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El rincón de Aranda

¿En qué tono está un plato de aceitunas?

melillahoy.cibeles.net fotos 895 Juan Aranda web

Por estas fechas, hace la friolera de sesenta y un años, en la procesión de la Virgen del Carmen, que salía de la Iglesia Castrense, iba yo muy chulo con mi trombón de pistones, desfilando detrás de mi amigo Paco Roldán, en la Banda del Frente de Juventudes que dirigía el gran olvidado por las autoridades melillenses, D. Julio Moreno; …cuando en uno de las paradas del trayecto, cercano a la antigua puerta del Puerto, aparece a mi lado, un señor, delgado, muy guasón, y me pregunta de sopetón: “Oye chavea: ¿tú sabes en que tono está un plato de aceitunas?”. Paco Roldán, mirándolo de reojo, metiendo su chorla en la campana de su tuba, para que no lo viéramos reír, se partía de la risa. Por cierto que era capaz de tocar con su instrumento unas czardas húngaras, “picadas” como si fuera con una trompeta. Paco era, y sigue siendo, un fenómeno musical. Yo, la verdad, es que no tenía ni puñetera idea de lo que me estaba preguntando aquél hombre tan guasón, y me decía a mí mismo: Cómo va a tener un plato de aceitunas una tonalidad. Claro está que lo que este hombre se refería era un acertijo, hasta que él mismo, revolviéndome el pelo, nos sacó de dudas al responder: “Un plato de aceitunas está en el tono de La-Sostenido-Mayor”, ¡toma ya!, o sea que cuando vas a coger una de un plato, egoístamente hablando, sueles trincar la más gorda, que es sostener la mayor: “La Sostenido Mayor”. Tengo que decir que ese señor era el tío de mi amigo Paco, músico como nosotros (y creo que tocaba el fliscorno en la Municipal), y también gran amigo de mi familia, por eso Paco se partía de risa, bueno, el caso es que nos reíamos de cualquier cosa, hasta de nosotros mismos, y creo que aún seguimos igual, pero con un puñado de tacos de almanaques más a nuestras espaldas. La persona que tenga alguna noción de música entenderá este juego de palabras.

Otra anécdota de este fruto del olivo, es la que en nuestra ciudad, allá por los años en que este que les escribe jugaba al trompo, al ¡Va!….., dicho, con las suelas recortadas de las alpargatas, y con los envoltorios de caramelos como “billetes de cobro y pago”, en El Rastro había una taberna, donde ponían de tapa una sola, y triste, aceituna por cada vaso de vino que te servían, y si era de las partidas, se le denominaba, “Una martirizada”: ¡“Vamos a comer!”, decía, todo muy serio, el señor de la barra, a la vez que te servía la oliva en un platillo de plástico marrón. Mucha gente que peinan canas, recordarán a este hombre con una media toalla rodeándole el cuello, que lo mismo servía para limpiar el reluciente mostrador de gruesa madera, con olor a lejía, y las dos mesas de hierro con los tableros de mármol. Un señor muy mayor contaba que a veces apenas se comía una de esas aceitunas, le ocurría como dijo Séneca a la muerte de Claudio: “Su última palabra antes de morir, fue un considerable estrépito, que sonó por aquélla parte por donde más fácilmente hablaba, dejándolo todo cagado”.

Este artículo va dedicado, cariñosamente, en recuerdo de aquél señor, tío de mi amigo Paco Roldán, que nos alegró aquélla tarde del verano del 53.

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