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Estáis dejando morir a Ucrania. Slava Ukraini

04 UCRANIA

Sin una salida viable a una guerra que empeora, las opciones del presidente ucraniano van de mal en peor. A pesar de ello Zelensky ha dicho que Ucrania no aceptará nada menos que la devolución de todo su territorio, incluido el territorio que Rusia controla desde 2014, la península de Crimea y el Donbas. Pero dada la situación política y la situación sobre el terreno, en el que las líneas del frente han cambiado poco en el último año y en los últimos meses en perjuicio de Ucrania, parece cada vez más improbable el que Ucrania pueda retomar el 20 por ciento del país ahora ocupado por Rusia. El pensar en una negociación que ponga fin a la guerra, algo que Zelensky ha rechazado mientras las tropas rusas permanezcan en territorio ucraniano, es políticamente tóxico. El público ucraniano se opone en su mayoría a la entrega de territorio y Putin no ha mostrado ninguna disposición a aceptar nada que no sea la capitulación de Ucrania a sus demandas. Pero un alto el fuego también es un fracaso, dicen los ucranianos, porque solo daría tiempo a los rusos para reponer sus fuerzas. El pueblo ucraniano, que conoce muy bien a los rusos, no confía en ellos.

Ya escribí que los políticos occidentales, sentados en sus poltronas, con aire acondicionado y comida abundante, están dejando morir al pueblo ucraniano y a su ejército, en la oscuridad, en el barro, en el miedo y en la desesperación. La falta de armamento y munición, especialmente en la defensa antiaérea pero en ningún caso tan solo en ella, está desangrando tanto a sus soldados como a sus civiles. Es común leer en estos días que el partido republicano de los Estados Unidos, con Trump susurrando – a veces gritando- a sus espaldas, se niega a apoyar el paquete de ayuda propuesto por Biden, para lo que ligan la aprobación de la ayuda con la de un paquete de medidas muy duras contra la inmigración. Tratan de obtener ventajas en su política interior a cambio de la sangre de los ciudadanos ucranianos.  Pero no es menos cierto que, desde el inicio de la guerra, Estados Unidos ha proporcionado más de 44.000 millones de dólares en asistencia militar a Ucrania, lo que supera los aportes combinados de los cuatro mayores contribuyentes europeos -Alemania, el Reino Unido, Noruega y Dinamarca. También Europa, con frecuencia, se tapa los ojos ante el sufrimiento ucraniano.

Las carencias, cada vez más acusadas entre la población civil por los continuos ataques rusos a infraestructuras civiles vitales, existen también en todos los campos de la actividad militar, desde el personal a la munición para armas individuales. Tras dos años de guerra las mejores unidades del ejército están diezmadas y cansadas, y el reemplazo por tropas entrenadas y frescas es cada vez más difícil. La defensa antiaérea, en particular los misiles Patriot estadounidenses, de alcance entre 40 y 160 kilómetros, son extraordinariamente efectivos tanto para destruir en vuelo a los misiles enemigos como contra aeronaves, pero su alto coste y su escasez supone una grave limitación para las fuerza ucranianas. Una alternativa empleada también en Ucrania, de alcance medio, son los sistemas NASAM (Sistema de Misiles Superficie-Aire Avanzado Noruego). Es un sistema ya antiguo, continuamente mejorado, por lo que existe en Europa y en otros países una amplia disponibilidad de misiles de generaciones anteriores, que podrían ser entregados a Ucrania pero, eso sí, ofreciendo su remplazo por nuevos en el futuro. La voluntad política para hacerlo de hecho, no de palabra, también falla.

En cuanto a la situación de la artillería y sus proyectiles, imprescindible en la defensiva y aún más en la ofensiva, se presenta con las mismas carencias, más acusadas cada día que pasa. Las fuerzas rusas cuentan con una superioridad en armamento y municiones de diez a uno, con frecuencia aún mayor. El general Cavoli, comandante de las fuerzas de los Estados Unidos en Europa dijo recientemente, en su intervención ante el congreso de ese país, que “es fundamental que los legisladores reviertan su postura de no asistencia a Ucrania y se retomen con urgencia los envíos de armamento y suministros ya que, de no hacerlo, Kiev se quedará sin proyectiles de artillería e interceptores de defensa antiaérea en un plazo bastante breve”. Lo que se pierda ahora no va a poder ser recuperado o, en el improbable mejor de los casos, lo será con mucha sangre, sudor y lágrimas.

La aviación, los prometidos F-16, que podrían suponer un respiro para contrarrestar la totalidad superioridad aérea rusa, parece que no van a llegar antes del próximo año. Ello suponiendo que haya donde llegar en Ucrania el próximo año. Los pilotos siguen entrenándose, tras muchos meses de hacerlo. En los primeros meses aparecieron noticias en las que los instructores norteamericanos se sorprendían del nivel técnico de los pilotos ucranianos. Al parecer ello no ha conllevado a una disminución del tiempo necesario para su entrenamiento con los F-16. Lo que nos lleva a dudar sobre si existe un interés real en situar a esos aviones en disposición de combatir a los rusos, o si se trata de una maniobra dilatoria para no “enfadarles” con el despliegue de unos materiales que podrían tener un gran peso específico en el transcurso de la guerra.

Por otra parte, siguen las limitaciones para el empleo de los materiales occidentales entregados a Ucrania, limitados al propio territorio ucraniano. Sin que ello suponga limitación alguna para los rusos, que pueden atacar a Ucrania desde donde deseen. David, además de pequeño, lucha con una mano atada a la espalda por sus propios amigos.

En encuestas efectuadas en Estados Unidos, el 48% de los estadounidenses está a favor de enviar armas a Ucrania, mientras que el 29% se opone y el 22% no tiene una opinión clara. En cuanto a los países OTAN en Europa, la mayoría de la población respalda el apoyo a Ucrania, con un 64% que considera que la agresión rusa ha afectado a la seguridad de sus países de residencia.

Pero los políticos occidentales siguen temiendo a la reacción de Putin si cruzan la ya tristemente famosa “línea roja” que nadie sabe donde se encuentra, pero a la que Putin hace referencia continuamente cuando teme que la ayuda occidental a Ucrania se incremente sustancialmente. Los países de la OTAN siguen ejerciendo una moderación en su asistencia que bordea el pánico, evidenciado por el reciente alboroto cuando el presidente francés, Emmanuel Macron, dijo que las naciones europeas no deberían descartar el envío de tropas a Ucrania. Que sea Francia quien diga eso es, cuando menos, anecdótico.

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Gonzalo Fernández

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