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Atril ciudadano

El arte dramático y el uniforme

Amaba el arte dramático y el uniforme. Gustaba de transformarse continuamente para gozo personal y burla de los demás, sabedor de la cobardía del súbdito para con su amo. Le encantaba representar; el arte dramático era una de sus pasiones; se autoproclamó un dios-sol; aparecía vestido como Hércules, Venus, Mercurio y Apolo.

Me estoy refiriendo al emperador Calígula. Su aspecto externo, como ocurriera con su padre adoptivo, el depravado Tiberio, era impoluto; los disfraces le daban el aspecto respetable que pretendía mostrar ante su pueblo. Pero le resultaba imposible retener los gusanos que iban cayendo por gravedad de las pestilentes gusaneras que cubrían su cuerpo (a pesar de los caros perfumes) cuando asistía a actos públicos o privados. Demasiados cadáveres a sus espaldas.

El otro día la historia se repitió: algunos de nuestros actuales tiranuelos y alguna que otra tiranuela (seguida de una cohorte de mamporreras y mamporreros), enfundados en trajes de alta costura, dejaron caer más de un centenar de enormes gusanos cuando agitaban brazos, piernas y cabezas en protesta por el sacrilegio que, para ellos, suponía el hecho de que gente vestida con ropa de Alcampo se sentara en sus proximidades como diputados y diputadas, senadores y senadoras electos.

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