El verano ponía en evidencia un problema cuya solución no se vislumbraba fácil: la frontera de Beni Enzar, como la de Farhana estaba más que al límite de sus posibilidades operativas y no podía atender mínimamente el tránsito de vehículos que sobre todo los fines de semana trataban de llegar a territorio marroquí. Las canalizaciones especiales montadas por la Policía Local no servían sino para aglomerar hileras de automóviles cuyos conductores se veían en la obligación de esperar por espacios horarios superiores a los 60 minutos para llegar a los controles policiales. Muchos días las colas llegaban a las proximidades del barrio del Real y la exasperación de los conductores se convertía en sonoras pitadas con las consiguientes molestias para los vecinos de la calle Astilleros.