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Columna Pública

‘Entre El Rif y Melilla’. Observaciones al Profesor Mohamed Abrighach

Acaba de editar un libro la Ciudad Autónoma, ‘Entre el Rif y Melilla’ en el cual, a través de una crítica literaria a la obra de Antonio Abad, su autor, Mohamed Abrighach, a la sazón profesor en la universidad de Agadir, desliza de forma sibilina una sutil crítica a la españolidad de Melilla y Ceuta. Ciertamente, la opinión es libre, luego no debería causar la más mínima animadversión ni rechazo hacia la persona que la realiza, con independencia de que ésta sea cierta o no, es decir, se base en un cúmulo de falsedades e inexactitudes o lo contrario. El autor del trabajo, incurre sin embargo en una serie de falsedades que conviene comentar y no solo en torno a la ciudad de Melilla sino también a la época del protectorado español en Marruecos que, según veo, parece desconocer, al guiarse su opinión o juicio en una serie de tópicos anclados en la historiografía de ambos países, España y Marruecos, pero muy en particular en este último. Pero vayamos por partes.

Con relación a la españolidad de Melilla y Ceuta desliza el autor algunos comentarios poco acertados. Así, afirma con relación a Melilla que “su españolidad erigida en incuestionable por el nacionalismo españolista es cuestionada por Marruecos y el entorno, pero con mesura y combatividad”. Observen la diferencia entre la defensa de la españolidad por España, o lo contrario, por Marruecos. En el primer caso es el nacionalismo españolista, (no español), quien lo hace. En el segundo caso, es la mesura lo que llevaría al gobierno marroquí a realizar la defensa contraria. El tufillo que destila su crítica hacia la posición española en torno a las ciudades de Melilla y Ceuta es evidente, deslegitimándola. Nacionalismo españolista es una forma vulgar de desacreditar la defensa de la españolidad de las dos ciudades desde España, legal por cierto desde el punto de vista jurídico internacional. Pero la connotación ultra o radical es evidente. En cuanto a la postura marroquí lo cierto es que no es mesurada, es decir, lo contrario de lo que afirma el autor. Nunca ha sido mesurada pues la presión política ha sido constante a nivel gubernamental y la policial absoluta en las fronteras de las dos ciudades. Marruecos ha atentado en Melilla y Ceuta en 1975, ha permitido el paso indiscriminado de inmigrantes, ha insultado a los españoles en numerosas ocasiones, interrumpido el tráfico, impide el comercio regular, ha cerrado las fronteras sin comunicarlo a España, ha amenazado a España con rupturas de relaciones diplomáticas y ha permitido que un grupo de impresentables a sueldo del Majzen cortaran la frontera e insultaran durante dos años a miembros de las fuerzas de seguridad españolas ahí destacadas, en particular las mujeres. Lo cierto es que la posición del gobierno marroquí es inadmisible y muestra la mala fe de un país tercermundista.

Por cierto, también dice que la españolidad es cuestionada por el entorno. Desconozco a qué entorno se refiere pues el entorno de Marruecos es Argelia, con quien mantiene cerradas las fronteras, Mauritania, con quien mantiene unas relaciones diplomáticas muy conflictivas, España, a quien difama continuamente y los territorios ocupados del Sahara Occidental, ocupados ilegalmente y pendientes de la celebración de un referéndum de autodeterminación. Lo cierto es que la posición marroquí solo la apoya formalmente Francia, aunque el argumento de su gobierno es cambiante según sea el lugar donde se hagan las declaraciones. Donde sí hay cierta unanimidad internacional es en la consideración de la ilegalidad de la ocupación marroquí del Sahara Occidental, algo que obvia conscientemente el autor. Por cierto, si hay algo que caracteriza a Marruecos es el rampante nacionalismo, ideología de la que se nutren el Majzén y los partidos políticos afectos a él. También lo obvia.

Vayamos con una segunda cuestión. Dice el autor en torno a las dos ciudades que “la actitud de marruecos es fácil de presuponer. Sobre el asunto de las dos ciudades hay unanimidad nacional en Marruecos, pese a que está monopolizada por la corte marroquí y jamás fue sometida a debate publico”. Entonces, si nunca ha sido sometida a debate público ¿como sabe el autor que hay unanimidad? ¿No será más bien que confunde la unanimidad con el adoctrinamiento y la defensa de una postura oficial que no puede ser criticada en el reino alauita por ningún ciudadano? Además, le recuerdo que esta cuestión no ha sido monopolizada por el Majzén. Antes de la independencia el partido Istiqlal ya la utilizaba y después de ella, el Istiqlal y el PDI. En la actualidad todas las formaciones políticas lo hacen, lo contrario sería ilegal en cualquier caso, pero la ‘combatividad’ de las formaciones políticas ha sido evidente. El último en hacerlo el MP, hace unos años, cuando aprobaron presentar candidatos por Melilla y Ceuta a las elecciones, algo no contemplado en la legislación marroquí. Pese a ello lo importante era la simbología que destilaba aquella incoherente acción.

Vamos con la traca final. Dice Abrighach que “en puridad estamos ante una política del avestruz compartida porque se niega o al menos se aplaza a una fecha sine die el problema”. Estoy de acuerdo con el autor en la existencia de un problema. La diferencia es que el problema no es, como quiere hacer entender, la existencia de dos ciudades españolas en el norte de África. No, el problema es la reivindicación de las dos ciudades españolas sin base jurídica internacional alguna por un tercer estado, en este caso Marruecos. La única forma de solucionar ‘el problema’ es la renuncia de Marruecos a la reivindicación de la soberanía sobre dos territorios que no le pertenecen, porque es ilegal, insisto, ilegal. Abrighach ampara sus comentarios en argumentos sin base alguna que, en su opinión, mostrarían que en España no existe esa unanimidad que supuestamente sí existiría en Marruecos. ¿Y quien aparece en escena en el último acto?, pues los de siempre, el lobby promarroquí, Máximo Cajal, Bernabé López y Morales Lezcano. Le han faltado algunos más, la lista es larga.

Pero Abrighach, rifeño de pro, a tenor de sus argumentos, también incide en la cuestión del protectorado español en Marruecos. Así, afirma que “el protectorado español fue un simple alibi (coartada) para la ocupación territorial y la expansión política en (de) un país que se encontraba en estado avanzado de debilidad e inseguridad”. ¿En serio? Más bien era Marruecos el país débil e inseguro y esa sí fue una coartada, no para la colonización española sino para la intervención extranjera en general. España era un país débil como todos, excepto cuatro grandes potencias, pero nunca tuvo deseo de expandirse territorialmente en el siglo XX y menos en el norte de Marruecos, después de haber tenido un imperio que duró más de cuatro siglos. ¿De verdad creen que Marruecos era tan importante como para que España se metiera de lleno en una guerra por un territorio inútil e improductivo como el Rif? Me temo que los motivos fueron otros. Por cierto, quien sí ha querido expandirse territorialmente en ese mismo siglo es Marruecos, eso sí, a costa de entrar en guerra con todos sus vecinos, ‘del entorno’.

Afirma en la misma línea que “Aunque España no estaba preparada para tal misión imperial se empeñó en ello obligada por las grandes potencias europeas de entonces”. ¿Misión imperial controlar el Rif? España nunca adujo una misión imperial para controlar el Rif, no sé de donde saca esos argumentos, tal vez de su animadversión hacia algo que le molesta de España y por cierto, tampoco la obligó nadie a ello, firmó un acuerdo con Francia por propia voluntad. Podía haberse negado, pero, ¿habría sido esa la mejor solución? Lo cierto es que el único objetivo fue político, y por eso incomprensible para un marroquí. Prueba de ello son la cantidad de inexactitudes que vierten estos cuando se dedican al tema como es fácilmente comprobable, con el único ánimo de desacreditar a España en el marco de ese nacionalismo brutal y antiespañol que destila la dictadura marroquí. El único objetivo de España era volver al concierto internacional de naciones del cual nos sacó Estados Unidos en el mal llamado desastre del 98. Los desatinos prosiguen pues afirma que “por ello tuvo que ingeniárselas para buscar una legitimación intelectual y justificar su presencia protectora en lares marroquíes”. España, insisto, no buscó una justificación intelectual sino política. Intelectual fueron las propuestas de las sociedades africanistas, pero no la del gobierno español, por ello el “tópico de la hermandad hispano-marroquí” fue eso, un tópico. Nunca ha existido una hermandad entre los dos países y me temo que no va a existir, pues el nacionalismo marroquí es profundamente antiespañol, algo de lo que muchos no se enteran.

Finalmente, expone el autor que “el sistema colonial allí desplegado, hizo lo imposible para dificultar, cuando no impedir, encuentros entre marroquíes y españoles y viceversa”. Mira Abrighach, el sistema colonial está pensado para que el colonizador controle al colonizado, en el Rif y en cualquier parte del mundo. España no dificultó las relaciones entre españoles y marroquíes, de hecho, hubo una relativa sana convivencia entre los pocos españoles que ahí habitaron y los marroquíes tras la pacificación del territorio, cosa que no sucedió por cierto tras la independencia. Creo que usted se refiere a un hipotético mestizaje entre las poblaciones, imposibilitado no por la política española sino más bien por las costumbres, entre ellas religiosas, de unos y otros, algo que tampoco quiere decir nada pues también sucede en la actualidad. Lo cierto, mal que le pese, es que España trajo una cierta prosperidad al territorio, mínima, pero suficiente, creando infraestructuras donde antes no había nada. Entiendo que no le guste el colonialismo y se posicione en contra aunque debería mirar en su propia casa. Parece que para un marroquí el colonialismo es malo si lo hacen otros pero no si lo practican ustedes, como en el caso del Sahara Occidental. Es la hipocresía elevada al grado máximo. Sus palabras le delatan.

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