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El problema de los polizones

A las cifras de inmigrantes interceptados en el puerto hay que sumarles los que no son localizados y llegan, efectivamente, a Europa de manera irregular porque no fueron encontrados antes de que zarpara el barco ni tampoco durante la travesía. Y aunque este dato no se ha dado a conocer, probablemente sea también elevado La falta de acción ante los problemas no los soluciona, sino que los agrava aumentando sus dimensiones o manteniéndolos en el tiempo hasta que, desgraciadamente, se terminan viendo como algo normal. Es lo que ha pasado con los inmigrantes que todos los días, a todas horas, intentan entrar en el puerto para colarse en el barco y llegar a la península como polizones. Y a pesar de los esfuerzos que la Guardia Civil hace para evitar que eso ocurra, vemos cómo hay muchos que consiguen su propósito. Quizá no son la mayoría de los que lo intentan, pero la cifra de los casos que se dan a conocer es para tenerla en cuenta.
En el buque Pinar del Río de Baleària, que el pasado lunes terminó colisionando contra el dique del puerto de Málaga, iban siete, que fueron localizados porque el barco tuvo ese accidente y dos se lanzaron al agua. Si no hubiera sido así, ¿nos habríamos enterado? Probablemente no, porque casi siempre nos topamos con la dimensión de esta realidad diaria de la inmigración irregular cuando un buque sufre un problema a su llegada a la costa andaluza. Como cuando hace unos meses el barco de Málaga de Trasmediterránea se encontró con que llevaba un grupo de menores escondidos en la rampa y fueron descubiertos cuando la bajaron para el desembarque. O cuando otros dos aparecieron tras hacer toda la travesía en la zona del motor.
Pero hay muchos más casos de polizones que no salen a la luz, que son los que viajan en un constante goteo de África a Europa de forma clandestina. El año pasado fueron interceptados 7.200 inmigrantes en la zona restringida del puerto de Melilla, de los cuales 169 consiguieron llegar hasta el interior de los barcos, tal y como hace unos meses apuntó el presidente de la Ciudad Autónoma, Juan José Imbroda, en mitad de la polémica por el chico que llegó hasta la bodega del avión tras burlar los controles de seguridad. En 2012 entraron en el puerto hasta el muelle comercial 3.078 inmigrantes magrebíes que querían viajar a Europa como polizones.
A estas cifras de inmigrantes interceptados en el puerto hay que sumarles los que no son localizados y llegan, efectivamente, a Europa de manera irregular porque no fueron encontrados antes de que zarpara el barco ni tampoco durante la travesía. Y aunque este dato no se ha dado a conocer, probablemente sea también elevado. El lunes, sin ir más lejos, había 7 en un solo buque.
La Guardia Civil lleva años poniendo el foco en la presión que ejerce esta inmigración magrebí en las escolleras y el puerto, fundamentalmente por parte de menores de edad, sin que ninguna administración pública haya puesto remedio por ahora a este problema. Hace años se habló de reformar la Ley del Menor sin que esta medida se llevara a cabo. Tampoco está teniendo efectividad la reivindicación que se lanza desde Melilla para que Marruecos se haga cargo de sus menores. A esto nos referíamos al principio de este Editorial cuando hablábamos de la falta de acción ante los problemas y las consecuencias que eso conlleva, en este caso, un evidente agujero de seguridad en una infraestructura que debería estar blindada. ¿Es necesario que ocurra una desgracia para que aquellos a quienes corresponde poner una solución se pongan manos a la obra?

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