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El debate sobre el mal estado de la Nación

Las capas más débiles de la sociedad tienen el mal gusto de ser mayoría, escribió John Maynard Keynes, quien, además de un gran, influyente -sobre todo entre los socialdemócratas- y famoso economista, era muy inglés y muy sarcástico. Margaret Thatcher, tan admirada por la derecha como denostada por la izquierda, escribió que curar la enfermedad británica con el socialismo fue como tratar de curar la leucemia con sanguijuelas, y también afirmó que “es bueno recordar cómo nuestra libertad ha sido ganada en este país, no por grandes campañas abstractas, sino por las objeciones de hombres y mujeres comunes a que el Estado les quite su dinero”.


El Debate del estado de la Nación, de España, que comenzó el martes y terminó el jueves, ha sido la escenificación de la inmersión del presidente de nuestro Gobierno en el comunismo. El martes pasado empezó el 26º Debate del estado de la Nación. En los 25 debates anteriores sobre el estado de la Nación, quizás las dos frase más destacadas de los líderes del gobierno y de la oposición, según resumía el diario El Mundo el 12/7, fueron: “Este debate significa una experiencia nueva. Un debate sobre la situación general de España”, (1983, Felipe González, un socialista de un nivel muy superior al de Sánchez, en el primer debate). “Una sardina es una ballena que ha pasado por las manos de un Gobierno socialista” (1984, Manuel Fraga Iribarne, un ingenioso, y acertado, comentario, válido ayer y hoy).


El debate de esta semana pasada ha sido la inmersión declarada en el comunismo, en los tópicos y en la ruina, de un presidente del Gobierno perdido, que da sus últimas boqueadas. “Lo que no se puede negar es que este gobierno es de izquierdas y progresista”, aseguró, ufano, Pedro Sánchez respondiendo a Rufián, de la Izquierda Republicana, separatista. Una vez más, el recurso a la “evidente” supremacía y el “progresismo” auto atribuido de la izquierda, supremacía y progresismo que jamás se han demostrado, ni en cualquier época, ni en lugar alguno. La ruina de España, de los españoles -Sánchez excluido, por supuesto- va a ser inevitable, si seguimos por este camino, como la experiencia histórica -la conversión de la ballena en sardina- nos demuestra, como denunció Fraga hace 38 años.


No hace falta ser un economista insigne -como lo fue Keynes- para comprender que la esencia de una economía “sostenible” -ya que les gusta tanto esa palabra a los progres de oficio- es no gastar más de lo que se ingresa. Y, si se gasta mucho más que lo que se ingresa, el sentido común popular nos dice que es necesario gastar menos, porque ingresar más es más difícil, en cuanto que depende de lo que los economistas llamamos “factores exógenos”, factores externos que no podemos controlar tanto como los “endógenos” (gastar menos), que dependen de nosotros mismos.


Yendo de la microeconomía -la economía familiar, en este caso- a la macroeconomía -la pública, la del Estado- el sentido común nos dice que lo primero que debería hacer el Gobierno, nuestro Gobierno, el presidido por Pedro Sánchez – en este caso- es, como hace cualquier familia, disminuir sus gastos, empezando por los evidentemente innecesarios, en cuanto que manifiestamente prescindibles. Al no hacerlo, todos los argumentos podemitas y sanchistas para seguir asaltando los bolsillos de las capas más débiles de la sociedad -que, como decía Keynes, son mayoría- caen en la categoría de inmorales, desde el punto de vista ético, y de ruinosos, desde la perspectiva económica global, especialmente para la mayoría de los ciudadanos, para los miembros de las capas más débiles de la sociedad, a las que se les intenta engañar propagando que unos -pocos, muy, muy pocos- muy ricos, van a pagar los dispendios de tantos políticos y burócratas innecesarios… excepto para mantener a los jefes en el poder y la opulencia.


Nos hallamos, como leí en no recuerdo qué periódico, ante “una espiral de impuestos y de gasto que va a sembrar la economía española de estragos”, de catástrofes para las capas más débiles de la sociedad, que son la inmensa mayoría de nuestra sociedad, incluyendo en esa minoría a los miles y miles de pequeños accionistas de miles de pequeñas empresas españolas, que también son la inmensa mayoría de nuestro tejido económico, a los que la inflación desbocada (que es un impuesto más para los débiles) y la subida del precio de la energía y de los productos básicos les estragará irremediablemente… si nuestro Gobierno sigue por este camino bolivariano, podemita, comunista.


La mentira, la incompetencia y la ignorancia son males, sin duda. Pero no existe el mal absoluto. Sánchez de economía ni sabe, ni quiere saber, pero sí sabe que quiere seguir en la presidencia del Gobierno hasta que termine la legislatura, y para eso necesita a Podemos. “El anuncio del impuesto -a las eléctricas y a los bancos- en realidad no es implementarlo, sino dejar claro que -Sánchez- usa la agenda social de Podemos. El impuesto puede generar menos dinero que lo anunciado, algo muy probable en cualquier impuesto de sociedades en España, y en unos años puede ser declarado ilegal. Pero eso es irrelevante para Sánchez, porque lo importante para él es la escena política” (diario Expansión, el 14/7). Además, el 67% de los españoles cree ya que los nuevos impuestos “serán inútiles”. Pero eso, para Sánchez, no importa, para él la propaganda es más importante que la realidad.

Posdata
Para dejar a los melillenses todavía más anonadados de lo que ya estamos, el diario oficialista El País publicó en su primera página del jueves pasado que “Marruecos -el oficial- señala a España por las muertes en las vallas de Melilla. Las autoridades -españolas- no facilitaron la asistencia y el socorro necesarios”. Marlaska queda en un ridículo espantoso.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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