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La firma invitada

Hartazgo

La ingenuidad nos había llevado a pensar -sería más exacto decir, a soñar- que bastaba que el sistema fuera democrático para que todos los servidores públicos fueran probos y demócratas. Habíamos olvidado el peso de la condición humana y que la codicia forma parte de ella. En ocasiones, en alianza con la soberbia. Codicia y soberbia han sido señas de identidad de buena parte de la casta política española que lleva años creyéndose a salvo de las servidumbres que afectan al común. Con palabras que es mejor no recordar, hace unos meses, el ministro de Hacienda justificaba lo injustificable: una amnistía fiscal. Por evadir la mitad de la mitad de lo que habían escaqueado algunos de los golfos que se acogieron a tan indecente perdón, hay quien está en prisión. Otro ejemplo: todos los jetas cuyos nombres aparecen en la infame lista de los 86 beneficiarios de las llamadas "tarjetas fantasmas" de Bankia son gentes de partidos, patronal y sindicatos que conocen las obligaciones que todo ciudadano tiene con el Fisco. Pero tiraron de tarjeta a sabiendas de que sus gastos iban a cargo de una entidad que estaba arruinada. Miguel Blesa llegó a la presidencia de Cajamadrid impuesto por el dedo de José María Aznar. Quien tiene un amigo tiene un tesoro y ambos lo eran desde sus tiempos de Logroño. Algunos de los correos recibidos por Blesa ilustran a las claras el calado de esa relación de la que el cazador Blesa debió pensar que era su patente de corso. Patente que aprovechando la villanía de algunos de los políticos nombrados consejeros le permitió convertir Cajamadrid en un coto. De cuantos se dejaron guiar por la codicia aceptando cargos y tarjeta de barra libre incorporada quizá el más sórdido -por la agravante de cinismo que concurre- fue el caso del dirigente comunista José Antonio Moral Santin. Le conocimos en los años noventa, cuando se fundó Telemadrid. Por aquél entonces era un talibán que venía del Partido Comunista dando lecciones de honradez, perdonando la vida y repartiendo carnés de demócrata. Ahora resulta que era un impostor. Se dejó sobornar por Blesa aceptando la vicepresidencia de Cajamadrid con un sueldo anual millonario y una tarjeta fantasma de la que se han pulido cerca de medio millón de euros. Todo un ejemplo de doblez. Como el de los sindicalistas dimitidos Ricardo Martínez y Rodolfo Benito o el de dirigentes como Rodrigo Rato o el diplomático Rafael Spottorno que tendrán que justificar y devolver lo que se han llevado con las tarjetas de una caja que sabían arruinada y que hubo que rescatar con 23.465 millones de euros. Visto que quienes han dado tan execrable ejemplo son de todos los colores políticos a nadie debería sorprender que la gente tienda a pensar que el sistema está amañado a favor de una clase privilegiada. Una casta que cree tener derecho a ser protegida de las consecuencias de sus errores mientras que a los demás, quienes no disfrutamos de esos privilegios, no se nos considera dignos de protección. La consecuencia más directa de éste estado de cosas es el repudio del grueso de los ciudadanos a los abusos la casta política. En realidad, la palabra que mejor resume la situación es otra: hartazgo.

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