Envejecemos cada vez más pronto aunque morimos más tarde. Y muchos consideran una falta de educación que alguien les llame viejos. Al contrario que en China, en donde decirle a una persona mayor que se conserva muy joven, denota falta de delicadeza. En otras culturas el respeto a las personas mayores, los cuidados que les presta la comunidad son claves en la transmisión de esos saberes así como de la permanencia de sus señas de identidad Ante el hecho de los movimientos de poblaciones, y no sólo del sur al norte, conviene tener presentes esos ricos valores. Algunos gobiernos europeos parece como si quisieran desposeerlos de sus personalidades, desarraigarlos para mejor servirse de ellos al pretender uniformizarlos con los modelos de desarrollo económico y social que tantas fisuras presenta detrás de las candilejas.
Hay un cierto esfuerzo por implementar políticas sociales que valoren, acojan e integren a estas minorías, ya casi mayorías, de personas con más años y con jubilaciones más tempranas. Como siempre que se anteponen criterios de rentabilidad, las personas expulsadas del mercado laboral, por dejar de ser productivas, algo se rompe en esas personas que se sienten inútiles porque las aprecian por su aportación a la economía y los expulsan cuando ya no los pueden tratar como recursos. No se sienten personas que forman parte de la sociedad sino ‘extraños’ al sistema, cada vez con más trazos de totalitarismo ideológico. Si se prescinde de la trascendencia como irracional y todo es química, los valores han sido postergados en nombre de la rentabilidad y de los beneficios, no es extraño que muchos se encuentren desorientados ante la farsa de actuar, vestirse y hasta hablar como si fueran jóvenes o asumir que ya no lo son sino personas mayores envejecidas para las exigencias del sistema. Otros se apartan, se ‘enferman’ para poder hablar con médicos y enfermeras o se van haciendo invisibles y buscan sus espacios, horarios y la disminución de sus necesidades porque creen que molestan. Muchos llegan a campeones del auto sabotaje.
No nos prepararon para asumir esta realidad del envejecimiento y de los deterioros consiguientes. Los esfuerzos fueron “para ser personas de provecho”, económico se entiende, para afrontar la adolescencia, la juventud, la responsabilidad social, mientras no habían resaltado los valores que se encuentran en esos años de vida que nos permitan ser nosotros mismos, aquí y ahora, en un crecimiento que busca la plenitud en cada instante y no el ser tratados como objetos o instrumentos de producción, de consumo o de asistencia social.
