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¿Es el populismo irresistible? ¿O lo es la avaricia, o la estulticia?

para gonzalo

Es de todos sabido que, en las últimas semanas, el panorama político de España se ha visto enfocado en las alianzas que Sánchez, llevado de su deseo de permanecer en el poder a toda costa y a cualquier precio, ha hecho con los grupos más marginales y antidemocráticos, antiespañoles en ciertos casos, del lamentable panorama político español.

También se ha escrito mucho sobre las posibles consecuencias de esas alianzas. Algunos han pensado que se podría producir una fractura territorial de España, un retroceso democrático irreparable, incluso un golpe de estado. Otros han pensado que la democracia española podría resistir, aunque dañada, y esperar a mejores tiempos para recomponer, con gran esfuerzo, el daño causado.

Otros, por fin, no han pensado. Tan solo se han limitado a seguir las instrucciones del “amado líder”, con una sumisión que haría palidecer de envidia al presidente norcoreano, o al chino, o al anterior y quizás futuro estadounidense, entre otros. “Amado líder” es el apelativo con el que se conoce, en su país, al dictador norcoreano pero, en las actuales circunstancias, es perfectamente aplicable a Sánchez.

La posibilidad de que exista una situación como la actual es consecuencia directa de la indeseable aplicación electoral de la mal llamada “Ley D´Hont”. Por ella, partidos con muy escasa implantación nacional, como los nacionalistas y otros marginales, obtienen una representación, a nivel estatal, que los hace importantes a la hora de establecer alianzas, como es ahora el caso. Una representación proporcional, a nivel nacional, evitaría que España estuviera, en estos momentos, en manos de unas minorías.

Aunque la culpa de ello, la responsabilidad si se quiere, no es de las minorías marginales, que obviamente utilizan en su beneficio la posibilidad que se les ofrece, sino del también ahora minoritario clan, más bien podríamos referirnos a ellos como un culto, de Sánchez, sus estómagos agradecidos en algunos casos y sus abducidos súbditos, en otros muchos.

El caso del populista Sánchez no es único en el mundo, ahora, ni lo fue en el pasado lejano o cercano. Centrándonos en el mundo occidental el ejemplo más terrible, en el siglo pasado, fue el de Hitler, que arrastró a las masas alemanas a cometer, consentir o voluntariamente ignorar, la comisión de terribles crímenes, que llevaron a Alemania al desastre final. O el ejemplo de Stalin, antecedente comunista y suponemos de teoría económica de Podemos y Sumar,  quien según diferentes autores causó la muerte, directamente o por inanición, de un mínimo de diez millones de personas, si bien otros autores aumentan la cifra hasta unos veinte millones

En este siglo, claramente sin que se hayan producido las terribles acciones y consecuencias antes citadas, tenemos el ejemplo del anterior y quizás futuro presidente Trump quien, entre otras muchas manifestaciones increíblemente deplorables, llegó a decir que si disparara a alguien en la Quinta Avenida -quizás la calle más representativa de Nueva York- no perdería votantes. Los hechos se están encargando de darle la razón, ya que está enfrentando en la actualidad más de noventa cargos sin que ello le haya hecho perder posibilidades electorales.

En el caso de Sánchez, tras las pasadas elecciones autonómicas, pareció que su ‘reino’ iba a terminar, pero las elecciones nacionales le dieron la posibilidad de que continuara, aunque para ello tuviera que mentir reiteradamente siguiendo su inveterada costumbre, que los miembros de su clan siempre le perdonan. Immanuel Kant dijo que “cambiar de opinión es de sabios”. Mentir, a sabiendas de lo que se está haciendo, no lo es.

Las razones del nuevo auge del populismo son diversas y complejas. Algunos analistas apuntan a factores económicos, como la crisis financiera de 2008 y el consecuente aumento en la desigualdad social. Otros, en cambio, destacan factores culturales, como el miedo al cambio o la xenofobia. Es claro que la crisis financiera de 2008 tuvo un impacto devastador en la economía mundial. En este sentido, el economista Thomas Piketty afirma que la desigualdad económica aumenta la polarización social y la frustración de las clases populares, que se sienten excluidas del sistema político y económico. Otros factores económicos contribuyentes son la desindustrialización, con la consiguiente pérdida de empleos en los sectores tradicionales de la economía, y la globalización, que ha aumentado la competencia económica y ha provocado la pérdida de empleos en algunos sectores.

También hay factores culturales que han contribuido al auge del populismo. El politólogo Cas Mudde ha destacado el papel del miedo al cambio y el de la xenofobia. Debe asimismo ser señalado el declive de las religiones, lo que ha dejado un vacío espiritual que puede ser llenado por el populismo. Además influye el auge de las redes sociales, que facilitan la difusión de la propaganda populista.

Es conveniente señalar la existencia de factores psicológicos. El politólogo John Keane ha destacado que las personas son más susceptibles a la propaganda populista cuando se encuentran en un estado de incertidumbre o de miedo. Otros factores psicológicos son la tendencia humana a seguir a la masa, la falta de cultura política y de conocimiento en general, y la escasa categoría moral de algunos líderes. Gustave Le Bon llegó a afirmar: “Pensar colectivamente es la regla general. Pensar individualmente es la excepción”.

Los líderes populistas, casi siempre, son personas carismáticas, autoritarias, que no dudan en utilizar la demagogia y el discurso del odio para conseguir sus objetivos. Suelen recurrir a una serie de estrategias para movilizar a las masas, como la simplificación de los problemas, la construcción de un enemigo común y el uso de la emotividad. De entre ellas, la creación de un enemigo común es, casi siempre, la más empleada: nosotros contra ellos; los nacionales contra los inmigrantes; los ‘progresistas’ contra ‘la derecha reaccionaria’; mi país contra el tuyo.

Muchos autores y pensadores han acuñado frases sobre el populismo, de entre las cuales destaco algunas que pueden reafirmar lo anteriormente expuesto.

El premio nobel Mario Vargas Llosa escribió: “El populismo es la ideología que defiende a los oprimidos frente a sus opresores, pero que los mantiene en la opresión”. ¿Les parece familiar?

Carlos Fuentes, uno de los escritores más relevantes de la nueva obra hispanoamericana, escribió: “El populismo es la política de convertir a los demagogos en millonarios y a los millonarios en demagogos”. Como a nuestros ministros y ‘ministras’.

Margaret Thatcher, la llamada ‘dama de hierro’ dijo: “El populismo es la política de la envidia”. O sea, de los que tienen menos contra los que tienen más, cualesquiera que sean las razones por las que ello se produzca.

Enrique Krauze, escritor y pensador, miembro entre otras muchas importantes organizaciones de la Junta Directiva del Instituto Cervantes, afirmó: “El populismo es el opio de los pueblos” y “El populismo es la política de la mentira”. Pensamientos totalmente aplicables a la situación española actual.

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Gonzalo Fernández

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