- ¿Por qué no llega nunca tu primo a Cabrerizas?
- Sencillo. Porque suele coger siempre la COA del Barrio Real.
Algo parecido ocurre con el fin del Mundo, que para acabar con él, siempre se suele coger la dirección contraria. Desde que el Mundo es ídem, ha sido vaticinada su destrucción, como resultado de un castigo. Una especie de Vendetta, de un padrino desconocido, que monta un negocio y más tarde lo quiere destruir, no se sabe por qué, pero no le gusta. Y en realidad lo que destruye no es el Mundo, sino sus propios gustos. Y así estamos. Alterados. Entre asustados y divertidos, cuando oímos decir cosas, como las que dice mi vecina:
- El mundo se acabará porque no tiene abuela.
Y se queda tan tranquila. Y el caso es que lleva razón, porque el Mundo tiene dependencia, pero le falta tradición. Es como una preñada que solo trae criaturas. Es, como una envoltura visible, que se autodestruye a sí misma, aunque pasen mil años o dos mil o cien mil, ya que el tiempo, es lo mismo, media hora que medio siglo: Efímero. La tradición es otra cosa. No tiene tiempo. Su patria es la eternidad y su camino la sabiduría. O verdad. Lo otro es mentira.
Muchos creen, que el fin del mundo es una maldición, cuando es todo lo contrario. Una bendición. Primero hay que saber lo que es el mundo, para después, poder acabar con él. La mente humana tiene el germen, no de la destrucción, pero sí de la ignorancia, dentro de ella. Por eso, surge siempre lo destructivo, más que lo constructivo. Y no porque el hombre sea un destructor. El hombre, en su origen, es creatividad. Lo que ocurre, es que esa creación, está confundida, y de esa confusión, nace lo que solemos llamar mundo, que nada tiene que ver con el planeta Tierra, que es una obra incorporada a otra, y ÉSTA a otra, y así hasta llegar a lo inalcanzable e incomprensible, por lo tanto indestructible.
El mundo, por lo tanto no acabará por destrucción, sino, precisamente por todo lo contrario; Por construcción. Cuando la tierra sea digna de ser habitada, que es como decir, cuando el hombre sea digno de habitar la tierra, entonces el mundo desaparecerá. Sin destrucción. Mientras tanto, el mundo o la confusión, seguirá jugando sus cartas, hasta que la criatura humana, con su conocimiento, rompa esa baraja.
