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Gobiernos contra gigantes tecnológicos ¿interés público? ¿afán recaudador?

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El pasado lunes Apple fue multada, por los reguladores de la UE, con 1.800 millones de euros. La justificación empleada es que Apple impedía o dificultaba la competencia de sus rivales, en el área del streaming de música. Otros grandes, en el campo de la tecnología de consumo, ‘han puesto sus barbas a remojar’. Google ha cambiado la forma en que muestra ciertos resultados de búsqueda. Microsoft ya no hará que los clientes de Windows usen Bing. Y Apple abrirá a los usuarios de iPhone y iPad el acceso a aplicaciones y sistemas de otras compañías.

Estos cambios son solo algunos de los que Microsoft, Apple, Google, Meta y otros están haciendo como consecuencia de las estrictas regulaciones que se están implementando, tanto en Estados Unidos como en Europa y otros países. La razón que sustenta esas regulaciones es, supuestamente, permitir a los rivales tecnológicos más pequeños el que tengan más acceso a los usuarios. A la vista del afán recaudador de los diferentes gobiernos, desde luego el de España ¿hasta qué punto creemos que tan solo miran por el interés de los usuarios?

Durante décadas, Apple, Amazon, Google, Microsoft y Meta se autorregularon, hasta cierto punto, por las condiciones del mercado. Pero han crecido tanto, han adquirido tanto poder no solo económico sino también político, que gobiernos de todo el mundo han tratado de limitar ese poder, mediante una combinación de legislación y mercado. En los últimos años cada vez se ha escrito más legislación y más restrictiva hasta que, recientemente, la regulación gubernamental ha inclinado la balanza de su lado, en perjuicio de los mercados.

Las empresas tecnológicas de consumo, especialmente en Europa, se han visto obligadas a modificar la tecnología que ofrecen, incluidas alguna de las características de sus dispositivos y las funciones existentes en sus servicios de redes sociales.  La profundidad del cambio aplica a todas las compañías. Por ejemplo y de forma muy evidente en Apple, quien antes disponía de unas reglas únicas en todo el mundo para regular las condiciones de los desarrolladores de aplicaciones para su App Store; pero las diferentes legislaciones que han surgido en los diferentes países han forzado a Apple a establecer reglas diferentes para cada uno de ellos. Otro ejemplo es el del futuro cargador de iPhone, que tendrá que funcionar con dispositivos que no sean de Apple, obligado por otra ley de la UE.

Esas diversas regulaciones legales hacen que las empresas tecnológicas cada vez se asemejen más a otras empresas de sectores diferentes, que se ven forzadas a adaptar sus productos y servicios a las leyes y regulaciones locales. Greg Taylor, profesor de la Universidad de Oxford, centrado en la competencia en los mercados tecnológicos, ha dicho: “Esto representa un cambio radical en la forma en que regulamos el sector tecnológico. Aunque la UE es la primera en salir, otras jurisdicciones de todo el mundo están tratando de hacer cosas similares».

Aún en este nuevo ámbito legal, muchas empresas más pequeñas querrían que las regulaciones fueran aún más restrictivas. Para ello aducen que muchas de las grandes empresas continúan obteniendo ganancias enormes. El valor de mercado combinado de Microsoft, Meta, Amazon, Apple y Alphabet, se ha más que duplicado desde finales de 2019, hasta alcanzar aproximadamente un valor de diez mil millones de euros.

“The master Switch” (El interruptor maestro)

Tim Wu, profesor de la Facultad de Derecho de Columbia, una de las principales universidades americanas, ha escrito una historia muy atractiva sobre el origen, el presente e incluso el futuro de las comunicaciones modernas, usando como guía a la resurgida AT&T, quien dominó el mundo de las comunicaciones durante muchas décadas.

El principio rector de la historia es lo que Wu llama «el ciclo», del que escribe: «La historia muestra una progresión típica de las tecnologías de la información, desde el pasatiempo de alguien hasta la industria de alguien; desde un artilugio manipulado por un evaluador hasta una hábil maravilla de producción; de un canal de libre acceso a uno estrictamente controlado por una sola empresa o grupo, de un sistema abierto a uno cerrado». Afirma que, eventualmente, los empresarios o los reguladores destrozan el sistema cerrado y el ciclo comienza de nuevo.

La historia contada en el libro abarca desde el desarrollo de los teléfonos, la radio, la televisión, el cine y, finalmente, hasta Internet. Afirma que todos esos negocios son susceptibles de estar abocados “al ciclo”, porque todos dependen de las redes, ya sea que estén compuestas por cables en el suelo, torres en el aire o salas de cine de todo un país. Una vez que una empresa comienza a construir una red de este tipo, o a obtener el control de una, tiende a inclinarse hacia el monopolio. Si, para entonces, el gobierno no está ya profundamente involucrado en el negocio, y por lo general lo está, pronto lo estará.

Wu argumenta que las empresas de comunicaciones no solo son particularmente propensas a la consolidación, sino que los efectos políticos son mucho mayores que en otras industrias. El título del libro proviene de una línea de Fred Friendly, el veterano ejecutivo de CBS News, en la que distinguía entre las leyes de libertad de expresión y la «custodia exclusiva del interruptor maestro». Son dos cosas diferentes, pero cualquiera de ellas tiene la capacidad de dar forma al flujo de información. No se puede decir lo mismo, señala Wu, «del jugo de naranja, el combustible para calefacción, las zapatillas para correr o docenas de otras industrias, sin importar su tamaño».

Efectivamente, el dominio de los medios de comunicación tiene una importancia política tan marcada, que es muy difícil que los políticos se resistan a intentar su control, directo mediante legislación o indirecto mediante la asignación de presupuestos publicitarios. Y si, además, pueden imponer sustanciosas multas, aún mejor para la obtención de sus fines, políticos claro.

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Gonzalo Fernández

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