridad y de la cooperación para un desarrollo sostenible, a la que siempre debemos aspirar como meta última.

En suma: La empresa ya no puede considerarse un ente aislado, de espaldas a las vicisitudes que experimenta el conjunto de la sociedad. Por eso mismo tampoco es posible separar lo empresarial de lo educativo, científico, tecnológico, cultural y social. Esas actividades tienen que formar parte de la deseable nueva cultura empresarial, gracias a la cual se logren los legítimos objetivos de producción, comercialización y progreso que contribuya a reforzar la sociedad civil en todas sus facetas. Tal es el deber de conciencia y la oportunidad de ejercer un liderazgo en el gobierno de las empresas sostenibles y altamente rentables para bien de todos.

Las empresas son, deben ser y van a ser, cada vez más, agentes de cambio económico y social global; plataforma del necesario diálogo de las culturas (desde la diversidad de identidades culturales y convicciones), en un clima de tolerancia y solidaridad que destierre al terrorismo y promueva la paz y el desarrollo. Tal es la mejor manera de insertar las empresas de manera positiva en el inexorable proceso de globalización en marcha y convertirse, en consecuencia, en destacadas portadoras de la esperanza que el mundo requiere. Por todo ello debemos rendir un muy sincero tributo de admiración, afecto y agradecimiento a aquellos directivos y ejecutivos empresariales que destaquen por su labor como ciudadanos y empresarios, como creadores de riqueza al servicio de un desarrollo sostenible cada vez más humano y social, que ha de situar a sus empresas entre las más rentables, socialmente más eficaces y respetadas por los ciudadanos de todo el mundo.

Para terminar recurro finalmente a las inspiradas palabras de Charles Dickens: "Esta es la peor de las épocas, aunque también es la mejor de las épocas; Es el tiempo de la locura, pero también es el tiempo de la lucidez. Es el invierno de la desesperación y, a la vez, es la primavera de la esperanza; No tenemos nada ante nosotros y, sin embargo, lo tenemos todo ante nosotros".

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