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La columna de Salido

El hijo contestón

Está claro que hay que opinar y escribir de todo, y si es de temas actuales más aún, aunque ya sea cansino darle tantas vueltas a Cataluña, desde Les Cases D’Alcanar (primer pueblo después de Castellón de triste recuerdo) hasta el Cabo de Creus o desde El Delta del Ebro a la Seu D’Urgel colindando con Andorra y donde grandes sumas de calés, pelas, de guita o parné sabe y mucho Pujol y familia y puede que presuntamente sepa mucho también otros que han mandado antes en el Govern o mandan ahora.
Esto es lo que hay. Como cuando pasados algunos años te sale un hijo contestón, puedes hacer oídos sordos un tiempo, pero en algún momento tendrás que gestionar sus quejas. Si se te ha puesto desafiante, mucha parte de culpa es tuya. Te ha faltado inteligencia en la gestión de esa autoridad, no has cortado a tiempo según qué impertinencias y no has sabido reconocer algunos de sus progresos. Pero una cosa es que se te suba a las barbas y otra, que cuestione las normas elementales de convivencia. Además de crear precedente y contagiar la actitud de permanente desobediencia entre los tuyos, que son los suyos también, tu casa corre el peligro de convertirse en un reino de Taifas. Lo peor es cuando el insurrecto te viene con argumentos del tipo: <>. Veamos, una ley en materia de organización, acordada y consentida por una gran mayoría y por las partes, nunca es injusta aunque sí revisable. Lo deseable es que cuando el crío decide que las reglas de convivencia ya no le convienen y opta por desobedecerlas, asome la consecuencia, que en cualquier casa es llamada “castigo”, pueden denominarse también “multas o inhabilitación”. Que un reconocido incumplimiento no tenga sación es lo mismo que decir que ya no mando yo (ni nadie). En lugar de la ley de la razón se impone la de la selva. Una vez el hijo díscolo cumpla su pena, estaremos en condiciones de renegociar las cosas. Entonces, solo entonces llegaría el diálogo y la hora de tratar de generar nuevos acuerdos para conseguir un marco de estabilidad que facilite la paz en la familia. Todo hijo de vecino, antes de nada somos, con Joan Manuel Serrat, partidarios de vivir. ¿Cuesta mucho hacerlo posible?

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