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El retorno al estoicismo

Adam Smith, tan criticado por los progres, escribió un gran libro -además del archifamoso de La riqueza de las naciones- con el expresivo título de “La teoría de los sentimientos morales”. Defendía en él la libertad económica. Su liberalismo se basaba en el estudio y el análisis racional de los hechos sociales, económicos e históricos.

Más o menos como, siglos atrás, ya había hecho, defendido la libertad, el estoico Epicteto, que ahora está, cada vez más, de moda. Leo en un Suplemento dominical: “Estoicos modernos, “la nueva medicina para el alma”, ¿Por qué una filosofía del siglo III a.C. arrasa en plena revolución digital?”. Porque sigue siendo útil y quizás ahora más que antes.

Según el sabio de Hierápolis, la clave de nuestra expectativa de lograr una buena vida está en nuestras manos, teniendo presente qué es lo que está bajo nuestro control y centrando en ello nuestros esfuerzos. En sentido contrario, la causa del sufrimiento humano es pensar que puede cambiar lo que no puede cambiar. Y añadía Epicteto en uno de sus textos: “Lo que perturba a los seres humanos no son las cosas, sino las opiniones sobre las cosas”. El estoicismo, como arte de vivir en tiempos difíciles, ha vuelto, afortunadamente.

Un tiempo atormentado, como siempre. “Todo es una pesadilla en la Seguridad Social española” escribe Pedro García Cuartango (ABC, 18/3), describiendo su propia experiencia vital y recordando a Josef K, el personaje de Kafka en “El proceso”. Lo mismo hace nuestro colaborador Gonzalo Fernández en su artículo del domingo pasado, en el que -con toda ironía- apostaba porque su hijo naciera “como un banco”, donde todos sus errores son absorbidos por los fondos de garantía, pero que jamás se le ocurriera “crear una empresa y ofrecer trabajo a algunos ciudadanos”, incurriendo en el desprecio del Gobierno de turno “por ser un capitalista explotador”. La recomendación final a un hijo es “que nazca como un político, ya que durante toda su vida tendría una sola obligación: ser fiel a los que estuvieran por encima en la jerarquía del partido”. No eclipsar a nuestros superiores es, quizás, la primera ley del poder.

Elecciones

A medida que se va acercando el 28 de mayo, día del objeto de todo deseo para los políticos, aumenta la crispación, a pesar de las bienintencionadas intenciones de nuestro diputado nacional, Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu, expresadas en su último artículo, “Hay que dialogar más”.

Es lo mismo que parece pensar el presidente nacional del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. “Huir de facciones ideológicas”, es la aspiración del presidente popular y máximo aspirante a ocupar el puesto de presidente del Gobierno de España, aspiración plasmada en la por él recién creada “Fundacion Reformismo 21”, que es el número de miembros que Feijóo ha elegido, resaltando que son personas “sin vínculos con el PP”. Sin embargo, no todos los dirigentes del PP comparten esa intención dialogante de su presidente nacional. Tampoco la comparten, en Melilla, algunos dirigentes locales (Otazu excluido, sin duda).

En mi Carta del Editor del domingo me centré en lo de “Elecciones y entendimiento”. La ilustración del artículo -hecha, como es habitual, por Rimsky- figuraban el símbolo del nudo gordiano y un mapa de España sumida en un laberinto.

Acudo a Wikipedia y copio: “La expresión nudo gordiano procede de una leyenda griega según la cual los habitantes de Frigia necesitaban elegir rey, por lo que consultaron al oráculo. Este respondió que el nuevo soberano sería quien entrase por la Puerta del Este, acompañado de un cuervo posado sobre su carro”. Cortar el nudo gordiano» o «cortar por lo sano» significa resolver tajantemente un problema. También está relacionado con la solución urgente de problemas que podrían empeorar ante el paso del tiempo.

La forma más conocida de cortar el nudo gordiano fue la de Alejandro Magno, que intentó desatarlo en 334 a.C., pero no pudo hacerlo, así que sacó su espada y lo partió en dos. Después, conquistó todo lo conquistable en aquellos tiempos, pero no es seguro que su táctica sea eficaz en todos los casos y en todas las manos. No es seguro que fuera eficaz en España, por ejemplo. Ni en Melilla, por citar solo otro ejemplo.

Pero lo que sí es cierto es que un pueblo dividido, falto de libertades y con una renta per cápita hundida es, por ejemplo, el legado de Gordillo, el caudillo rojo de Marinaleda. Es el legado, comunista, de la falta de libertad, la consecuencia de no haber cortado antes el nudo gordiano.

Posdata

¡Estalla el Madrid!, recoge el Marca. ¡Por fin!, añado

Frases

Estoicos modernos, “la nueva medicina para el alma”. ¿Por qué una filosofía del siglo III a.C. arrasa en plena revolución digital?”. Porque sigue siendo útil y quizás ahora más que antes

La recomendación final a un hijo es “que nazca como un político, ya que durante toda su vida tendría una sola obligación: ser fiel a los que estuvieran por encima en la jerarquía del partido”

Un pueblo dividido, falto de libertades y con una renta per cápita hundida es el legado de Gordillo, el caudillo rojo de Marinaleda. Es el legado, comunista, de la falta de libertad, la consecuencia de no haber cortado antes el nudo gordiano

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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