Por aquí llegaron el año pasado casi el 80% de todos los refugiados sirios que entraron a España, al mismo tiempo que los países europeos discutían sobre cuántos refugiados estaban dispuestos a acoger, y otras ciudades españolas prácticamente miraban a otro lado. Eso es una muestra de solidaridad, aunque algunas voces no hagan más que focalizar sus críticas en Melilla con todo lo que tenga que ver con la inmigración Melilla sigue viviendo muy de cerca el drama de los refugiados sirios, porque si bien las cifras de llegadas han bajado de manera muy notable respecto a los años 2014 y 2015, el día a día y las estadísticas reflejan que siguen llegando personas tan necesitadas de protección y solidaridad como son las que huyen del conflicto que está asolando su país de origen. No debemos olvidar que aunque los sirios siguen siendo mayoría entre los solicitantes de asilo en Melilla, también hay otras personas migrantes que han pedido protección internacional huyendo por otras razones de sus países de origen, a los que no pueden volver porque su vida corre serio peligro.
MELILLA HOY avanzaba a principios de esta semana que en lo que va de año se han presentado unas 1.200 peticiones de asilo en nuestra ciudad. El dato está lejos de los que se dieron en los dos años anteriores, pero la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) destacó que lo importante no son las cifras, sino tener muy en cuenta que «la gente sigue llegando» y que hay que seguir atendiendo a estas personas, permitiéndoles que puedan acceder a su derecho a solicitar asilo en nuestro país si así lo desean.
Nadie puede dudar de que en la denominada «crisis de los refugiados», Melilla se ha volcado y lo sigue haciendo para intentar recibir en las mejores condiciones posibles a los refugiados, aun cuando la afluencia ha sido tan masiva en algunos momentos, que ha superado en muchas ocasiones tantas limitaciones que nos imponen la extrapeninsularidad y nuestras escasas dimensiones. Esto ha dado lugar no pocas veces a las críticas, la mayoría sin propuestas de soluciones que pudieran paliar la compleja situación. Pero la realidad es que a pesar de que el auge de este problema pilló a Melilla casi de sopetón, nadie se ha quedado sin un techo, como sí ocurrió en otras crisis migratorias anteriores como la de 2005, o atenciones básicas como la alimentación y cuidados sanitarios. Ni siquiera cuando la ocupación del CETI superaba por mucho su capacidad máxima, llegando a alcanzar cifras históricas que hicieron necesario actuar con mucho tiento y de la forma más ágil posible.
Hoy el panorama es diferente, y permite ofrecer una mejor atención a todo el mundo en el CETI, aunque siempre se pueda mejorar y lo deseable es que se aspire a ese paso adelante en la atención que reciben todos los que llegan hasta nuestra ciudad, independientemente de cómo lo haya hecho. Pero echando la vista atrás, podría decirse que prácticamente ha sido un milagro que en Melilla se haya podido gestionar una situación tan difícil sin que se hayan producido problemas de gravedad extrema. Los datos de Interior dan una idea de la solidaridad de nuestra ciudad: Por aquí llegaron el año pasado casi el 80% de todos los refugiados sirios que entraron a España, al mismo tiempo que los países europeos discutían sobre cuántos refugiados estaban dispuestos a acoger, y otras ciudades españolas prácticamente miraban a otro lado. Eso es una muestra de solidaridad, aunque algunas voces no hagan más que focalizar sus críticas en Melilla con todo lo que tenga que ver con la inmigración.
