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El Alminar

Fin del Jubileo de La Misericordia

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“Transmites aquello que tienes, si tienes paz, transmitirás paz”, afirmó el Vicario episcopal Roberto Rojo en la Misa de Acción de Gracias, que puso fin a la conmemoración del Jubileo especial otorgado por el Papa Francisco, para toda la Iglesia Universal.

El oficio religioso se llevó acabo de manera concelebrada, con los sacerdotes que representan a todas las parroquias de la ciudad, en la solemnidad litúrgica de San León Magno, pontífice romano del siglo V, que ha sido la fecha escogida para dar por clausurado el año de la Misericordia, en nuestra ciudad. El Vicario Roberto Rojo escogió al sacerdote Rafael Cordero, para la lectura del Evangelio, cuyo texto pertenecía al evangelio de San Lucas, referido a las preguntas de los apóstoles sobre dónde está el Reino de los Cielos.

El Vicario melillense despidió en año jubilar en paz y logró transmitirlo, tanto por las palabras escogidas, como en el tono de su exhortación, que fue fraternal. ¿Dónde está el Reino de los Cielos? se preguntó el Vicario, para seguidamente responder: “El Reino de los Cielos está en cada uno y es nuestro deber ensancharlo, con la palabra, con los ejemplos” y propuso dos modos de hacerlo, el primero con la alabanza al Padre, el segundo con la imitación del Hijo. “Hay que dar ejemplo, y no porque se sea vicario, o sacerdote u obispo esa actitud o palabra tiene más valor”. “La palabra tiene valor cuando está asentada sobre el ejemplo, y eso es lo que consigue que el Reino de Dios se ensanche, porque la fe también se engrandece con el ejemplo de quien está a nuestro lado”. Vivimos en sociedad y quien está a nuestro lado también está atento a nuestro ejemplo, y a lo que decimos.

Roberto Rojo habló reposadamente, con un discurso que no escribe previamente, pero que sí medita desde la noche anterior. Habló con llaneza y reposo, frente al siempre altivo orgullo de Satanás. “No hay que tenerle miedo al pecado, porque todos somos pecadores”, dijo en otro momento. “Hoy se cierra la puerta física del Perdón, y se cierra el año de La Misericordia, un regalo con el que no contábamos y que el Papa Francisco nos ofreció hace un año, pero el perdón de Dios y su Misericordia siempre permanecerán abiertaspara todo aquel que quiera aceptarlo como centro de su vida”. Una fe, un ejemplo y una palabra común que se manifiestan en la Iglesia, pero que se muestran en la vida cotidiana. “No basta con proclamarse cristiano, también hay que ejercer, y eso solo es posible en la imitación de Cristo”.
¿Es difícil la imitación de Cristo, cualquiera es merecedor de la Misericordia de Dios?. La Misericordia de Dios es infinita, pero hay que aceptarla como tal, con una actitud diaria y continua de enaltecimiento del Padre y en la imitación del Hijo. Hay dos textos de Juan que lo aclaran, el primero dice: “Quién me ve a mí, ve al Padre”, y el segundo; “Llegará un momento que aquel que os de muerte crea hacerlo en nombre de Dios, pero eso es porque no han entendido al Padre ni al Hijo”.

El Vicario Roberto Rojo concluyó diciendo que “siempre habrá dificultades y quien nos entorpezca en ese camino, pero eso no debe preocuparnos porque quien sigue el camino de Dios no debe tener miedo”, y ofreció su último consejo: “Ten paz, que nada ni nadie te quite esa paz. Lucha, pero en paz”.

Nadie hay indigno de esa misericordia, pero antes debe reconocerse como pecador o como lleno de faltas e imperfecciones. Quien se cree puro, jamás podrá tener misericordia de aquel que tiene cerca, ni sabrá reconocer las dificultades de aquel que está a su lado. La recomendación final fue: “La labor más eficaz es la más callada. Procurad pasar desapercibidos, caminad siempre como si fuerais en alpargatas, caminando sin llamar la atención”.

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