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Atril ciudadano

El Cementerio de la Alcazaba

No pretendo hacer de estas líneas una crítica, ni mucho menos, por lo que de antemano pido disculpas si de alguna de mis palabras se pudiera desprender tal idea, nada más lejos de mi intención. Lo que sí pretendo y esa es mi única intención, es despertar las conciencias de quienes corresponda el ejecutar la solución de lo que a mi humilde entender es una situación, …

…cuanto menos vergonzosa, la cual podría haber estado resuelta hace ya muchísimos años y que sin saber el porqué de su abandono, sí que entiendo que lo mínimo que puedo y debo hacer es dedicar estas líneas a dicho asunto.

Como judío español que soy, en primera instancia debo agradecer tanto al país donde vivo como a sus dirigentes, los cuales acogen y permiten que otras ideologías y religiones puedan llevar a cabo sus cultos de forma libre y con total garantía dentro de su territorio, esto es en general con todas las religiones y muy en particular por la parte que me toca.

En España, gracias a Dios, gozamos de libertad de culto, lo cual me permite poder desarrollarme espiritualmente como judío, teniendo por ejemplo la posibilidad de asistir a una Sinagoga a rezar, pudiendo comer carne en la forma estipulada por nuestra Ley, la cual designa una matanza específica y otras muchas libertades las cuales como bien dije antes, facilitan la posibilidad de que un judío como yo se pueda desarrollar plenamente.

Uno de los muchos motivos por los cuales hay que agradecer también, y este es el motivo de mi reivindicación al mismo tiempo, es el de poder dar descanso eterno a nuestros difuntos, haciendo posible el otorgar al fallecido todos los honores que se merece, pues no en vano la Biblia dice que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de su Creador, Dios. Y aunque nuestra tradición nos enseña que no se refería la Biblia a una imagen corpórea estrictamente, sí que nos quiere enseñar que dentro de cada ser humano, dentro de cada persona existe “una parte” de Dios, la cual llamamos alma y que es por esto mismo que el cuerpo después de la vida, al ser que albergó en su interior un “trocito” por así decirlo, de su Creador, es que merece dicho respeto.

Ahora bien, así como a un huésped se le intenta acomodar de la mejor manera, haciéndole su estancia lo más grata posible, independientemente del tiempo que estará, así también entendemos que debe hacerse con el cuerpo al cual abandonó su alma. Más aún si contemplamos la idea de que dicho cuerpo queda a merced de los vivos, los cuales pueden disponer de él a su antojo. Es por y para ello que se habilitaron terrenos específicos los cuales conocemos como cementerios.

Es de sentido común, más aún después de lo expuesto, que dichos lugares deben reunir unas condiciones específicas, comunes en todos los casos y al mismo tiempo distintas en ciertos aspectos, según las ideologías religiosas correspondientes en cada caso. Lo que sin duda alguna queda claro y por sentado es que son imperiosamente necesarias un mínimo de atenciones y requerimientos los cuales no sólo evitan problemas de salubridad, sino que también salvaguardan la dignidad y el recuerdo de los que allí yacen y quedan a nuestra entera disposición para darles el trato que se considere.

Existe en nuestra querida Melilla un pequeño cementerio judío, en el cual no habrá más de 40 o 50 tumbas. Conocido como el cementerio de la Alcazaba, es probablemente el primer cementerio judío de Melilla, o cuanto menos sí uno de los primeros cementerios judíos de esta zona y aledaños de otras comunidades del norte de África. Dicho cementerio se encuentra en un estado lamentable en estos momentos. Cuáles son los motivos por los que en tan nefasto estado está, sólo se me ocurre uno y no es otro que el abandono por parte de quien tenga la responsabilidad de velar por dicho lugar. Como dije al principio de estas líneas, no pretendo señalar con el dedo a ningún organismo, entidad o incluso si de particulares se tratara, sólo y exclusivamente busco el remover las conciencias de quienes en su mano tengan la posibilidad de subsanar dicho abandono. Las personas que allí yacen, aquellas que en su día aportaron sus historias y vivencias. Aquellas que ayudaron a construir la historia de nuestra hermosa Melilla, cuanto menos se merecen un trato mejor que el que hasta ahora han tenido. Relegados al olvido, sus tumbas se descomponen y deterioran con el pasar de los años. Lo que debería ser un bello y hermoso lugar para quienes un día albergaron en su interior una chispa de Dios, ahora es lo más parecido a un vertedero de basura.

En fin, podría seguir mucho más y hacer más extenso este escrito, pero considero que con lo expuesto queda suficientemente claro cuál puede ser, o al menos cuál debiera ser el sentimiento de no sólo todos los judíos melillenses, sino de también toda la ciudadanía, pues ante Dios y especialmente después de la muerte, todos somos iguales y deberíamos de proporcionar a dichas personas los honores que se merecen. Por último y como colofón, citar una idea que trae el Talmud, la cual bien podría ser aplicada en nuestro caso. Uno de los Sabios de aquella época dijo: “No le hagas a los demás aquello que no te gustaría que te hicieran a ti”. Si inevitablemente todos vamos a morir, la pregunta a formular sería; ¿Quisiera para mí un final como al que están relegadas las almas que en ese cementerio moran o por el contrario desearía uno más digno y honroso? La respuesta se las dejo a ustedes. Gracias por su tiempo.

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